viernes, 28 de enero de 2022

QUÉ HARÍA ÁFRICA SIN LA FIFA

 

QUÉ HARÍA ÁFRICA SIN LA FIFA

DAVID BOLLERO

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, durante su intervención

en el Consejo de Europa. - FIFA

La FIFA apesta. Lleva años haciéndolo sumida en casos de corrupción y con la inmundicia ética inserta ya en su ADN. La llegada de Gianni Infantino a su presidencia no ha revertido esa situación como demostró hace unos días su discurso ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE). El momento cumbre o, por ser más preciso, de mayor bajeza moral fue cuando defendió la celebración del Mundial cada dos años porque "tenemos que dar esperanza a los africanos para que no tengan que cruzar el Mediterráneo para poder tener una vida digna"... y, de paso, hacer caja.

 

El paternalismo colonialista, con tufo racista, de Infantino es reflejo de lo que es Europa, ni más ni menos. El modo en que el Viejo Continente se arroga el papel de tutor de África cuando, en realidad, lo que pretende es explotarlo, exprimir hasta su última gota es intolerable.

 

 

"Tenemos que darles oportunidades y dignidad", dijo Infantino, como si África, que sólo en extensión es tres veces Europa, no hubiera sido saqueada y masacrada por el Viejo Continente, que continúa esquilmando sus recursos naturales, subastándose personas migrantes a las que encarcela o 'externaliza' a otros países Turquía.  Europa ha sido y es para África una auténtica garrapata, un parásito que chupa la sangre, la fuerza vital del continente para, después, querer erigirse como su salvador.

 

Y parte de esa sangre son sus jugadores, como muy bien retrató la película Diamantes Negros de Miguel Alcantud, nominada en 19 categorías en los Premios Goya de 2014, que narra con crudeza el proceder de los clubes de fútbol europeos a la hora de fichar jóvenes promesas africanas. Son muchos los llamados pero pocos los elegidos, sin que los descartados importen demasiado, ni a la opinión pública ni a gente como Infantino.

 

La última Copa Africana de Naciones, celebrada durante este mes, ha evidenciado la voracidad de Europa con África. Durante su celebración hasta quince equipos de la Premier League inglesa se vieron afectados perdiendo 39 jugadores, once jugadores perdió la liga española, 22 la serie A italiana y Francia hasta 51 jugadores.

 

Si en la competición gala se quedaron sin el marroquí Achraf Hakimi, el camerunés Karl Toko Ekambi o los senegaleses Abdou Dialló y Idrissa Gueyé, en la Premier también se esfumaron el senegalés Sadio Mané, el egipcio Mohamed Salah y el guineano  Naby Keita en el Liverpool; el Chelsea perdió a su portero senegalés Édouard Mendy; el Manchester City al argelino Riyad Mahrez; y Manchester United a los marfileños, Eric Baily y Amad Diallo, entre muchos otros.

 

La lista de jugadores africanos en Europa que marcharon a la Copa África es interminable, con casos en España como el argelino Aissa Mandi, el senegalés Boulaye Dia, el nigeriano Samuel Chukweze o el marfileño Serge Aurier en el Villareal; o los marroquíes Yassine Bono, Youssef En Nesyri y Munir El Haddadi en el Sevilla, por citar algunos. Hasta la segunda división se vio afectada con las ausencias en Almería y Leganés de los nigerianos Umar Sadiq y Kenneth Omerou, respectivamente.

 

Tras sus polémicas declaraciones, Infantino tiró del socorrido recurso de "me han malinterpretado", afirmando que su objetivo era transmitir que el fútbol podría "ayudar a mejorar la situación de las personas en todo el mundo". Paparruchas. ¿Saben por qué? Porque en la misma intervención ante la PACE también alabó los progresos de Qatar, sede del Mundial de este año, en materia de Derechos Humanos (DDHH). Lo hizo, además, manipulando la realidad, llegando a afirmar que únicamente han muerto "tres trabajadores y son demasiados" en la construcción de los estadios de fútbol, cuando los fallecidos se cifran por miles.

 

Con tal de justificar lo injustificable, como es la celebración del Mundial en un país que vulnera de manera flagrante los DDHH, Infantino no dudó en posicionarse en contra de los informes de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), que sólo en 2020 cifró los trabajadores muertos en 50 trabajadores, en algo más de 500 los gravemente heridos y en 37.600 quienes sufrieron lesiones de leves a moderadas. Con tal de no admitir que se trata de una mera cuestión de dinero, de mucho dinero, el presidente de la FIFA obvia también informes como los de Amnistía Internacional, que destaca casos como el alrededor de 100 trabajadores migrantes que estuvieron hasta siete meses sin cobrar el salario; o de Human Rights Watch, que llama la atención sobre cómo los derechos de las mujeres en Qatar para casarse, estudiar, trabajar y viajar quedan cercenados por la tutela masculina... la misma que la FIFA y Europa quieren ejercer sobre Europa.

 

A este respecto es muy triste constatar cómo un informe de la propia Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa elogia el impacto de la FIFA en las reformas legislativas en material laboral en Qatar -que tiene paralizadas-... sobre todo porque este organismo, que a pesar de su nombre no tiene nada que ver ni con el Consejo Europeo ni con la Unión Europa, se creó en 1949 para el fomento de la democracia y del estado de Derecho, teniendo como pilar Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales. Terrible hipocresía edulcorada con montañas de petrodólares.

 

Va siendo hora de plantarse -eso también va por las Selecciones y por los jugadores-, de depurar el mundo del fútbol y, sobre todo, de leer más a intelectuales africanos como el economista senegalés Felwine Sarr, que en su ensayo Afrotopía es tajante al afirmar que "África no tiene que alcanzar a nadie. Ya no debe correr por los senderos que se le indican, sino caminar con paso firme por el camino que ha elegido. No se trata de alcanzar a nadie, sino de dar lo mejor de uno mismo".

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