JM AIZPURUA
Encerrado en la
vivienda sin otro encargo que lavarte las manos, es inevitable que se te quede
cara de memo.
Y esperando que SM
el bicho tenga a bien inocularte, los viejos nos hacemos muchas preguntas ¿Para
que vivir abrumado y apastillado? ¿No será mejor morir tranquilo que entubado y
asfixiado?
Continuamente nos
dan la murga de que somos caros para la sociedad, olvidando que esta existe por
nosotros, y año a año nos sisan en las pensiones, subiendo un chin que anulan
con la retención y cada vez tenemos menos. Les sobramos. Nos hacen sentir como
un pangolín en el mercado.
El Covid19 les
arreglará algo las cuentas, pero es preciso que los que queden se planteen su
inexistente futuro. Vivimos mucho porque nos asaetan a pastillas que nos
mantienen en un antinatural estado de dependencia y a algunos almacenados en
asilos donde su alma se quiebra y sus recuerdos le abrasan. ¿Para que vivir sin
vida?
75 u 80, son
límites en los que la falta de salud hace insufrible la enfermedad que será la
rémora de otro ser que tiene derecho a vivir la suya sin dependencias.
Pero cada persona
mayor tiene su derecho personal a enfocar sus últimos años, siempre que ello no
limite el de sus seres queridos o el Estado. Si puede sostenerse y lo quiere;
adelante. Pero si su existencia hipoteca la de otros ¿es éticamente razonable?
Yo cuando veo al
que cumple los 100 y le hacen fiestas, no puedo evitar el sentir pena por quien
seguro fue un tigre y hoy es una caricatura empastillada ya lejos de la
grandeza que tiene un ser humano.
Yo ya hice de todo
lo que fui capaz en mis 70 años. Lo que sigue ya no es interesante ni para mí;
es más de lo mismo. Contar, que puede tener su interés, se hace en poco tiempo,
por lo que la eutanasia aparece como recurso efectivo contra el parasitismo
social. Pero voluntaria y meditada. Para mí, campeón de 100 metros y senderista
empedernido, no poder andar se me hace incompatible con vivir. Y no ver; algo
cruel. Y a ese destino me dirijo.
A mí que siempre
fui valiente, esa pastillita salvadora, que impide que tu naturaleza destruya
lo que en muchos años construiste; tu dignidad, para que no se vea arrastrada
por los suelos, en un gagaismo galopante que te pone a los pies de los
caballos. A mí me gusta la pastillita.
Su equivalente el
suicidio, es algo que no debe producirse pues será muy doloroso para la familia
que puede verse responsable y sentir remordimientos sobre algo que es natural:
la necesidad de cortar con un camino destructor de la vida digna.
Pero estas
reflexiones no sé cómo se verán por esas mozas que hoy quieren llegar a casa
solas y borrachas. Y al día siguiente, con la resaca: lo verán peor.
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