SE CAYO
BATISTA!!!
POR GERARDO CABRERA
SANTOS
En La Habana
vivíamos en el barrio de Carraguao en el municipio del Cerro, donde habíamos
adquirido un negocio de Bodega-Bar.
Aquel 31 de
diciembre del 1958 estuvimos trabajando el Bar hasta pasada la media noche, con
la algarabía de la vitrola traga níqueles instalada en el área de los clientes,
con la que los parroquianos amenizaban el ambiente. Serían como las 2 de la
madrugada cuando cerramos el negocio y nos retiramos a casa a nuestra
celebración familiar.
El primero
de enero, dada la festividad de Año Nuevo, los negocios permanecerían cerrados.
Por nuestra parte, ese sería nuestro día de descanso, permaneciendo en nuestra
vivienda, en los altos del negocio, celebrando tan marcada fecha en nuestra
intimidad.
Sin embargo,
en la medida que la ciudad fue despertando del agotamiento de la festividad de
Fin de Año, se comenzó a oír un bullicio no usual de vehículos, sonando los
cláxones, y gritería de la gente.
La radio,
por su parte, comenzó a anunciar la huida de Batista, lo que aparentemente
ponía fin a su gobierno y abría las puertas al triunfo de La Revolución.
Esta
sería la victoria final de las fuerzas
rebeldes, alzadas en armas en la Sierra Maestra en el Oriente del país, las del
Escambray en el Centro y las de la Sierra de los Órganos en el occidente.
También era el triunfo de los grupos de Acción y Sabotaje y de la resistencia
cívica en las ciudades.
Para
garantizar la victoria, en La Habana se lanzaron a las calles grupos de
revolucionarios, tratando de organizar la huelga general. Prohibían, bajo
fuertes amenazas, la apertura de los negocios que tenían programado abrir en
ese día de festividad. También, las organizaciones revolucionarias en la
clandestinidad se movilizaban para tomar por asalto diferentes entidades
gubernamentales.
Bajo esa
algarabía llega a nuestra casa el canario Felipe Álvarez, natural de Breña
Baja, La Palma, Islas Canarias que era a su vez primo hermano de mi madre.
Felipe que desde muy joven había sido traído a Cuba por su madre, había hecho
como propia la idiosincrasia nacional.
A su
propuesta, salimos en su automóvil a recorrer la ciudad y ser testigos directos
de los acontecimientos. Así tuvimos la oportunidad de ver al pueblo lanzarse a
las calles, vitoreando la caída de Batista, con grandes aspavientos y
aglomeraciones populares en los lugares más céntricos de la ciudad. Aquello era
un hervidero de emociones celebrando del fin de la dictadura.
Lamentablemente,
también fuimos testigos de algunas atrocidades que cometían ciertos individuos
y grupos, fácilmente identificables por sus características.
Se
aprovechaban de la avalancha de pueblo, para usarla como escudo y dedicarse al
asalto de comercios, romper vidrieras para apoderarse de los objetos en
exhibición, destrozar pequeños centros de diversión como lo eran “casas de
juego” , de las que extraían las maquinas, rompiéndolas en las calles.
También
destruían los parquímetros reguladores de los estacionamientos vehiculares. Al
final, me quedo claro que el objetivo principal de la actividad de estos grupos
era el saqueo, para apoderarse del dinero en efectivo contenido en las
alcancías, aprovechando así el desconcierto y la confusión dada por la
efervescencia popular, para dedicarse a la pillería.
De igual
forma pasamos frente a los famosos Almacenes Zaiden, de equipos domésticos,
situados en la calle Calzada y 12 en el Vedado Allí encontramos gentes robando
refrigeradores, equipos de cocina y otros electrodomésticos. Al no disponer del
transporte correspondiente eran arrastrados por las calles, originando el
chisporroteo del metal por la fricción con el asfalto de las calles, que
destruía los equipos.
Al parecer
es algo común, que durante la explosión popular siempre exista cierta fracción
de la población, que amparada en estas circunstancias de descontrol, se dediquen al pillaje como piratas.
Ya por la
tarde la situación empezó a tornarse muy peligrosa, pues comenzaba la reacción
contraria por parte de algunos grupos de policías, que trataban de controlar la
reacción popular, ante la incertidumbre por la aparente caída del gobierno.
Estos
elementos comprendían que la situación se convertiría en muy desfavorable para
ellos, porque durante años habían representado la opresión, con todos sus
abusos y desmanes, y eso al final les traería serias dificultades.
