EL CASO GARZÓN
EDUARDO
UVEDOBLE
La expresión “la realidad supera la ficción” se cumple, por desgracia. No hace falta ver en ello ningún misterio metafísico, sencillamente se deba a que las capacidades mentales que facilitan la imaginación humana suelen ir siempre por detrás de los acontecimientos, el verdadero problema es como el acontecimiento, la realidad, va adquiriendo a fuerza de superar a la ficción un tono cada vez más ficticio. Y pero todavía, y ahí su desgracia, no solo ocurre en cuanto al contenido, siendo las personas cada vez más personajes, también en cuanto a la forma, de manera que la realidad no puede compararse con un buen relato sino con una farsa tan grotesca como cruel.
En estas semanas
nos topamos con un buen ejemplar de este drama real, el caso Garzón, o más
exactamente el sintomático caso Garzón, un fenómeno poliédrico y contradictorio
que recoge perfectamente la grotesca y absurda farsa en la que estamos
instalados. Una vez más vemos como vuelve a usarse el término comunismo, no en
el sustantivo que designa un programa político o una ideología, sino como un
adjetivo que designa una cualidad, en este caso lo de lo maligno, porque acaso
hay algo más maligno que aquello que deliberadamente ataca lo más sagrado,
tradicional y a la vez libre como es la comida, las recetas de tu abuela, los
ingredientes típicos de tu región, y sobre todo, cómo decides tú alimentar a tu
familia, que es a fin de cuentas lo más importante de una sociedad, la familia.
Pues bien eso es lo que los comunistas quieren arrebatar a la civilización, su
enemistad con la libertad es tal que no solo quieren controlar lo que pensamos,
hasta nos quieren obligar a todos a comer lo mismo, y la prueba más palpable de
ello es Garzón.
Ahora bien,
exactamente quién o qué es Garzón, según por dónde se lo mire se va a obtener
una imagen diferente, tratándose de un personaje público eso es normal. En este
aspecto podemos ver tres personajes distintos. De un lado está Garzón el rojo,
el abyecto marxista bolivariano proetarra que trabaja para destruir la
civilización. Su abyección ideológica le priva de racionalidad y como rojo que
es, está programado para destruir España, la libertad, a un bebé y a todo lo
bueno y sagrado del mundo. Las casas de apuestas, la bollería y los refrescos
azucarados, los chuletones, y ahora le toca el turno a nuestra ganadería, no es
solo la industria cárnica, es también contra todos los cerdos, vacas y corderos
españoles. Este Garzón es la más clara demostración de la naturaleza perturbada
y sombría del gobierno de coalición, que una de dos, o está secuestrado incluso
hipnotizado por el poder oculto de los enemigos de España, o son los mismos
enemigos de España pero con un rostro más amable. Para los que profieren este
Garzón rojo, empelan estas imágenes a conveniencia, convirtiéndolo así en una
pieza imprescindible de su argumentario, cualquier cosa que haga o diga se
convierte fácilmente en otro gran escándalo.
También está el
Garzón comunista, el que él mismo dice ser, como Yolanda Díaz, su filiación a
las siglas PCE así lo demuestra, claro que el caso de esta formación política
nada tiene que ver con otras formaciones de este país que entre sus siglas
ostentan términos como socialista o incluso popular, y sin embargo poco tiene
que ver con el socialismo y con el pueblo. En cualquiera de los casos, este
otro Garzón, el comunista, ahí está, en la estela del compromesso storico,
acometiendo la histórica tarea de demostrar que este país, con sus actuales
instituciones y poderes, puede ser gobernado, y bien, por comunistas. Que estos
se vuelven imprescindibles en su tarea de dirigir al gobierno por la izquierda,
que son necesarios para impedir que el PSOE, como siempre, gobierne para la
patronal, en resumen, Garzón el comunista del siglo XXI. Los usuarios de esta
imagen de Garzón se mueven entre el posibilismo y el mal menor, tal vez
mencionen el capitalismo en algún momento pero solo para hallar una
coexistencia pacífica buscando su forma menos lesiva, naturalizándolo de acto
al tenerlo por inevitable. Cualquier postura política que no admita el
capitalismo se vuelve así, para estos modernos comunistas, una organización
sectaria que quiebra la unidad de una supuesta izquierda ideal.
Y luego estaría
Garzón el ministro de la coalición, ese ministro que a cada poco su propio
gobierno debe desmentirle y recordar, a modo de excusa, que es que se trata de
un gobierno de colación con diferentes sensibilidades, es decir, se trata de un
ministro que cuando habla no es gobierno sino alguien dando una opinión personal.
Este Garzón es el ministro siempre inoportuno, siempre a destiempo, con
ocurrencias disparatadas y que para ser ministro por sorteo y de un ministerio
de importancia relativa no hace más que levantar polvaredas inútiles. Esta es
la imagen del Garzón que manejan los adictos al régimen del 78, para estos
Garzón les repugna tanto como el jarabe a los niños, lo desprecian pero saben
que solo es una incomodidad temporal, entre lo que dice Garzón, lo que dicen de
él, y lo poco que realmente interviene en el gobierno, solo es una cucharada de
jarabe amargo para volver a hacer grande a la principal correa de transmisión
entre la oligarquía y las masas en este reino, el PSOE.
Pero lo sintomático
del caso Garzón, lo que logra condensar el espectáculo mediático con el que
aturden a la clase obrera mientras la conducen al matadero, es que en una sola
figura se aúnan todos los papeles, Garzón es a la vez el gobierno liberticida y
el ministro desmentido por el gobierno, es señal de identidad de izquierdas en
el gobierno y la prueba de moderación para facilitar la gobernabilidad, es
comunista y socialdemócrata, es útil e inútil a la vez, cual Rey Midas de la
polémica, mañana podría pedir la privatización de las pensiones y seguiría
siendo el rojo, peligroso, el socialdemócrata útil y el ministro inoportuno,
porque ante todo, Garzón es el Don Tancredo de este espectáculo mal llamado
democracia. Así, mientras medios de todo tipo reproducen masivamente el mismo
relato con cientos de pequeñas diferencias y matices, la propaganda subvierte
al acontecimiento y la realidad se vuelve más ficticia, tanto que supera
cualquier farsa.
Mientras el
problema sean las ocurrencias inoportunas de un ministro, o la maligna cualidad
de ser comunista, el espectáculo absorbe la realidad. Así, en el caso de las
macrogranjas, mientras hablamos de Garzón obviamos su papel monopolístico, las
principales cárnicas españolas están orientadas a la exportación y las
macrogranjas son el tipo de producción necesaria para poder satisfacer sus
intereses en el mercado. De hecho la política agroganadera y pesquera de la UE
siempre ha sido potenciar las grandes multinacionales que esquilman los
recursos antes otras formas de producción más tradicional. La defensa de una
producción sostenible, o de un producción beneficiosa a los productores,
siempre será es un brindis al sol mientras domine un sistema basado en la
concentración de capital, mientras la UE siga siendo lo que es y trabaje por
los grandes monopolios en contra de los pequeños productores, y mientras
sigamos atendiendo al espectáculo de los garzones de turno. Podemos permanecer
en esta realidad convertida en farsa, o, conscientes de que solo el pueblo
organizado salva al pueblo, ponernos en marcha y organizarnos para cambiar las
cosas por nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario