EL INFIERNO NO QUEMA
EL LINCE
Como ateo militante, o sea, que combato toda creencia en un ser superior (y su contraparte) hace unos cuantos años me sorprendió oír que el mandamás del Vaticano había dicho que el infierno no existe. Luego lo desmintió, pero la historia tiene su miga porque casi provoca el infarto total de la iglesia católica por unos momentos. Tantos años asustando (y matando gente) para nada.
Arreglado el roto diciendo que no dijo lo que dijo, con el consiguiente alivio de los crédulos, hay otro mandamás (aunque, en realidad, cada vez manda menos) que dice que el infierno existe y amenaza a Rusia con «sanciones del infierno» si invade Ucrania.
Aunque en Rusia la
iglesia ortodoxa tiene cada vez tiene mayor importancia, y predicamento, el
tema del infierno es considerado «una realidad increada» por lo que no asusta
mucho a quienes van de ese rollo. Mejor que la movida católica, aunque
últimamente parece que estos también van por ahí.
Por lo tanto, y
aunque Rusia no se toma a broma la expansión de la OTAN ni la entrada en ella
de ningún otro país, y menos Ucrania, el tema del infierno les resbala
bastante.
Tanto que acaba de
dar un paso sorprendente y determinante: prohibir las criptomonedas y su
comercio cuando no hace mucho, allá por octubre, Putin había dicho que era una
posible herramienta para desmantelar el sistema financiero global basado en el
dólar.
Este es el quid de
la cuestión y que enlaza con lo que os comenté la entrada anterior sobre el
dólar cayendo cada año como moneda de reserva global. Tal vez esté relacionado
con el informe del FMI o tal vez no, pero lo cierto es que el Banco Central de
Rusia pidió ayer una prohibición total de las criptomonedas porque «se han
vuelto ampliamente utilizadas en actividades ilegales como el fraude». De
inmediato viene a la mente el modelo chino, otra vez, que ya en septiembre
prohibió todas las transacciones y minería con ellas para reforzar su yuan
digital.
Resulta que Rusia
es, detrás de EEUU y Kazajistán, el tercer país en su uso, especialmente
bitcoins, por eso es sorprendente. Pero lo que es determinante es que el banco
afirma sin medias tintas que «las criptomonedas son una amenaza para la
soberanía de la política monetaria de Rusia». Y ¿qué propone? Muy fácil: el
rublo digital, una moneda digital respaldada por el propio banco de manera
similar a China y su yuan digital. Lo lógico es suponer que esta medida se
solicita cuando ya se tiene muy avanzado el diseño alternativo. De lo
contrario, no se entendería.
Por lo tanto, la
amenaza de EEUU de bloquear el acceso de los bancos rusos al dólar pierde mucho
más sentido aún y se convierte en casi irrelevante de hecho. Puede ser muy
eficaz para los titulares de los medios de propaganda, para contentar a las
ovejas occidentales (el rebaño, en la jerga religiosa), pero poco más.
Casi el mismo
lenguaje es el que ha utilizado el mandamás estadounidense con Irán sobre las
conversaciones, que todavía se mantienen, sobre si se retorna al acuerdo
nuclear o no que EEUU abandonó unilateralmente en 2018. Pero resulta que por
todas partes le están saliendo respondones: Rusia y China no solo cierran filas
con Irán, política y económicamente, sino también militarmente. Los tres países
han inciado maniobras militares conjuntas en el Océano Índico.
Pero lo interesante
es lo político, con Rusia siguiendo los pasos de China y anunciando un acuerdo
por 20 años con Irán (en la visita que el presidente iraní está haciendo a
Moscú) y China burlándose en las narices de EEUU al anunciar, de forma oficial,
el número de barriles de petróleo que ha comprado a Irán a pesar de las
sanciones (ilegales, según el derecho internacional) impuestas por EEUU: 1’9
millones de barriles solo en el mes de diciembre.
Súmese a eso lo que
ha comprado a Venezuela y veréis que eso del infierno con el que se amenaza a
los pecadores anti-occidentales, pues como que no.
¿Por qué China hace
públicos esos datos precisamente ahora, cuando nunca lo había hecho? Por dos o
tres razones: la primera, porque ya se ha puesto en marcha de forma oficial el
plan integral de cooperación alcanzado entre los dos países y no hay nada que
ocultar; la segunda, para empujar a EEUU y sus vasallos europeos (Francia, Gran
Bretaña y Alemania) en las conversaciones de Viena sobre el acuerdo nuclear; la
tercera, para señalar a estos histéricos con Ucrania que hay muchas otras
grietas en su imaginario neocolonial.
Todo lo contado
hasta aquí es una especie de vacuna contra la locura occidental en múltiples
frentes. Occidente se ha vuelto loco del todo, comenzando por EEUU. Su cielo
está cayendo sobre sus cabezas y el infierno que promulgan ni existe y si
existiese tampoco quema tanto como ellos dicen. Quieren pelear con dos, incluso
con tres, pecadores a la vez y no pueden con ninguno de ellos ni separados ni
mucho menos juntos. Son como los Hermanos Marx gritando «más madera, es la
guerra» mientras queman todos los vagones. Solo que no tienen gracia.
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