EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
El Covid-19 es
medio y mensaje, un signo de finitud en nuestra vida de seres mortales, con
pretensiones de eternidad, sentido de conversión en signo de santidad célibe.
Deviene plantearse en antípodas, la existencia de signos demoníacos del
Maligno, que llega a denominarse, por tal razón, en crisis del sentido, pues
desde el psicoanálisis, el sentido no pertenece solo a la consciencia, sino a
la inconsciencia, pero ¿a qué pertenece el sinsentido?, ¿tiene sentido un
virus?
Existe una posible
inteligibilidad que no necesita recurrir al sentido, que equivaldría a una
mirada que plantearía la falta de necesidad de un sentido o a la necesidad de
un sentido que no existe. Desde estas miradas de la muerte del sentido no
conmueve, ni conduele, como tampoco el florecimiento esplendoroso de cenotafios
y sepelios, en una auténtica primavera de la muerte eterna, a la que asiste la
humanidad toda en estos días de pandemia, que eleva al sin sentido como conquistador
victorioso de la Sima y la Cima de un mundo detenido en tiempo y espacio. Un
momento en el que el movimiento parece detenerse y la oscuridad de los
acontecimientos eclipsar. Un momento que cristaliza todos los fines.
Hago un paréntesis
preciso, pues no deseo dejar de manifestar que el proyecto liberador puede
comenzar en cualquier tiempo y lugar: sólo basta el deseo de llevarlo a cabo,
simple, no existe razón para prolongar agonías, salvo que se sumen a las
huestes de esclavos del tercer milenio, asimilados a tendencias de ser objetos,
en similar categoría que un zapato.
El excluido es la
gran metáfora de la liberación, no de un país o de un hombre en particular,
sino de toda Latinoamérica, rendida a los pies de imperios putrefactos, que
nuevamente recolonizando nos llevan a un ciclo doloroso de nuestra historia,
que habían comenzado a desarrollarse, con un detalle mayúsculo, un coronavirus
que ha colapsado todas las previsiones de los campeones de la servidumbre de
pueblos condenados al hambre y la indigencia perpetua.
Y el primer paso,
sería accionar ya sin la carga tediosa del áurea, romper con el sin sentido de
un presente ligado al sacrificio y la pena, para poder construir, al fin, un
futuro donde la política, sin poseer un fin determinado, sería en esta ocasión
el trampolín necesario del empeño nunca acabado por parte de la gran pluralidad
de seres humanos por vivir juntos, compartiendo la tierra bajo una libertad
mutuamente garantizada promesa de una filosofía perenne de vida y relación, uniendo
a los que sobrevivan, en un conjunto universal de verdades y valores comunes a
todos los pueblos y culturas.
La convicción de
que solo puede ser libre quien esté dispuesto a arriesgar su vida, para no ser
esclavo y servil a un sistema dictatorial disfrazado de democrático, tiene
demasiada poca vigencia hoy, no así en el pasado, donde se anteponía dignidad y
libertad a toda idea de servidumbre. Insisto, el Covid-19 llegó para colapsar
las previsiones mortíferas de los archimillonarios unidos en su tarea concreta
de hacer uso y abuso de su poder, otorgado por los que pareciera aman su
condición de oprimidos y explotados por estos Don Nadie, la historia de la
humanidad legitima lo que manifiesto... no dudo los pueblos todos imbuidos de
amor a la libertad, con valor y dignidad deben de una vez por todas enfrentar a
los genocidas y hacer valer su derecho a estar vivos en igualdad... la muerte,
en este caso y desde siempre nos une.
Así, considero la
valentía como la primera de todas las virtudes políticas y forma parte de las
pocas virtudes cardinales de la política, espacio donde se instalaban los
hombres libres, hoy es sólo un relato interrumpido por un virus extraño, de lo
que pareciera nunca ha sido, todo se remite al espacio doméstico, grosero y miserable
de arrastrados, tras la permanencia en una existencia privada y coaccionada por
tendencias prostibularias, donde cabe de todo, menos la verdad y la libertad:
los poseedores de un alma esclava son quienes dictan y rigen en este mundo y
sin dudas en Argentina, tierra de traiciones, estafas y fraude. La pléyade de
serviles funcionales a un sistema necrótico es inmensa, se cuentan por
millones, parece que el demonismo ha convertido el nihilismo en fe y podría
definirse a sus actos como la mentira de ninguna verdad.
Pensar en un Ser
Maligno y Multinacional que actúa independientemente de nosotros sólo sirve
para excusarse. Para algunos hoy estaría representado por el poder irreductible
del Sistema. Pero más bien se trata de una inercia que legitima el poder, la
delegación de responsabilidades que finalmente es el contrario de la autoría.
Del mismo modo que los desastres ecológicos, la extensión de un apocalipsis, se
sustenta en los pequeños valores cotidianos que casi nadie discute y mucho
menos está dispuesto a renunciar.
(*) Filósofo y
poeta.
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