UN GURÚ AL FRENTE DE LA SEGURIDAD NACIONAL
JESÚS CUADRADO
“La mejor defensa contra los patógenos es la
información”, decía hace unos días Y. N. Harari –“Sapiens”- a propósito de la
pandemia del Covid 19. Tiene razón. Si hay que elegir entre la eficiencia sin
transparencia de China y la de Corea del Sur con vigilancia democrática,
siempre con el modelo democrático. En Europa, mejor con la opción con controles
de Dinamarca que con la de Hungría, donde no hay crítica permitida al
autoritario Viktor Orbán.
El Gobierno de
Pedro Sánchez, y sus seguidores, deben asumir las críticas a la gestión de esta
crisis como algo propio de una sociedad que no quiere renunciar a las prácticas
de transparencia en ninguna circunstancia. Cómo no nos vamos a preguntar por
qué es nuestro país el primero del mundo en muertes por habitantes. Quienes
tienen la responsabilidad ineludible sobre la seguridad nacional no pueden
ignorar los hechos.
Con datos del 13 de
abril, España e Italia, con 370 y 330 muertes con coranovirus por millón de
habitantes, ocupan los primeros puestos con diferencia. Otros, como Alemania,
Portugal o Dinamarca, estaban ese día por debajo de los 50. También los
gobiernos de Reino Unido y Bélgica deben explicar por qué se han disparado sus
datos de defunciones. En cualquier caso, con buena o mala gestión, es un
despropósito identificar la crítica como “sabotaje” al gobierno.
Y lo que más
importa: ¿qué está pasando en España con esta pandemia? La diferencia entre
gobiernos a la hora de gestionar la crisis que vivimos estará, finalmente, en
su capacidad para unir a la nación. En ese territorio cuentan poco los
charlatanes dedicados a responder a cada desafío con un relato, un cuento para
desviar la atención. Sobre todo si un virus dispara la amenaza y esa narrativa
se evapora.
Se suele decir que
los incendios del verano se apagan en invierno. Pues el combate contra una
pandemia como la que nos mantiene en vilo, también se debió preparar antes. Al
menos, eso es lo que está escrito, negro sobre blanco, en nuestra Estrategia de
Seguridad Nacional y en los informes anuales de Seguridad Nacional. Porque, sí,
esta crisis que estamos sufriendo es un asunto de seguridad nacional, del
apartado “Seguridad frente a Pandemias y Epidemias”, en concreto. Si algo ha
demostrado la gestión de la pandemia en España es que los mandatos de esa
estrategia se ignoraron absolutamente.
La mejor prueba
está en la elección de Iván Redondo, un publicista famoso por una campaña
electoral racista en Badalona, como responsable de hecho de la política de
seguridad por encargo del presidente. Sobre lo inadecuado de su nombramiento
–recuerde el PSOE a Javier Solana-, él mismo dio pruebas irrebatibles en su
presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017. Puso en evidencia
que ese documento esencial es para el Gobierno algo que se escribe, se presenta
y se archiva. Letra muerta.
Pues, para quien se
tome en serio la seguridad de los españoles, debería ser la biblia. Para
empezar, en la estrategia como en los informes anuales de seguridad, los
expertos advierten al Gobierno sobre las lecciones de cinco antecedentes de
pandemias que deberían haber servido para preparar la siguiente. Por eso se
propone -y parece que a Redondo no le llamó la atención- “desarrollar un modelo integral de gestión de
crisis”, que hubiera sido esencial en la gestión de esta catástrofe.
Como la carencia
que se detalla de un sistema frente a riesgos globales basado en “atención
temprana, prevención y anticipación”. Es decir lo que hemos visto en Corea,
Dinamarca o Alemania, pero, no aquí. La misma desatención que a la propuesta
recogida en la estrategia sobre la urgencia de adaptar la red hospitalaria para
“responder a cualquier enfermedad infecciosa de alto riesgo”, atendiendo a la
experiencia del ébola.
O la advertencia
esencial sobre “la urgente necesidad de potenciar el Centro de Coordinación de
Alertas y Emergencias Sanitarias”. Para entendernos, su conversión en una
agencia federal –sí, federal- con capacidades y relevancia institucional
similar a la del CNI, por ejemplo. Nada se hizo, y no sería por carecer nuestro
país de excelentes expertos –muchos
trabajando fuera-. Cómo se ha notado esa carencia ante el espectáculo triste de
simulacro de “mando único” y la visión de un caos territorial inaceptable.
Otros mandatos
recogidos resultan hoy hirientes: “Ha de dotarse a las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado de equipos de protección”. Al ser interpelado en sede
parlamentaria sobre el soporte presupuestario necesario para implementar las
medidas, Iván Redondo respondió con un “ese no es asunto mío”. Y era sincero;
lo suyo son los relatos y los argumentarios.
Atrapados en el
pantano en el que estamos, va a costar mucho salir de esta, pero sería un desastre
aún mayor no sacar lecciones para reorganizar las respuestas en lo que queda de
crisis –y queda- y para corregir rumbo en el futuro. Se ha discutido mucho
estos días sobre la calidad de nuestro sistema de salud y la envergadura de la
crisis en España. Qué error, si no hemos aprendido ya que esta es una crisis no
solo sanitaria, que es de seguridad nacional.
Tenemos un buen
sistema de salud, y los indicadores lo demuestran. Pero, el desbordamiento de
los hospitales que vivimos con angustia es mucho más que un asunto
hospitalario. Intervienen –y hemos recibido una clase dolorosa sobre ello-
otros factores. Si Alemania, en vez de tener 36 muertes por millón de
habitantes, hubiera tenido 370 como España, ¿sus hospitales no hubieran
colapsado? ¿Y los de Portugal, Japón o Corea?
Este virus examina
a gobiernos. Pero, lo que más importa ahora es entender que las lecciones que
hay que extraer son para ahora mismo, para aplicarlas ya. Lo necesitamos. No
puedo entender que, con los antecedentes bien conocidos, y frente a una crisis
que es un caso de seguridad nacional de libro, el Gobierno haya decidido hace
unos días poner al frente de la dirección del “plan para la salida del estado
de alarma” a Iván Redondo. ¿No había otro?
Rectificar ya y
comprometer los cambios de futuro que no se hicieron cuando tocaba es la
primera condición para recuperar credibilidad. Si no se comprende la naturaleza
de una crisis como esta, propia de lo que el sociólogo Ulrich Beck catalogaba
como “sociedad del riesgo mundial, volveremos a estar en la próxima en el
furgón de cola.
Ahora, como
recomendaba Ortega a los argentinos: ¡“A las cosas, a las cosas!”. Necesitamos,
ya, un cambio de rumbo en la gestión de la crisis. Y, si el Gobierno no lo
hace, denunciar cada día que no lo hace es una obligación.
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