CHINOS EN NEW YORK
Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.
“La conciencia no es más que una palabra que emplean los cobardes para atemorizar a los valientes.” ― William Shakespeare
¿Imaginan la entrada de los chinos en New York?... Finisterre extremo occidental, el far west definitivo de una civilización (la nuestra) eminentemente mortal.
En cualquier caso,
sería tener sentido del Apocalipsis, que en etimología hablada nos dice: la
"revelación" lo revuelve todo. En la literatura como en el arte, eso
es el genio, tener el sentido del Apocalipsis. Revelación y revolución se
convierten en sinónimos. Revelación por la revolución y viceversa, toda poesía
es apocalipsis, poco o mucho, pues hiende el mar en avanzada chorreante de
violencia enloquecida de frenesí, de imprudencia, de generosidad tempestuosa:
sí! de generosidad, pues el vendaval del apocalipsis nos azota con virus
letales, pandemias anunciadas en escrituras apócrifas y palabras de
visionarios, jamás escuchadas... desde antes del Diluvio... y la impaciencia ha
devenido cual aguafiesta, para dejar sin futuro el presente que no dejó jamás
de pretender barrer con la hipocresía pacata de la colonización de mentes,
llevada a cabo por los acopiadores de riquezas, la omnipotencia del dinero, el
egoísmo filoso de los resentidos, los cobardes y traidores, que pululan por
doquier.
La resaca sacudió y
sacude con menor potencia hoy, las cloacas, máxima de nuestra civilización,
plena de forúnculos que estallan, desagües que revientan, el torrente de
mentira que asquea, aún cuándo su estallido alivia, libera, venga... y ¡los
chinos en New York!: erupción del Krakatoa, cuyo aliento -según nos relata la
historia por venir- dará siete vueltas y media a la tierra.
No cierren sus
oídos y ojos, tampoco sus corazones al lirismo satánico del presente, a esta
cólera pisoteada, a los jadeos de moribundos dejados al borde de caminos jamás
transitados... el espectáculo de una humanidad en estado de pánico íntimo
visceral, presa de vértigo de su propio redoble, componen un poema sombrío de
prodigiosa inspiración explícita.
No crean que se lee
impunemente un editorial, escrito pleno de honestidad, naturalidad y pureza,
pues leerlo, deviene en adherir y rechazar: un compromiso digno, honorable...
las apariencias admitidas por el sistema de Mercado de Valores, poder de
trogloditas mafiosos ridículos, familias unidas por temor y conveniencia, hasta
hoy seguras, las ideas impuestas, recibidas, compartidas, comunes, amoldadas,
confortables, no van más: no más comodidad, nada que instale el peligro, ya infiltrado
en la existencia de las comunidades.
En el universo
tecnócrata, la palabra es la auténtica subversiva, la palabra que en la obra de
los trascendentes escritores, siempre ha tomado un papel desafiante,
protagónico, que revoluciona haciéndonos escuchar algo distinto al monocorde
discurso patético de políticos temerosos y devenidos pseudointelectuales de set
de medios feriantes, sin patente ni plan de vacunación.
Palabras prohibidas
versus palabras permitidas, palabras publicadas en libros apócrifos y no en
biblias, el mandato humano sobre el mandato de los dioses, el mandato del
hombre sobre las máquinas. Las pantallas hipnotizan, enceguecen la mirada con
sus haces de luz, dictaminan en monótono soliloquio, mientras sus mandatos son
venerados y cumplidos por masas de humanos, embrutecidos, confusos y perdidos
en la selva de la fantasía posverdadera, que apunta a desequilibrar el todo
armónico.
Cual "acto de
vida", en desfavor "dell montaje de la historiola" que se
construye en el presente y de los intentos de dar legitimidad a la
ficcionalización de escribas, del relato del presente, fraguada en el fogón de
los discursos reduccionistas, de las ideologías de ocasión, presentes en
mercenarios rentados por el poder omnímodo, conformado por un grupo reducido de
ricachones obscenos y funcionarios disfuncionales de gobiernos surrealistas,
que intentan, sin pudor ni resistencia de un pueblo anestesiado, inmortalizar a
oportunistas emoticones encarnados en humanoides, arrastrándose por la vereda
del sol, implantando un sistema de esclavos sonrientes.
En el vasto
entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse, como
paradigmas innegables, los relatos que -desde la ficción- indagan, preguntan,
representan la realidad social mediata e inmediata, coqueta y vacua de la
"canalla" que rinde culto al negocio de la sumisión y la
incontinencia burguesa, sin imaginar la tan ansiada entrada de los chinos en
New York, para quienes no dejan de fantasear con un final ordenado de ciclo en
la pobre historia de occidente, tan limitada en sus fines.
La historia
transita hoy se hace relato fabulado, biografía novelada, cómic, abandona los
enunciados verificables y la remisión a determinados y específicos hechos,
comprobables de manera total y absoluta, ¿o alguien ha muerto?... ¿el Covid es
sólo un pasaje en inmediatez?... persistirán con viejos juegos de azar los
vetustos dueños del mundo occidental... me conmueve tanta estupidez, no deseo
ya ni siquiera protestar, eterno debate interior entre arte y moral.
Transporto la
erupción del Krakatoa al vocabulario, a la puntuación. El jadeo de las frases
hachadas por los puntos suspensivos que no señalan ni el gusto por lo vago, ni
el titubeo rudo sino jadeo ronco, ¿no es acaso el el ahogo por la indignación,
el asma del furor ante tanta cobardía de enfrentar lo evidente?... inscribo
sobre la sintaxis el 'gong' de cataclismos íntimos y universales. Contra los
"circuncisos de la sintaxis", "los castrados del
academicismo", "los fraudulentos infectos jefes de la porquería
planetaria", sellando un futuro donde la podredumbre y el final anunciado
de un tiempo que fue hermoso, cedan paso a la vulgaridad escatológica ya
instalada... La Ley del Talión es un reflejo de brutalidad, que no deja de
volver sobre una humanidad congelada y avara de sus placeres.
Indiferentes a toda
imposición de los ‘imbéciles’ que manipulan nuestra existencia, de manera
grosera y prepotente, no aceptar las herencias de ‘última hora’ impuestas por
el régimen, que atenta contra la condición humana… reinventarnos a nosotros
mismos, aún en la ilusión de lo real, resucitándonos, decidiendo que el relato
de nuestra historia lo construiremos desde la verdad ontológica y lógica, a
partir de un discurso encarnado en actos de vida, que se erigirá incuestionablemente
como expresión de una totalidad, un paso hacia una opción ética y estética
fascinantes, en abierto ataque frontal a la sociedad de consumo y alienación,
bajo la sombra del Covid, implacable, anunciando el final de un tiempo y de una
época... apocalipsis anunciado e ignorado por los negacionistas acumuladores de
activos incorpóreos... nuestros verdugos.
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