TENÍAMOS RAZÓN
GORKA USATEGI
Era un Domingo de
Ramos de 1969, en una carretera secundaria de Navarra, Alberto y Jokin se
dirigían a poner un artefacto explosivo en un monumento franquista, pero les
explotó en el coche: Jokin murió en el acto y Alberto poco después en el
Hospital San Juan de Dios de Pamplona-Iruña donde le condujo la policía.
¿Qué hacían con una
bomba? Pertenecían a los comandos especiales de EGI, juventudes vascas, cuyos
dirigentes habían decidido conmemorar el Aberri Eguna, día de la Patria, con
una bomba en cada territorio vasco bajo Franco, volando un monumento fascista y
ellos estaban encargados de volar el de Navarra, mientras otros estaban
preparados para hacerlo en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa. Todos eran jóvenes
veinteañeros, con varios años de experiencia en la lucha clandestina, formados
en guerrilla y con las órdenes de no poner nunca en riesgo la vida de personas,
hasta el punto de esperar la explosión para asegurarse que no aparecían
personas en su alrededor en cuyo caso se abortaba la operación. El año anterior
habían volado la carretera para impedir le entrada de la Vuelta a España en
territorio vasco. El objetivo de su lucha era la protesta contra la dictadura y
la movilización popular vasca para lograr la democracia, su independencia y la
incorporación a Europa.
Nos quitaron la
historia, nos quitaron el idioma, nos quitaron el Estatuto, nos quitaron la
democracia y quisieron hacernos fascistas: y nosotros nos rebelamos luchando.
Aquellas dos
muertes tuvieron el efecto de hacer retroceder a la tradicional dirigencia democristiana
vasca vanguardista en su inicio de la lucha armada, disolviendo los comandos y
renegando de su existencia.
Los compañeros de
Alberto y Jokin siempre los recordaremos como unos grandes luchadores por la
cultura vasca en Euzko Basterra, y por su sacrificio de años clandestinos en
los comandos de EGI. Sus muertes y la de otros 30 jóvenes vascos hasta la
llegada de la democracia constitucional en el 78, fue un precio demasiado alto
que hubo que pagar ante la bestia fascista.
Lucha armada,
violencia, terrorismo, son conceptos que dependen de ópticas éticas y que nunca
son claros, y menos para unos jóvenes de los años 60 donde las estructuras
sociales no aguantaban la presión obrera y estudiantil de unas minorías muy
decididas al cambio. No había “legitimidad” en el franquismo y esa era la
grieta por donde entraba la lucha armada.
Pasaron ya 51 años
de aquellas muertes y cada 6 de Abril me planteo las mismas preguntas;
¿Teníamos razón? ¿Sirvió de algo nuestra entrega?
La sociedad que
surgió de la debacle del franquismo, que aún vivimos, creo que debe mucho a la
rebelde juventud de los 60, pero nunca lo ha reconocido. La nueva dirigencia de
la democracia sentía vergüenza de no haber estado en la vanguardia; y la
desplazaron. Se apropiaron de siglas y leyendas y ya nunca más se supo de los
luchadores antifranquistas de la primera línea. Con el tiempo llamaron
“terroristas” a los que luchaban contra el terror franco-fascista reclamando
libertad, justicia y democracia. El Régimen Oficial era anti demócrata y
antieuropeo, en forma de dictadura.
Los franquistas se
reagruparon en tres siglas y se camuflaron de demócratas de la noche a la
mañana, pero no era verdad. Hoy resurgen con sus viejos mitos, la grandeza, la
unidad, su visión sesgada de los pueblos ibéricos y coloniales, vencidos por la
Castilla Imperial, pero nunca asimilados. ¿Vuelve la Historia a repetirse?
No mereció la pena,
pero me consuela que teníamos razón.
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