CARMENIZARSE
"La
carmenización es ese proceso de moderación en pendiente suave. Algo así como
entrar al gobierno con chaqueta de pana y salir en un consejo de
administración".
ANTONIO MAESTRE
Manuela Carmena y Pedro Sánchez, juntos en un acto público | EFE (Archivo)
Carmenizarse es como deslizarse de manera gradual y paulatina sin ser consciente del peligro hasta sentir la caída dándose de bruces con la realidad. Las derivas socioliberales son de cadencia dormitante, un movimiento lento que impide atisbar el riesgo hasta que no hay tiempo de revertirlo. La carmenización es ese proceso de moderación en pendiente suave, casi imperceptible, de trilerismo paciente, que empieza en un gobierno de izquierdas con soviets y acaba aprobando la Operación Chamartín. Algo así como entrar al gobierno con chaqueta de pana y salir en un consejo de administración.
Prestar atención a
las noticias de fondo ayuda a desentrañar el humor social que tiene la
capacidad de conformar el sentido común popular. Noticias muy relevantes que no
han tenido el eco que se merecen en el espectro de la izquierda y que tendrían
que haber hecho saltar todas las alarmas. Una encuesta de 'El País' publicada
el pasado domingo sobre la labor del gobierno de coalición daba un dato
demoledor de percepción social: los ciudadanos creen que este gobierno protege
más a los poderosos que a los vulnerables. Es un dato que por sí solo sería
preocupante para cualquier gobierno, pero más aún para el que se quiso poner el
nombre del más progresista de la historia.
No es difícil
desentrañar las razones por las que puede existir esa percepción si atendemos a
las declaraciones de Mariano Rajoy sobre la reforma laboral: "Al PP no se
le llama para hablar de la reforma laboral y ahora se pretende que se sume a
una reforma que modifica, aunque sea muy poco, pero en la mala dirección, la
reforma laboral que aprobó en su día el PP". A ese reconocimiento del
antiguo creador de la reforma de 2012 se unen los intentos de la patronal
porque Ciudadanos saque adelante el texto legal. Es fácil comprender por qué la
ciudadanía piensa que este gobierno falla de ambición por la izquierda viendo
las valoraciones y defensas de sus medidas.
Las posiciones
sobre el contenido de la reforma laboral ya han quedado fijadas. Algunos no entendemos
que desde la izquierda se defienda con ahínco lo que se hubiera criticado con
ferocidad si esta misma reforma la hubiera sacado un gobierno del PSOE en
solitario, esas posiciones ya las tendrán que defender ante su electorado,
unos, y ante sus lectores, otros. Ellos sabrán. Pero ahora se trata de
aprobarla y ver quién la sacará adelante, los partidos que den su voto positivo
serán el termómetro que iluminará el contenido por la vía de los hechos.
La patronal está
haciendo lobby para que pueda ser aprobada porque es consciente de que esta es
la oportunidad soñada para que no se vuelva a hablar de revertir algunas de las
cuestiones más lesivas que toda la izquierda lleva pidiendo desde el año 2012,
aunque alguna de esa izquierda ahora se haya bajado. Por eso han movilizado a
Ciudadanos, para que se la apruebe a este gobierno al ser consciente de que
dejar a un lado a BILDU y ERC supone un doble triunfo, evitar que puedan meter
cuchara en la reforma y lograr que sea más ambiciosa y llevar al gobierno a
posiciones de orden alejándolo de los nacionalistas. Porque Bildu y ERC votarán
que no si la reforma laboral se lleva al Congreso a votación tal y como está.
Todos entendemos la relevancia política y las implicaciones de aprobar la mayor
norma del trabajo con Ciudadanos en vez de con ERC y Bildu.
Hay que repetir el
dato porque de él depende que acabe llegando la extrema derecha al Consejo de
Ministros y Ministras. Los ciudadanos creen que este gobierno favorece a los
más poderosos frente a los vulnerables. Quizás habría que poner carteles
motivacionales en la sede de Unidas Podemos, al estilo de los pósters de Mr.
Wonderful que había en la sede de Ciudadanos, con la frase para que sean
conscientes de que en esta dirección está todo perdido. La ciudadanía cree que
el gobierno favorece a los poderosos frente a los más vulnerables. Una
percepción que va ser difícil levantar en los próximos dos años con la actitud
contemplativa del gobierno en lo que respecta a sus medidas progresistas. Sin
ambición mirando a la izquierda no repetirá victoria electoral.
El gobierno, como
los partidos, es solo una herramienta para el pueblo, sirve mientras nos sirva.
No se le debe pleitesía ni servilismo. Si las personas de izquierdas sienten
que es solo un gobierno más al servicio de los poderosos, como trascendía en la
encuesta de 'El País', se quedarán en casa en las próximas elecciones, no hace
falta que voten a nadie diferente, simplemente sentirán que darle otros cuatro
años para volver a decepcionarse no merece la pena. Manuela Carmena lo sintió
en carne propia en el Ayuntamiento de Madrid cuando perdió el favor de los
barrios populares que le dieron su apoyo a los que olvidó intentando no enfadar
demasiado a la derecha. Este gobierno está dando señales alarmantes de carmenización,
aunque está a tiempo de revertirlo.
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