De algunas
de las estaciones de la ciudad salieron
carros patrulleros con policías, a tirotear a las gentes en algunos
lugares céntricos.
En esta
situación, era aconsejable ponerse a buen recaudo. Porque casi siempre pone el
muerto aquel que solo está curioseando. Así fue que Felipe decidió traerme de
regreso a casa, pues así se lo había prometido a mis padres.
Ya en el
barrio estábamos entre gente conocida, pues por ser el bodeguero de la esquina,
que en corto tiempo habíamos establecido buenas relaciones con los vecinos y
sobre todo con los más jóvenes. Algunos trataban de organizarse para apoyar la
caída del gobierno y por consiguiente el triunfo de la revolución. La misión
inmediata seria tomar las estaciones de policía cercanas, así como otras
instituciones oficiales.
En mi cuadra
de inmediato se creó un pelotón, compuesto por amigos y contemporáneos al que
me incorporé, a pesar de la oposición de mis padres.
Se puso al
mando un compañero que se auto otorgó los grados de Capitán, y juntos marchamos
a la toma del Ministerio de Salubridad que era la institución gubernamental más
próxima a nuestro barrio.
Al llegar a
ese edificio, nos encontramos que ya había penetrado en él un grupo, dirigido
por el artista cómico de la televisión Edwin Fernández, más conocido por el
payaso “trompoloco”, que nos pidió unirnos para contrarrestar al personal de la
guarnición oficial de la entidad, que estaban presentes y además armados. A
este personaje no volví a verlo más, solo en los programas de televisión cuando
actuaba.
Allí
estuvimos varios días desarmados, solamente haciendo grupo y guardias de
vigilancia, hasta que como a los cinco días llegó un oficial del ejército
rebelde con un grupo de “barbudos”, que a la sazón ya habían entrado en La Habana.
Este señor, evidentemente era procedente de la zona oriental del país,
identificable por su acento al hablar.
Con marcado
despotismo, quizás producto de cierto temor, pues no sabía quieres éramos, sin
más preámbulo nos mandó para la casa, es decir nos botó de allí a caja
destemplada. Ignorando así nuestro apoyo
y sacrificio durante días.
Permanecí
trabajando con el viejo en el negocio, hasta unos meses después del triunfo de
la Revolución. Ya se vislumbraba el proceso de intervención estatal, que se
avecinaba para los negocios particulares. Mi padre me aconsejó que aprovechara
cualquier oportunidad de trabajo que se me ofreciera para tomar otro rumbo.
Esta
posibilidad se me dió en el recién
creado Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, cuya existencia fue
efímera dado que la fuente se agotaba. Este Ministerio era dirigido por un
cabaiguanense.
A los pocos
meses pasé a trabajar al Negociado de Suministros y Almacén del Ministerio de
Educación, como jefe de Almacén de Material de Oficina.
Esos fueron
tiempos de un gran fervor y apoyo a la Revolución. La gente creía ciegamente
todo lo que se les prometía, así como en la muy pregonada política nacionalista
de la Revolución Cubana, bajo la premisa de un futuro mejor, de paz y
prosperidad para el pueblo de Cuba. La gente creía ciegamente en esas promesas.
El pueblo en
su ignorancia, cargado de ilusiones, no
se daba cuenta que le estaban mintiendo, que estaban prometiendo súper cosas,
que sabían muy bien de antemano que no podrían ser cumplidas, porque no había
una economía que lo avalara. Sin embargo, seguían insistiendo como el flautista
encantando a la serpiente.
Desde un
inicio el orden interno y la defensa del país quedaron en manos del llamado
Ejército Rebelde, compuesto en su gran mayoría por excombatientes, y cuyo mando
lo ejercía absolutamente la jerarquía de comandantes de la Sierra,
principalmente los de la Sierra Maestra de donde procedía Castro y sus
cercanos.
Muy
tempranamente comenzaron a minimizar la participación de los combatientes de
los otros frentes insurreccionares y sus dirigentes pasaron a ser ubicados en
posiciones secundarias, siendo objeto de discriminaciones.
Este nuevo
ejército, se creó mediante la disolución del Ejército oficial de la República
de Cuba, de origen constitucional. Lógicamente al servicio de los gobiernos de
turno.
La gran
mayoría de los miembros de este nuevo ejército, ahora llamado Ejército Rebelde,
eran además de excombatientes, también de gentes que se incorporaron al momento
del triunfo de la Revolución, o que procedían de la lucha clandestina y sin
dudas también de una gran masa de oportunistas, que en último momento se
subieron al tren de la Revolución.
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