UN RUMIANTE ENTRE CORDEROS
"Poco
se puede pedir a un líder de la oposición tirado al monte que solo se preocupa
de dirigirse a animales de granja para por fin poder sentirse validado oyendo
balidos, mugidos y rebuznos"...
ANTONIO MAESTRE
Un rumiante entre corderos | EFE
Es fácil identificar a un urbanita que se flipa yendo de turismo rural. Mi conocimiento del campo se reduce a lo que mi familia cacereña me contó sobre su vida en el agro, pero no por eso, por haber pasado los veranos en Mirabel, puedo ir a hablarle a los habitantes del mundo rural sobre las vicisitudes y dificultades de su vida. Lo sé, por eso puedo ver lo mismo en un Pablo Casado que lleva toda la precampaña hablando a las ovejas. Puede que incluso sea efectivo, he renunciado a comprender cómo se puede conceder el voto a quien te trata como un ignorante, pero es a lo que ha rendido todo el PP. Una campaña con balidos de fondo reduciendo los intereses de los ciudadanos de Castilla y León a vacas, cerdos y cabras.
Si a Pablo Casado habría
que buscarle un estereotipo patrio sería el de vástago de la pequeña burguesía
provincial. Casado es un hijo de las fuerzas vivas palentinas. Su padre era el
propietario de la clínica oftalmológica de Palencia y su madre es profesora
universitaria. Una familia acomodada y conservadora que se pudo permitir mandar
al niño a acabar la EGB al Reino Unido después de escolarizarlo en el Maristas.
Ayer presumió de estudiar becado, pero sería por familia numerosa, desde luego
no por carencias económicas. Su vida en el mundo rural se reduce a pasar
vacaciones en el pueblo, como hemos hecho los hijos de los migrantes de
Extremadura y Andalucía que se apostaron en los 70 en las periferias de las
grandes ciudades. Pero una cosa es ser, y otra aparentar.
Entre el delirio en
el que se está convirtiendo cada intervención del líder del PP en granjas y
lecherías asoma cada complejo con la extrema derecha. Es difícil competir en el
ridículo con 'Coco Robatto', el senador de VOX e hijo de Pescanova, al que han
llevado los posfascistas a darse vueltas por campos de Castilla en pleno
invierno y disfrazado de señor de pueblo con la camisa desabotonada hasta el
ombligo como pareja de ficción de Macarena Olona para el book de Instagram. Es
difícil superarlo, pero Casado se lo ha propuesto degradando la vida rural
hasta el punto de decir que en los pueblos se bebe vino porque no tienen agua.
Si no fuera tan triste resultaría cómico ver al líder del PP haciéndose pasar
por un curtido hombre de campo al que se le ven las costuras de niño de ciudad
en el Barbour.
Pablo Casado quiere
presentarse como el candidato del mundo rural dirigiéndose a una caricatura
para convertirse en otra. El esperpento del PP con los fondos europeos, que ya
le ha dejado en evidencia en Europa en varias ocasiones, sigue entre vacas y
cerdos intentando hacer frente a las políticas de Pedro Sánchez y copiando los
marcos de la extrema derecha. Una de las declaraciones de ayer tiene todos los
elementos de la extrema derecha salpicada con la clásica derecha capillita a la
que representa: "Mejor emplear [los fondos europeos] en contratar que
estar dando un millón para no sé qué archivos de la Guerra Civil, para el
turismo de otras razas o sedes sindicales".
Fascismo, racismo y
clasismo en una frase. Todos los grandes éxitos de VOX en una sola sentencia
que suena impostada para tapar la fuga de votos a la extrema derecha. Es
llamativo que en plena campaña en Castilla y León se muestre contrario a que
Salamanca reciba un millón de euros en fondos europeos para la digitalización
de un archivo que es lugar ineludible para todos los historiados nacionales e
internacionales que están interesados en investigar la Guerra Civil. El archivo
es punto de encuentro cultural para todo el mundo y el líder del PP quiere
asfixiar uno de sus mayores activos. No sé si ha valorado el líder del PP el
impacto que tendría para Salamanca la desaparición del archivo. Poco se puede
pedir a un líder de la oposición tirado al monte que solo se preocupa de
dirigirse a animales de granja para por fin poder sentirse validado oyendo
balidos, mugidos y rebuznos.
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