EL CANDIDATO DE VOX Y EL CENICERO
DEL SEISCIENTOS
La
prensa española se ha moderado una barbaridad desde la llegada de la
ultraderecha y la acusación de nazismo, a día de hoy, sólo se usa para
ocasiones especiales
GERARDO TECÉ
Todos tenemos un pasado, pero unos más que otros. Estos días me viene a la cabeza el de Guillermo Zapata. ¿Lo recuerdan? Un tipo inteligente, culto y noble, según lo describen amigos comunes de los que me fío bastante. Fue delegado de Cultura del Ayuntamiento de Madrid durante la friolera de tres días con sus tres mañanas, tres tardes y no sé si llegó a la tercera noche. El tiempo que tardó la oposición política y mediática en torcer el brazo de la recién nombrada alcaldesa Manuela Carmena y hacerlo dimitir por un tuit escrito años atrás: ¿Cómo metes a seis millones de judíos en un Seat Seiscientos? Muy fácil: en el cenicero. ¡Eso es
nazismo! Gritaron indignados cargos públicos del PP, radios, portadas de periódicos y tertulias de televisión durante lo que duró la cacería. En aquella época, curiosamente se usaba la palabra nazi para describir a políticos. Para quienes estábamos allí, en aquellos primeros años de un Twitter que era gamberro y libre en el mejor sentido de ambas cosas, estaba claro que lo de Zapata simplemente se trataba de humor negro y que era bastante improbable que aquel concejal barbudo de Cultura de Madrid, al llegar a casa y soltar el maletín de trabajo, se pusiera el pijama de las SS para estar cómodo.En el Twitter de la
época del cenicero del seiscientos, como en las cervezas entre amigos, uno
podía decir la mayor barbaridad del mundo con la tranquilidad de que el resto
de habitantes del ecosistema entenderían que se trataba de una broma. Yo
escribí muchas barbaridades en aquel entonces y aún me las siguen recordando
algunos que de verdad las piensan a día de hoy. Al no haber sido nunca cargo
público nunca tuve que dimitir de mí mismo, lo cual hubiera sido un follón. En
aquel Twitter uno podía insistir en la necesidad de encarcelar a los
intolerantes al gluten por estafadores y todo el mundo sabía que aquello,
difícilmente, se decía con la intención real de convertir Soto del Real en una
prisión de alta seguridad para los malditos celiacos. Uno podía hacer
comentarios nazis como Zapata y nadie, en su sano juicio, pensaba que uno lo
fuera realmente, porque qué pintaba un nazi real en Twitter. Qué tiempos,
¿verdad?
Meses después de
dimitir Guillermo Zapata publiqué un artículo en CTXT. En él trazaba una
analogía entre la Alemania que aquellos días sometía a Grecia a salvajes
recortes y la banalidad del mal descrita por Hannah Arendt en su libro. Es
decir, cómo las mayores atrocidades pueden llegar a naturalizarse como simples
actos burocráticos: el tipo que controlaba los horarios de trenes llenos de
judíos sólo cumplía su trabajo, que era lograr la máxima puntualidad; el
ministro de Economía que sometía a Grecia a un futuro de pobreza sólo cumplía
un programa de ajustes económicos. Aquel artículo lo compartió Guillermo Zapata
en sus redes sociales recomendando su lectura y la segunda cacería contra él no
duró tres días, sino uno. Al día siguiente, varias portadas de prensa acusaban
al ya dimitido concejal Zapata, aún vinculado al Ayuntamiento de Carmena, de
haber compartido un texto en el que se llamaba nazi a Ángela Merkel –el curioso
caso del nazi que acusa de nazismo–. Me escribió diciéndome que iba a borrar el
tuit en el que recomendaba mi columna porque todo aquello, con razón, no le
merecía la pena. Nacía por aquel entonces el invento del puño mediático. Es
decir, la dimisión de la prensa de sus funciones de vigilar al poder real para
convertirse en la bestia capaz de derribar a hostias pequeños objetivos
disidentes mediante la fórmula mágica de manipulación más mucha insistencia.
Años después lo conocemos bien.
Los políticos y
medios de comunicación que se escandalizaron con el nazismo de aquel joven
cultureta de izquierdas parecen haberse relajado bastante con el asunto en los
últimos tiempos. No hay más que ver el fair play con el que han recibido la
llegada del candidato de Vox a las próximas elecciones de Castilla y León y
posible próximo vicepresidente. El tipo, un ultraderechista homófobo, clasista,
racista y machista, según deja constancia su cuenta de Twitter plagada de
ataques reales –no chistes– contra minorías, pasea con tranquilidad su
candidatura, seguro de que el puño mediático no irá a por él. No le dedicará
portadas, aperturas de telediario ni tertulias mañana tarde y noche obligándolo
a dimitir. Por suerte la prensa española se ha moderado una barbaridad desde la
llegada de la ultraderecha y la acusación de nazismo, a día de hoy, sólo se usa
para ocasiones especiales. Quizá un concejal de Cultura, un colegio catalán o
una protesta feminista. Poco más. Si el candidato de Vox no le escribe
agradecido a Guillermo Zapata, además de un machista, racista y homófobo,
demostrará ser un desagradecido.
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