PEDERASTIA BAJO SOTANAS
POR PUÑO EN ALTO
En numerosos países, ya sea por poner en práctica las buenas intenciones que tanto predican o por miedo a seguir perdiendo fieles, desde las instituciones católicas se ha asumido la responsabilidad que conlleva el haber sido denunciados por abusos sexuales, dando por respuesta la dimisión de obispos involucrados directa o indirectamente en los mismos, indemnizando a las víctimas para compensar los daños causados e incluso, en algunos casos, se han sufragado comisiones independientes para llegar hasta el fondo de dichas investigaciones y delitos cometidos por personal religioso durante las últimas décadas. No es el caso de España, claro.
Que la Iglesia ha
cometido miles de abusos sexuales hacia niños y niñas durante muchísimos años
es un secreto a voces, voces que son ignoradas cuando no silenciadas. Pero lo
cierto es que hay un desinterés general por parte de las instituciones en
investigar esta lacra como ocurre también con el silenciado tema de los miles
de niños robados, y si hablamos de La Conferencia Episcopal Española, ya no
solo es que haya un desinterés en investigarlo, sino que además vemos como se
ríe de las víctimas que con tanto esfuerzo y miedo denuncian dichos abusos.
Ejemplos hay muchos, como el hecho de que el obispo Juan Antonio Menéndez
(fallecido en 2019) fuera nombrado presidente de la comisión antipederastia de
la CEE, a pesar de que se tenía constancia de que había cambiado en último
momento la pena impuesta, rebajándola, a un sacerdote acusado de pederastia,
antes de ser enviada a Roma.
También encontramos
que ante el último documento que recientemente se ha enviado incluso al
Vaticano con más de 251 casos nuevos de pederastia, la CEE no da crédito
suficiente y apunta a que todo forma parte de una campaña de ataque y
desprestigio hacia la Iglesia, sin caer en la cuenta que la mejor campaña la
han hecho ellos mismos al incumplir incluso sus propias normas canónicas, por
no hablar de las conductas antiéticas que llevan realizando desde hace cientos
de años mientras predican todo lo contrario.
El Papa Francisco
desde el Vaticano, como así le corresponde, ha mandado investigar esos abusos
en la Iglesia española, no sabemos si realmente con buenas intenciones o para
intentar tapar como el mismo Vaticano ha encubierto durante tantos años esos
delitos y tantos otros llevados a cabo por miembros de la Iglesia. Ante ello,
distintos responsables católicos españoles se atreven a declarar que no les
interesa el tema y que es sucio, o que solo son pequeños casos o se niegan a
abrir una investigación canónica. También encontramos falsas buenas palabras,
como la proveniente de la Congregación de los Maristas que sin despeinarse
dicen que condenan esos terribles hechos, que piden perdón a las víctimas, las
cuales son su prioridad, que creen en su palabra y se ponen a su disposición,
olvidándose mencionar como años anteriores incluso trasladaron de lugar a un
religioso por abusos cuando el caso se hizo público.
Para colmo, la
fingida incredulidad de la CEE ante las denuncias de abusos sacadas a la luz en
medios de comunicación, la basan en que las víctimas nunca denuncian
directamente en la Iglesia, sino que denuncia en otras instituciones o en la
presa. Después de saber y de tener constancia de numerosos casos en los que los
mismos representantes de la Iglesia han protegido a acusados de estos abusos,
no solo puede parecernos una actuación macabra por parte de la CEE, sino que
además ellos mismos están incumpliendo numerosos artículos de la carta
apostólica que el Papa Francisco mandó en 2019 – y recordemos que es el máximo
representante de la Iglesia – donde insistió en que se investigue cualquier
caso de abuso del que se tenga constancia, aunque sea a través de medios de
comunicación o por un simple rumor. Pero para la CEE no es más que papel
mojado.
Y uno de los
problemas con los que se encuentran todas esas valientes víctimas que sacan su
testimonio a la luz, es que dichos abusos han prescrito ante nuestra justicia,
de modo que la única posibilidad de reparación que les queda a todos ellos es
que la misma Iglesia quiera reparar dicho daño voluntariamente, dependiendo de
ella el reconocer el daño causado y el compensar dicho daño.
Mientras en otros
países han reconocido esos abusos e intentan hacer un poco de justicia con las
víctimas, como en Francia donde se ha reconocido a 330.000 víctimas tras una
comisión de investigación y donde la institución eclesiástica dice incluso
estar dispuesta a vender “su” patrimonio inmobiliario para pagar las
indemnizaciones, en España la Iglesia dice desconocer el número de casos de
pederastia o afirman que es un número muy muy bajo, obviando que algunas
diócesis españolas incluso han pagado a las víctimas a cambio de silencio o
bajo amenaza, a pesar de que estos acuerdos extrajudiciales también estén
prohibido por el Vaticano desde 2019. Aclaran que no van a abrir una
investigación general y piden que, si hay víctimas de abusos, estas acudan a
sus oficinas de atención; curiosamente en dichas oficinas apenas se han
registrado denuncias mientras que estas no paran de llegar a la prensa que han
destapado los últimos casos.
Ante la ausencia de
datos oficiales en nuestro país, no queda más remedio que contabilizar los
casos conocidos a través de los medios de comunicación o por las escasas
sentencias judiciales, de las que se sabe que ridículamente son unos dos
millones de euros lo que la Iglesia ha tenido que gastar en indemnizaciones a
nada más y nada menos que 173 víctimas. Cerca de 200 víctimas de las que
oficialmente se tiene constancia, pero se deduce que hay miles más.
Con estas
evidencias en las manos, podemos deducir que uno de los miedos que tiene la CEE
de sacar la verdad a la luz es el hecho de que tienen que pagar
-económicamente- por ello. Y para la Conferencia Episcopal Española eso sí que
no es papel mojado.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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