PABLO IGLESIAS, PERIODISTA
ANÍBAL MALVAR
El ex vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, interviene en un
coloquio junto a los candidatos de Unidas Podemos por Valladolid, en la Cúpula
del Mileno de Valladolid, a 22 de enero de 2022, en Valladolid, Castilla y León
(España). - EUROPA PRESS
Es muy triste observar cómo Pablo Iglesias ha pasado de repente de ser uno de los políticos, y transformadores de nuestra sociedad, más influyentes de las últimas décadas, a convertirse en un simple desmentidor de bulos. Es muy triste pero lo comprendo. Por él, no por mí, pues a mí Pablo Iglesias me hacía mucha más gracia como político (y nunca le he votado) que como desmentidor de bulos.
Que brillantes
políticos tengan que abandonar la política para dedicarse a desmentir a los que
mienten sobre nuestra convivencia política es como si nuestra madre nos
despariera. Me niego a admitirlo, pero parece ser que es necesario.
Si no lo fuera, me
resultaría difícil encontrar una razón por la que La Ser, La Sexta, la Cope,
todos los viejos medios y Radio María (es que no escucho otra cosa) llevan una
semana dedicando más minutos a la decisión desbulizadora de Pablo Iglesias que
a la pobreza infantil, por poner solo un pueril ejemplo. Hay 2,2 millones de
niños españoles en riesgo de pobreza esta mañana y, que yo sepa, Pablo Iglesias
es solo un particular. Creo que al ex líder de Podemos lo están tratando con
demasiada condescendencia y demasiado share.
A partir de ahora,
a los viejos medios de comunicación habrá que rebautizarlos como miedos de
comunicación, pues, que yo sepa, el primer deber de un medio de comunicación es
no tener miedo, ni achantarse jamás, ante un político ni ante un poderoso ni
ante nadie. Los mismos medios que hasta ayer denigraban a Pablo Iglesias como
'rata coletas perroflauta' en tono de risa floja, hoy están acojonados, y
aúllan porque un ciudadano haga un programa para desmentir sus falsedades. Es
como si Batman le tuviera miedo a sus dibujantes.
A mis colegas
tertulianos se les llena la boca de feraces gajos de mandarina gritando en los
debates que quién es Pablo Iglesias para cuestionar el trabajo de nuestros
periodistas. Pues la respuesta hoy es sencilla: es un particular, un cliente,
un oyente, un lector y un profesor.
Y, si nos la cogemos
sin papel de fumar, una víctima. No lo digo yo solo. Lo escribió el nada
sospechoso espía monárquico y ex director del ABC Luis María Anson el 11 de
mayo del pasado año en El Mundo: "Iglesias carga sobre los hombros un
notable equipaje cultural y no se merece el linchamiento atroz al que algunos
le han sometido". No especificaba que escribía estas líneas desde uno de
los periódicos que más han contribuido a ese tan inmerecido como atroz
linchamiento, por insistir en sus académicas prosodias.
Todavía no he
visto, querido Anson, en ninguna portada de tu periódico (y creo que tampoco en
las páginas del corazón), noticia alguna sobre la casi veintena de acusaciones
falsas contra Podemos y Pablo Iglesias que fueron desestimadas por los
tribunales.
Es increíble, casi
propio de la Marvel, que nuestras perfumadas oligarquías le sigan teniendo
tanto temor a Pablo Iglesias, un chaval de Vallecas. Que solo va a hacer un
programilla sobre los medios, coño. No va a envenenar las alcantarillas de
Gotham. Que eso ya lo hacéis vosotros.
Aquí nadie se quejó
cuando una periodista ascendió a Reina de España, pero ahora nos rechinan los
dientes porque un político quiera descender a periodista. Y no tardarán mucho
en llamarle puerta giratoria a esto de bajarse al fango. Con lo a gustito que
estaría Pablo Iglesias sobre los sillones y los millones de moaré sobre los que
podría haberse sentado si aceptara un puesto en el consejo de Iberdrola, por
poneros un electrizante y carísimo ejemplo.
A mí, perder a un
político de su talla para ganar un periodista, me supone una tristeza. Pero
parece ser que es necesario en estos tiempos. Si no, los medios
carpetovetónicos no estarían tan nerviosos por la llegada al fango mediático de
Pablo Iglesias. Bienvenido.
Nunca pensé que
escribiría esto, pues soy de natural pacifista y algo apanfilado, pero tener
entre nosotros a alguien que mete tanto miedo, por una vez, me parece hasta
gozoso. Aunque, insisto, yo a Pablo Iglesias lo prefería armando mociones de
censura, asaltando mezquitas de Córdoba e instigando abdicaciones de reyes.
Será que soy algo nostálgico.
Hasta que veo que
cotillea en Telegram con datos filtrados del CIS.
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