MALA COMUNICACIÓN
DAVID BOLLERO
La gestión de la
crisis sanitaria por coronavirus es el mayor reto al que se ha enfrentado
nuestra democracia. Hacerlo sin contar con una oposición constructiva -salvo la
de los grupos parlamentarios minoritarios- hace todavía más compleja la
gestión. Nadie parece escapar a los patinazos, a los errores, aunque sólo
tiende a verse la paja en ojo ajeno, como prueba cómo la Junta de Andalucía,
después de arremeter contra el ministerio de Sanidad, acaba de tener que
retirar mascarillas defectuosas compradas por la ella después de que el
personal sanitario haya estado utilizándolas desde hace al menos una
semana. A pesar de ello, la estrategia
de comunicación del Gobierno de España es muy mejorable. La extraordinaria
cantidad de ruedas de prensa no es necesariamente reflejo ni de transparencia
ni de información, corriendo siempre el riesgo de una sobreexposición estéril.
Pedro Sánchez
avanzó ayer cómo será la desescalada gradual y asimétrica de la que nos viene
hablando desde hace semanas y generó tantas falsas expectactivas como
confusión. Cualquiera que siguiera la rueda de prensa pudo constatarlo con las
preguntas que posteriormente realizaban los medios de comunicación y cómo el
presidente, lejos de clarificar, parecía liar aún más con un batiburrillo de
ejemplos entre provincias limítrofes, actividades y segundas residencias.
La rueda de prensa,
definitivamente, no estaba bien montada; incluso Pedro Sánchez volvió a sacar
pecho de realización de test según la OCDE cuando ésta nos puso ayer en nuestro
sitio retrasándonos diez puestos en el ránking -sorprendentemente, Sánchez se
aferró al dato erróneo inicial-. A la luz de las quejas de los Gobiernos
autonómicos, el Ejecutivo volvió a cometer el error de hacer público su plan de
desescalada antes de compartirlo con las Comunidades Autónomas (CCAA). El vicepresidente
de la Junta de Andalucía, Juan Marín (Cs), no esperó a elevar su queja, a pesar
de que los Ayuntamientos andaluces se tuvieron enterar el pasado lunes -y no
antes- de cuántos contagios existían en sus municipios por la prensa -y
concretamente, por el Grupo Joly, al que inexplicablemente se filtró la
información en exclusiva-, porque los canales de comunicación con los
Consistorios y Diputaciones parecen rotos.
¿Qué sentido tiene
recopilar propuestas de las CCAA para elaborar el plan y después dárselo a
conocer con una rueda de prensa? Desde el punto de vista estratégico es un
error garrafal, especialmente dado que el planteamiento en global choca en gran
parte con lo que demandaban muchas regiones. Sin lugar a dudas, habría sido
mucho mejor aplacar ánimos y contener reacciones en lugar de toparse con tuits
cargando contra la acción del Gobierno.
Evidentemente, el
papel del Gobierno es el más complejo. A él le toca prohibir, limitar, pecar de
exceso de prudencia; el papel de las CCAA, en cambio, es mucho más sencillo,
porque pueden dar alas al optimismo, parecer que son quienes abrirían mucho
antes la actividad económica y relajarían el confinamiento, con la tranquilidad
en su fuero interno de que eso no sucederá, pero de ese modo no son ellas las malas
de la película.
Quizás en un
intento por combatir ese rol de 'poli mal0', el Gobierno de España ha estado
avanzando medidas sin concretar y sin ser segura su aplicación lo que, pese a
sus buenas intenciones de aliviar el confinamiento y la ruina de autónomos y
autónomas, puede tener el efecto perverso de poner un caramelo en la boca para
después retirarlo.
La capacidad del
sistema sanitario, la situación epidemiológica, las medidas de protección
colectiva y los datos de movilidad y socieconómicos constituyen el panel de
marcadores que determinarán que provincias pueden pasar de una fase a otra de
la desescalada. Nadie sabe en qué punto se encuentra su provincia y,
considerando que aún resta una semana y media para que termine la actual
prórroga del Estado de Alarma, quizás habría sido preferible esperar a detallar
la desescalada una vez que se tuviera el mapa de situación general. No ha sido
el caso.
En cuanto a la
sobreexposición del Gobierno, no es criticable que se rindan cuentas públicas
cada día con los datos de evolución en la gestión; lo que sí es más reprochable
es la reiteración de mensajes que no aportan por sobreentenderse-loas al
personal sanitario, a Fuerzas de Seguridad, a l@s menores...- y que lo único que hacen es prolongar la
intervención contagiando de irrelevancia hasta a lo relevante. Los medios somos
los encargados de cribar el grano de la paja -vaya si hay tarea-, pero son
cientos de miles de personas quienes ven esas ruedas de prensa que terminan por
parecer propaganda, cuando su espíritu no es ese.
En resumidas
cuentas, no basta con querer ser transparente, sino que hay que parecerlo, y no
ir al grano en las intervenciones, definitivamente, no ayuda. No basta con
tender la mano, reunirse con CCAA y oposición y después anunciar los frutos de
esos encuentros en los medios antes de compartirlos con quienes deben ser tus
aliadas. La gestión de los efectos del coronavirus es complejísima pero aún más
se lo puede hacer al Gobierno su mala estrategia de comunicación.
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