LAS MACROGRANJAS Y PANCHO VILLA
JORGE BEZARES
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, se reúnen en el Ministerio de
Consumo, a 13 de enero de 2022, en Madrid (España).- Ricardo Rubio / Europa
Press
Quizás sea cierto que la derecha española es tan ultramontana porque la Transición democrática no le pasó factura a Francisco Franco y a toda su obra: una guerra civil y cuarenta años de dictadura de persecución del derrotado hasta el exterminio. Sí, por eso mismo, porque no se siguieron los pasos de países como Alemania tras la caída de Hitler, el franquismo siguió vivito y coleando tras su muerte. Apenas algunos intentos legislativos de memoria, y un desalojo del Valle de los Caídos.
De hecho, Alianza
Popular, encabezada por Manuel Fraga, parecía salida del mismísimo testamento
del dictador, que pretendió dejarlo todo atado y muy atado.
Es verdad que
existía una corriente más radical, Fuerza Nueva y todas sus variantes de la
ultraderecha, pero AP, repleta de ex ministros de Franco, era la heredera con una
débil pátina democrática.
En los tiempos que
corren no digo yo que todos los dirigentes del partido que encabeza ahora Pablo
Casado sean franquistas. Si lo dijera, faltaría a la verdad. Pero no es menos
cierto que existe un poso franquista importante en el principal partido de la
derecha española. En Vox están alicatados de franquismo hasta las orejas.
La impunidad que
les dio la joven democracia española está en su ADN, y ahí nace esa tendencia a
la corrupción desde que Aznar sentara sus posaderas en el trono de Fraga, entre
1989 y 1990. Con Gürtel y Púnica como mangancias estelares, el PP ha acumulado
272 causas judiciales abiertas por toda la geografía española. ¿Se imaginan qué
le ocurriría a un partido político con un historial similar en un país de la
Europa con más trienios democráticos? Pues que estaría clausurado a cal y canto
por la autoridad gobernativa, con un cerrojo de seguridad de los tribunales de
justicia.
Esta tendencia al
enriquecimiento a través de la política, con una estación de paso en la
financiación del partido, no está en el credo de la derecha como un pecado,
sino como un milagro, como un negocio que conlleva una comisión como Dios
manda.
Otra de las señas
de identidad del PP de Aznar, Rajoy y Casado es una oposición poco generosa,
entre mezquina y feroz. Cuando están en el poder, todas sus actuaciones son
políticas de Estado. Sin embargo, cuando pasan a la oposición, España se rompe
a cada decisión que toma el Gobierno de izquierdas. Esta reacción está asociada
a un profundo sentido de la propiedad: si la Patria no es mía, que se vaya al
carajo.
Durante todas las
etapas desde la refundación han operado con la misma mala baba. Aznar machacó a
Felipe con aquel "váyase, señor González", y una operación mediática
mafiosa para desalojarlo del poder. El tercer presidente de la democracia
española llevó a España a la CE y protagonizó la mayor transformación de la
historia de nuestro país.
Rajoy, que era algo
más sensato, hizo lo propio con Rodríguez Zapatero: llegó a decirle en un debate
parlamentario la siguiente parrafada: "Si su mandato terminara aquí, usted
pasaría a la historia como el hombre que en un año puso el país patas arriba,
detuvo los avances, creó más problemas que soluciones, hizo trizas el consenso
de 1978, sembró las calles de sectarismo y revigorizó a una ETA
moribunda". ZP logró que ETA bajara la persiana de su actividad criminal.
En una de las
peores etapas de la historia reciente de España, con una pandemia que va por la
sexta ola y que dejó sin empleo a millones de españoles, Casado no le ha dado
tregua a Pedro Sánchez. Apenas algún gesto, como la renovación del TC y la
RTVE. El CGPJ no se toca, que ahí se dirime en parte sus porquerías. El resto,
leña al mono: todo día Pedro Sánchez volando en el Falcon (lo último: 16.000
vacas contaminan menos que una hora de avión presidencial), todo el día
Gobierno bolivariano, todo el día ETA y los independentistas.
Ahora, Casado y sus
mariachis quieren acortar la legislatura por lo civil o por lo criminal. Sus
medios, que son casi todos, están todo el santo día especulando con ese
adelanto electoral, y machacando a Pedro Sánchez con mentiras y medias
verdades. La estrategia del peor trumpismo en Europa. El objetivo es que el
actual Gobierno no pueda gestionar los 69.500 millones de euros (recibió en
agosto los primeros 9.000 millones) del Fondo de Recuperación de la UE. El
Gobierno de Ayuso, que se ha alineado recientemente con Génova, ha llevado al
Tribunal Supremo el "reparto arbitrario" de dichos fondos europeos.
Blanco y en
botella. La batalla política está ahí, en esa ingente cantidad de dinero que
recibirá España hasta 2026 para su transformación. ¿Se imaginan la que puede
liar el PP con esa pasta gansa? De entrada, se podría cambiar de sede, en una
especie de nueva refundación, ¿no? Y una nueva hornada de Albondiguillas,
Bigotes, Cabrones y Correas recuperarían la vieja tradición de cuantos más
sinvergüenzas, mejor.
Por eso, porque
está meridianamente claro dónde está el punto filipino, no se entiende muy bien
en estos momentos el debate de las grandes explotaciones ganaderas, que solo
está sirviendo para debilitar al Gobierno por la sensación de ‘ejército de
Pancho Villa’ que transmite.
El don de la
oportunidad no está entre el arsenal de virtudes del ministro de Consumo,
Alberto Garzón, que, además, parece que ha ido por libre, sin coordinarse con
el Gobierno, en ese afán por crearse una agenda propia en un Ministerio con
poca chicha, con la urgencia de poner el sello de Unidas Podemos en los medios
y en el BOE.
Dicho esto, y a la
espera de un momento político algo más oportuno -superada la sexta ola, con la
reforma laboral enjaretada y alejado de procesos electorales-, no tengo ninguna
duda de que la mayoría de las macrogranjas son "inhumanas" y representan
una bomba de relojería para los acuíferos por la gran cantidad de lixiviados
que llegan hasta ellos sin control alguno.
Quizás, solo
quizás, la próxima vez sería interesante conocer, antes de nada, la opinión de
la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, sobre estas
explotaciones.
Es la voz
autorizada, y me fío de ella en estos asuntos tan volátiles mediáticamente.
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