lunes, 10 de enero de 2022

MACROGRANJAS INFORMATIVAS

 

MACROGRANJAS INFORMATIVAS

El modelo intensivo de prensa se caracteriza por lograr la máxima explotación del producto en el menor espacio posible, así que durante días no se hablará de otra cosa en este país que de algo que nunca pasó

GERARDO TECÉ

En el escándalo anterior, al ministro de Consumo, Alberto Garzón, le pidieron la dimisión por decir una obviedad científica: el consumo excesivo de carne, además de contaminante, es malo para la salud, la dieta debe ser variada. Mi corazón nunca olvidará al exministro de Interior Juan Ignacio Zoido subiendo a Twitter la foto de un chuletón a modo de desagravio para, al día siguiente, compartir la imagen de una ensalada porque, según Zoido, lo suyo es variar la dieta. Que nadie le dé pistas a ver si se da cuenta, propuso alguien en redes sociales y Zoido sigue, a día de hoy, viviendo una vida feliz y comiendo variado.

 

La nueva polémica motivo de peticiones de dimisión para Alberto Garzón tiene que ver con su defensa de la ganadería extensiva. Es decir, esa ganadería al aire libre que usted conoce de pasar con el coche por carreteras secundarias y ver ovejas, vacas o cerdos en mitad del campo. Si a las vacas y los cerdos no se les ve desde el coche es probable que estén hacinados en inmensas naves. Eso se llama ganadería intensiva y Garzón dijo en una entrevista en el diario británico The Guardian otra obviedad sobre este modelo: es contaminante, trata mal a los animales y además la carne que resulta de esta práctica es peor para el consumo que la del animal que crece en libertad. Una obviedad más –hasta el momento decir obviedades es el sello del Ministerio de Consumo dirigido por Garzón– que la oposición política y los grandes medios españoles –perdón por la redundancia– han traducido de la siguiente manera: Garzón ataca a los ganaderos españoles y dice que la carne española es de mala calidad. Algo así como concluir que si se piden coches menos contaminantes se está llamando cabrón al que inventó la rueda.

 

 

 

El gran éxito de Alberto Garzón como ministro está siendo involuntario: dejar claro cómo funcionan en España las macrogranjas informativas. Ya saben, esos conglomerados empresariales que controlan una información hacinada –el 90% de la información en España– cuyos despachos nunca podemos ver. Macrogranjas en las que el análisis de lo que ocurre en la sociedad crece maltratado para acabar contaminando al lector, espectador u oyente, proporcionándole un producto de baja calidad. A pesar de la evidencia –pocas veces el periodismo lo tiene tan fácil a la hora de confirmar una información como leer la entrevista de la que surge el supuesto escándalo– de que el ministro no ha atacado a la carne ni a la ganadería española, las macrogranjas informativas seguirán a lo suyo, cebando y distribuyendo al por mayor una información frente a la que se declararán imparciales: ni a favor ni en contra del bulo, simplemente interesados en saber qué le parece a usted que Garzón ataque a nuestros ganaderos y a nuestra carne.

 

El modelo intensivo de prensa se caracteriza por lograr la máxima explotación del producto en el menor espacio posible, así que durante días no se hablará de otra cosa en este país que de algo que nunca pasó. Telediarios, tertulias y políticos en redes harán de un escándalo artificial el monotema de conversación, logrando así el máximo beneficio. En el caso de las macrogranjas informativas, el máximo beneficio consiste en que la realidad sea lo menos importante y que lo que importen sean las reacciones que se producen frente al bulo. Esto genera momentos impagables. “La UPA, Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos Andaluces, ha pedido la dimisión de Garzón”, titulan los medios y no mienten en este caso. Es cierto. La misma UPA que en 2018 pidió en Bruselas la prohibición de las macrogranjas pide hoy la dimisión de Garzón por criticarlas. El milagro del periodismo intensivo de bulo, acoso y derribo es lograr un estado desquiciado de las cosas que, en unos años, espero, miraremos con incredulidad. En España, la aportación de la gran prensa a la crisis climática fue llamar escándalo a reflexiones de primero de obviedad. Mientras, el think tank de la derecha española, siempre a la vanguardia, se dedicó a inundar Twitter con fotos de chuletones para que dimitiera el ministro. Ojalá a Garzón no se le ocurra un día recordar que los semáforos hay que cruzarlos cuando el muñeco está en verde. Sería una masacre.

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