J.M.
AIZPURUA (“GORKA”)
En Euskal Herria,
en los años 60, solo había dos pilares resistentes clandestinos: El Partido
Comunista (PC) y el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Sólo ellos y de manera
muy diferente se oponían al fascismo de Franco, sus instituciones y sus
mensajes políticos. Los nacionalistas vascos, de ideología democristiana,
seguían fieles a su Gobierno Vasco en el exilio y con dos líderes opuestos:
José Antonio Aguirre y Juan Ajuriaguerra, incompatibles en personalidad, lo
carismático contra lo dogmático, pero ambos con una gran entrega a su partido y
a la causa vasca. En esos años, independentistas ambos, son de trayectoria
inmaculada, que sólo en los Pactos de la Moncloa empañó Ajuriaguerra, ya en
edad avanzada y desorientado por la marea que entró en su partido en la
Transición.
La manera de
conducir el partido en el “interior” de Ajuriaguerra produjo la ruptura de la
organización juvenil EGI, donde Julen Madariaga Aguirre, sobrino del Lendakari
Aguirre, plantó cara al omnipotente Ajuriaguerra, al que llamaban “El
Almirante”, provocando la escisión de EGI en dos grupos de trayectoria dispar.
La lucha armada y
el socialismo eran los temas de discordia juvenil y la causa de la formación de
nuevas siglas. El EGI de Julen se transformó en ETA, lo que implicó el comienzo
de una trayectoria teórica y paulatina de socialismo y lucha armada, que no
cobra realismo hasta el enfrentamiento armado de Benta Haundi, donde mueren
Txabi Etxebarrieta (ETA) y el guardia civil Pardines. Meses después, mueren por
la explosión de una bomba Alberto Azumendi y Jokin Artajo, miembros de los
comandos especiales de EGI que preparaban en Navarra una acción conjunta con
los otros tres territorios vascos en la España franquista, consistente en la colocación
de bombas en significativos monumentos del franquismo, para resaltar el Aberri
Eguna y manifestar al mundo su rechazo a la dictadura y su deseo de
independencia vasca. Por los constantes artículos falsos y genocidas de un
diario falangista de Valladolid, también se ordenó la colocación de otro
artefacto en sus instalaciones.
La explosión del
artefacto que transportaban los militantes de EGI por Navarra, dio al traste
con la operación Aberri Eguna y provocó la disolución de los comandos “berezi”
de EGI y de toda la infraestructura que había tras ellos.
Desde los tiempos
de la fundación por los hermanos Arana Goiri, el PNV tuvo lo que hoy llamamos
“dos almas” (un fuerismo españolista y un nacionalismo independentista) y ya,
en 1921, Eli Gallastegui por el sector independentista, lucha con el sector “Comunión”
de Kiskitza, Landeta y Eleizalde, por tanto, no es de extrañar que en la década
de los 60 también las dos almas estuvieran.
Ajuriaguerra
mantenía un PNV silencioso, cerrado, burocrático y pactista, pero otros
militantes disconformes, sabinianos puros, que venían luchando contra el
fascismo en el 36 y lo continuaron haciendo en la II Guerra Mundial, en la
Resistencia Francesa, y en la clandestinidad española, se organizaban y reunían
al margen del inquisitorial Ajuriaguerra y su inflexible modelo de partido
democristiano.
Bajo el Gobierno
Vasco en el exilio convivían y confluían las dos tendencias: una radicalmente
opuesta a ETA y otra convergente, entre la que destacaba Telesforo Monzón,
proclive a la unificación política vasca, una postura que permitía a Joseba
Rezola y los comandantes de Acción Nacionalista Vasca (ANV) en el exilio
disponer de una gran fuerza moral en el Gobierno. Así, mientras Ajuriaguerra
dominaba la cerrada estructura del “interior”, Mikel Isasi mantuvo en
“exterior” (Iparralde) una gran apertura a los militantes de ETA, en aras de
conseguir una unidad de acción patriótica.
La muerte de los
dos militantes de EGI berezi descubre una “organización interna” desconocida
para Ajuriaguerra, que no sabía de su actividad real por la clandestinidad
propia de toda guerrilla y siguiendo la estricta disciplina normativa de su
organizador, Joseba Emaldi. El cisma se produce en el partido y el sector
organizado junto a EGI, asustado por las muertes inesperadas no asume sus
consecuencias, se desentiende de la organización y abandona a sus jóvenes
militantes, que poco a poco son absorbidos por una ETA diezmada que, con ellos,
revive en estrategia militar, infraestructuras y más de un centenar de militantes
disciplinados y decididos a la lucha. Shanti Arrozpide e Iñaki Mujika, surgidos
de los comandos EGI, pronto liderarán las luchas de ETA en los 70.
Hoy, la mentira, el
miedo y la corrupción se unen para crear una versión de que “todo es ETA”, que oculta
la gran maniobra pactista-estatutista que está en el sustrato de:
·
La disolución del Gobierno Vasco en
el exilio, diluyendo su legitimidad republicana.
·
La negación de la tradicional lucha
vasca por su territorio “zazpiak bat”.
·
Transformar el EUZKADI original y
sabiniano en una Euskadi vascongada de territorialidad provincial franquista.
Esto fue posible
por la colaboración ya en 1969 de miembros del PNV, que nunca fueron del sector
luchador y coherente, al que marginaron bajo el título de “sabinianos”, como si
hubiera otro origen de su causa vasca. Estos grupos, infiltrados en el PNV,
hicieron posible la Transición españolista, adoptando el estatutismo contra el
independentismo, y son los que niegan con tozudez la existencia de los comandos
especiales de EGI y la causa por la que murieron Alberto Azumendi y Jokin
Artajo. Sus compañeros de lucha, sabemos cómo y por qué lo hicieron.
Y la Historia del
futuro les reconocerá su esfuerzo; antifascista, vasco y en pro de la
democracia, que la dictadura obligó que fuera en forma de rebeldía clandestina.
Nosotros, vivimos los años juveniles pensando que tras el sábado de acción; no
había mañana. Alberto y Jokin; no lo tuvieron, pero siguen en el corazón de los
patriotas vascos y los demócratas del mundo.
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