VICTOR RAMIREZ: UN ESCRITOR REBELDE EN EL PANORAMA CANARIO.
POR JOSÉ AMEIDA
Víctor Ramírez, que nació en el popular barrio
de San Roque en 1944 y que todavía continúa viviendo en él, afirma tajante
cuando se le pregunta sobre qué le gustaría ver en sus paisanos, «que por lo
menos no aplaudan a los tiranos». Y es que él hace mucho tiempo que lo
tiene claro. Ve claro que el pueblo canario al que pertenece ha vivido en un
permanente y castrador estado de sumisión; que el pueblo canario que tanto le
ha dado y por el que tantísimo sufre, está sumido en el pozo profundo de la
ignorancia y el miedo por los muchos años de dominación, de ocultación de
nuestras raíces, de cobardías bien dosificadas.
Pero esto es sólo un dato de su
volcánica, inquieta y creativa personalidad. Casado feliz y padre de cuatro
hijos, se gana el sustento familiar como maestro y siempre se muestra orgulloso
de dedicarse a una profesión donde tanto abunda la incompetencia, la apatía y
el desinterés por el verdadero saber, por el transmitir un mínimo conocimiento
dignificante, dignificador.
Sus inicios en el arte de unir palabras
-enriquecido posteriormente con miles de lecturas dispersas de los grandes
maestros de la Literatura universal como Kafka, Vallejo, Cortázar, García
Márquez, Lezama Lima, los hermanos Millares, Isaac de Vega y otros tantos- se
lo debe al tantas veces celebrado y querido compositor mexicano José Alfredo
Jiménez. Canciones rancheras, corridos y boleros que luego interpretaba
acompañado por las notas de una guitarra.
Su primera novela, Cada cual
arrastra su sombra, fue
publicada en 1971 en la editorial Inventarios Provisionales; y ya desde
ese momento se le consideró un nuevo valor en el panorama canario. Nuestro
genial escritor Isaac de Vega -fundador junto a Rafael Arozarena y Antonio
Bermejo del grupo Fetasa (una forma de entender la creación literaria e
incluso una forma de entender la vida, el mundo), verdadero revulsivo de las
letras canarias, dice que Víctor Ramírez 'pudo muy bien no haber sido
influido por nadie. Su prosa es auténticamente propia porque corresponde a una
forma sintetizada, de expresión popular de nuestras gentes, una traducción en
palabras y sintáctica hasta ahora por ningún el otro alcanzada.
Víctor Ramírez es un ser enérgico, violento, no
comulgador con ratonerías. El arte de escribir lo da en gran medida el azar, y
él lo tiene en su corazón, un corazón generoso y grande que atiende cuidadoso a
esas pequeñas mujeres y a esos hombrecillos que están latiendo en sus relatos'.
Aparte de su tarea como maestro, dirige la
separata cultural del «Diario de Las Palmas», junto a Rafael Franquelo, que aparece todos
los miércoles y en la que han ido apareciendo las figuras más reprentativas de
las artes en Canarias (pintura, escultura, literatura, música, etc.). Escribe
artículos de opinión en los que denuncia el estado de sometimiento en que se
encuentra el pueblo canario, canta y dirige dos programas radiofónicos, uno
musical en Radio Canarias-Antena 3, los domingos de doce a una y otro en Radio
Guiniguada (emisora libre y comunitaria), los martes, a la misma hora junto a
José Miguel Cuenca y conmigo -José Almeida-, programa en que se analiza la
realidad política, social y cultural de Canarias.
Su novela "Nos dejaron el muerto" -editada por primera vez en 1984, luego
en 1990 y la última en 1994, en ediciones La Palma, en Madrid- es, entre
otras tantas cosas, un dibujo del «alma» esencial canaria. En "Nos dejaron
el muerto", esa «alma»
canaria aparece descarnadamente desnuda, despojada de todo ropaje que sublima
engañando, ocultando o no diciendo toda la verdad.
No, Víctor RamÍrez no se presta al
juegu muchas veces traicionero de la situación. Y si seduce, si nos seduce y
nos lleva de la mano por el arte de la palabra, es por lo que nos muestra de
nuestra nunca reconocida realidad: la hiriente e insoportable realidad de un
pueblo, de unos personajes acogotados, miedosos, cobardes, sin los suficientes
arrestos para enfrentar su propio destino.
Como se puede comprobar a poco que se empiece a
leer esta novela, considerada por muchos como una de las mejores obras de la
Literatura Canaria, la patética ironía, la crítica mordaz a toda la estructura
social, no están reñidas con el humor, más bien al contrario: se potencian y
nos descargan del tremendo dramatismo que destila toda la novela.
Una vez más comprobamos sorprendidos que la
Literatura ha cumplido su función de espejo en el que nos miramos y nos
reconocemos aunque la imagen que refleje no sea del todo alegre y
satisfactoria. También alegres porque todavia es posible ejercer la rebeldía
contenida a través del Arte, y mientras exista éste, hay un motivo para la
esperanza.
Tenerife
30-abril-1994
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