lunes, 6 de abril de 2020

TENÍAMOS RAZÓN


TENÍAMOS RAZÓN
GORKA USATEGI
Era un Domingo de Ramos de 1969, en una carretera secundaria de Navarra, Alberto y Jokin se dirigían a poner un artefacto explosivo en un monumento franquista, pero les explotó en el coche: Jokin murió en el acto y Alberto poco después en el Hospital San Juan de Dios de Pamplona-Iruña donde le condujo la policía.

¿Qué hacían con una bomba? Pertenecían a los comandos especiales de EGI, juventudes vascas, cuyos dirigentes habían decidido conmemorar el Aberri Eguna, día de la Patria, con una bomba en cada territorio vasco bajo Franco, volando un monumento fascista y ellos estaban encargados de volar el de Navarra, mientras otros estaban preparados para hacerlo en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa. Todos eran jóvenes veinteañeros, con varios años de experiencia en la lucha clandestina, formados en guerrilla y con las órdenes de no poner nunca en riesgo la vida de personas, hasta el punto de esperar la explosión para asegurarse que no aparecían personas en su alrededor en cuyo caso se abortaba la operación. El año anterior habían volado la carretera para impedir le entrada de la Vuelta a España en territorio vasco. El objetivo de su lucha era la protesta contra la dictadura y la movilización popular vasca para lograr la democracia, su independencia y la incorporación a Europa.

Nos quitaron la historia, nos quitaron el idioma, nos quitaron el Estatuto, nos quitaron la democracia y quisieron hacernos fascistas: y nosotros nos rebelamos luchando.
Aquellas dos muertes tuvieron el efecto de hacer retroceder a la tradicional dirigencia democristiana vasca vanguardista en su inicio de la lucha armada, disolviendo los comandos y renegando de su existencia.
Los compañeros de Alberto y Jokin siempre los recordaremos como unos grandes luchadores por la cultura vasca en Euzko Basterra, y por su sacrificio de años clandestinos en los comandos de EGI. Sus muertes y la de otros 30 jóvenes vascos hasta la llegada de la democracia constitucional en el 78, fue un precio demasiado alto que hubo que pagar ante la bestia fascista.
Lucha armada, violencia, terrorismo, son conceptos que dependen de ópticas éticas y que nunca son claros, y menos para unos jóvenes de los años 60 donde las estructuras sociales no aguantaban la presión obrera y estudiantil de unas minorías muy decididas al cambio. No había “legitimidad” en el franquismo y esa era la grieta por donde entraba la lucha armada.
Pasaron ya 51 años de aquellas muertes y cada 6 de Abril me planteo las mismas preguntas; ¿Teníamos razón? ¿Sirvió de algo nuestra entrega?
La sociedad que surgió de la debacle del franquismo, que aún vivimos, creo que debe mucho a la rebelde juventud de los 60, pero nunca lo ha reconocido. La nueva dirigencia de la democracia sentía vergüenza de no haber estado en la vanguardia; y la desplazaron. Se apropiaron de siglas y leyendas y ya nunca más se supo de los luchadores antifranquistas de la primera línea. Con el tiempo llamaron “terroristas” a los que luchaban contra el terror franco-fascista reclamando libertad, justicia y democracia. El Régimen Oficial era anti demócrata y antieuropeo, en forma de dictadura.
Los franquistas se reagruparon en tres siglas y se camuflaron de demócratas de la noche a la mañana, pero no era verdad. Hoy resurgen con sus viejos mitos, la grandeza, la unidad, su visión sesgada de los pueblos ibéricos y coloniales, vencidos por la Castilla Imperial, pero nunca asimilados. ¿Vuelve la Historia a repetirse?
No mereció la pena, pero me consuela que teníamos razón.


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