GUARDIA CIVIL CHAVISTA Y MINISTROS QUE MIENTEN
GERARDO TECÉ
Preguntado por la
difusión de noticias falsas en el frente de batalla sanitario –a uno ya se le
pega el lenguaje bélico–, el general Santiago, Jefe del Estado Mayor de la
Guardia Civil, respondió lo siguiente. Conviene leerlo íntegramente y en su
contexto porque, desde ya, veremos las declaraciones troceadas como parte de
esta campaña electoral fuera de época: “Estamos trabajando con nuestros
especialistas en dos direcciones. Una, a través de la jefatura de información,
para evitar el estrés social que produce toda esta serie de bulos. Otra de las
líneas de trabajo es minimizar ese clima –el que crean las noticias inventadas–
contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”. Es decir, la
respuesta del general se refiere íntegra y exclusivamente al ámbito de los
bulos, de las noticias inventadas relativas a la emergencia por la Covid-19.
Chavismo benemérito, vamos. El bajo nivel al que llega el debate público cuando
la ultraderecha aparece en él hace necesario explicar lo evidente: una de las
funciones de las Fuerzas de Seguridad es evitar el desorden social que pueden
generar informaciones falsas durante una situación de emergencia. Y sí, una
institución como la Guardia Civil trabaja con el Gobierno y bajo las órdenes
del Gobierno. Es lo que tiene, precisamente, la democracia.
Lío servido. La
extrema derecha, que desde el comienzo de esta pandemia un día pide golpe de
Estado y al día siguiente denuncia estar sufriéndolo, dice que esto es,
efectivamente, un golpe de Estado porque la Guardia Civil se dedica a perseguir
opiniones contrarias al Gobierno. Si uno critica la longitud de la coleta del
vicepresidente, quién sabe si no acabará en prisión. Pásalo. Para considerar
prescindibles a los titiriteros, algunos no dejan el teatro ni un rato.
Preguntado por estas declaraciones, el ministro de Interior, Grande Marlaska,
opta por la vía fácil, es decir, escurrir el bulto, que es la línea de
comunicación habitual en este tipo de ministerios tan solemnes como miedosos:
el general Santiago tuvo un lapsus, esas declaraciones son un error, no hay en
este planeta nadie que ame más la libertad de expresión que la Guardia Civil.
Te tienes que reír. Sacar a pasear a los militares en la gestión de una crisis
sanitaria luce mucho, pero no veas lo mal que comunican estos tíos, debería
haber dicho el ministro en honor a la verdad, pero, por las exigencias del
cargo, no lo hizo.
La posición de
Grande Marlaska es cobarde. Lo es porque, de hecho, el ministro sabe bien que
lo del general no fue un lapsus, por muy mal que sonaran sus declaraciones en
mitad del ruido provocado por la España de pandereta. Por supuesto que el
trabajo de la Guardia Civil, a las órdenes del Gobierno elegido por los
españoles, es evitar el estrés social que producen las noticias inventadas por
unos cuantos en medio de una situación de emergencia. Por supuesto que, como un
actor más dentro de la crisis, la labor habitual, ayer, hoy y siempre, de la
Guardia Civil, Ejército o Policía, es desmentir falsedades respecto a la
gestión de la que forman parte. Quienes se encogieron de hombros ante el “a por
ellos”, ante la existencia de una “policía patriótica” que espiaba a rivales
políticos, fabricaba informaciones falsas o destruía pruebas de delitos, se
llevan las manos a la cabeza porque, en mitad de una emergencia, la Guardia
Civil reivindique su trabajo junto al Gobierno haciendo frente a quien inventa
bulos para desestabilizar socialmente.
Imaginen el
siguiente escenario. Incendios de Galicia en 2017. En mitad de las tareas de
extinción de la mayor catástrofe conocida en la zona en décadas, con las llamas
destrozando comarcas e incluso llegando a ciudades como Vigo, un sector de la
población decide difundir por redes sociales y aplicaciones de mensajería
informaciones falsas. El alcalde del pueblo tiene mangueras escondidas en su
casa. El presidente de Galicia tiene en su jardín un camión de bomberos
llenándole la piscina. Hay un retén cortando el suministro de agua para que el
incendio sea mayor. Me han dicho que tu pueblo arderá mañana, sal corriendo al
bosque, aunque las autoridades te digan lo contrario. Cualquiera de estas
conductas durante una emergencia, en cualquier lugar y momento, serían
perseguidas por la ley. En el caso de esta crisis sanitaria, por algún motivo
difícil de entender, la apuesta de este Gobierno es, simplemente desmentirlas.
Que los histriónicos de la política griten “dictadura” es parte de un paisaje
demencial.
No, a la
ultraderecha, tan presente en este caos, no le preocupa la libertad de
expresión. A quienes a día de hoy siguen defendiendo el franquismo tampoco les
preocupa que la calidad democrática se vea afectada porque la Guardia Civil
desmienta bulos. Quienes hoy se indignan porque sus mentiras sean señaladas, lo
hacen porque hasta la Guardia Civil, su Guardia Civil, los señala como lo que
son cuando difunden bulos para desestabilizar en un momento tan delicado:
cafres irresponsables.
Lo uno no quita lo
otro y ese es otro debate: quienes tienen armas no pueden dedicarse a la
política. Y ese es el grave error de quien, convencido de la estupidez de un
pueblo español que debía hacer caso y permanecer encerrado en casa, diseñó una
política de comunicación infantil, consistente en un relato de héroes, de batallas
sin cuartel, de militares y guardias civiles dando ruedas de prensa en una
guerra ficticia contra un virus. Cuando diseñas una comunicación infantil,
tarde o temprano, los niños acaban llorando.
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