EL CAMBIO DE RÉGIMEN
JUAN CARLOS ESCUDIER
Como preclaro
representante de nuestra derecha más genuina, Pablo Casado dedica gran parte de
su tiempo a detectar las amenazas que acechan la patria, que unos días son los
inmigrantes, otros las feministas radicales y siempre y per saecula los
independentistas y los populistas bolivarianos. Lo del coronavirus, al ser
microscópico, no lo vio venir pero, una vez entre nosotros, ya nos ha advertido
de que la lucha contra el bicho puede ser la excusa perfecta para un cambio de
régimen, y de ahí que el del PP haya dicho nones esta misma semana a otros
pactos de la Moncloa porque bien podrían ser solo el señuelo para darnos gato
por liebre.
Casado es, a veces,
un tanto críptico y no ha terminado de concretar si por cambio de régimen
entiende el derrocamiento de la monarquía, que Pedro Sánchez se asome al balcón
de Moncloa y se autoproclame califa con Pablo Iglesias como gran visir o,
simplemente, es un aviso para que abandonemos la dieta Dukan y la sustituyamos
por la paleodieta. A efectos indagatorios, lo mejor en estos casos es apoyarse
en los clásicos, que siempre son una fuente inagotable de sabiduría.
A finales del
pasado mes de enero, su mentor Aznar ofreció una pista de a qué podía referirse
el joven Pablo. Se trataría, según el profeta de todas las catástrofes, de
implantar un sistema, "como en la II República", en el que el centro
derecha no pueda gobernar mediante un vaciado sistemático de las instituciones
que, dicho sea de paso, algo vacías ya estaban, en particular, sus cajas
fuertes, tras el paso por ellas de los populares. ¿Su consejo? Confrontar con
el Gobierno como si Vox no existiera y con Vox como si quien no existiera fuera
el Gobierno. Física y metafísica a un tiempo.
No obstante, esta
idea de Aznar ha sido bastante tornadiza a lo largo de los años, hasta el punto
de que, tomadas al pie de la letra sus admoniciones, España cambia más de
régimen que él de calzoncillos. El mismo día de los atentados del 11-M, el
entonces presidente del Gobierno se dirigía a la nación para anunciar que no
habría cambio de régimen "ni porque los terroristas maten ni para que
dejen de matar", lo que hacía suponer que los impulsores del mismo eran
los etarras y sus secuaces, que no iba a dudar en ese momento nuestro reputado
estadista de la línea principal de investigación del increíble Acebes.
Conjurado ese
intento, poco más de dos años después, sus ojos se volvieron hacia Zapatero, un
político "sin convicciones ni sentido de la responsabilidad", como
promotor de ese nuevo régimen. Estábamos en septiembre de 2005 y Aznar
anunciaba que en esa última semana del mes, poco antes de aprobarse el Estatut
catalán, se darían "los pasos decisivos" para un cambio de régimen
"sin mandato ni consentimiento de nadie".
El augurio debió de
cumplirse porque en octubre de ese mismo año, en un acto de FAES, su fundación
personal, definió el Estatut como "un ataque al modelo consensuado de
convivencia", una "ruptura de la Constitución" y también
"un cambio de régimen político". En definitiva, que el cambio se
había consumado aunque solo Aznar fuera consciente del mismo.
Llegó después el PP
al Gobierno, algo bastante inexplicable con el nuevo régimen ya implantado, un
largo período en el que Aznar se olvidó de este enojoso asunto para centrar sus
ataques en su heredero al trono de la derecha que, si no rana, sí que le había
salido muy maricomplejines. Hubo que esperar a abril de 2019 para que volviera
a tocar el tema en un vídeo de tres minutos y 50 segundos que destilaba mucha
más gravedad de la habitual en el personaje. "Si las cosas siguen como van
y no existe finalmente una unificación masiva del voto de la derecha en torno
al partido de la derecha que tiene más posibilidades, las elecciones se van a
perder de modo irremediable", proclamaba. Y entonces "se producirá
una mutación, un cambio de régimen constitucional de consecuencias
imprevisibles".
Pues bien, en ese
momento parece que nos encontramos. España es susceptible de cambiar de régimen
en cualquier momento, pero siempre, y esto es lo importante, cuando el PP no
está en el Gobierno. De ahí que para evitarlo, sea imprescindible que la
derecha gobierne perpetuamente porque si no es Zapatero, será Sánchez y si no
Iglesias cuando logre implantar un Estado marxista al descuido, el que intente
o consiga cambiar el régimen que, al parecer, está sometido a más mudanzas que
un piso de estudiantes.
No es que la
derecha no acepte los resultados electorales y trate de impedir, por lo civil o
–en el caso de Vox-, por lo militar si se tercia, que la izquierda esté en el
poder por un simple capricho o por puro totalitarismo. Si lo hace activamente o
alentando fórmulas como la del gobierno de concentración, que ahora han hecho
fortuna en medio de la pandemia coronavírica, es porque estima que lo peor que
nos puede pasar es un cambio de régimen, sobre todo ahora que nos pilla con las
defensas bajas. El régimen está en peligro una vez más, compatriotas. Ustedes
verán lo que hacen.
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