LAS FORMAS Y LAS RASTAS
DAVID TORRES
El periodismo
patrio, siempre ocurrente y literario, tituló ayer la designación de Alberto
Rodríguez al frente de la Secretaría de Organización de Podemos en sustitución
de Pablo Echenique mediante una metonimia. Lo llamó “el Rastas”, porque lleva
rastas, claro, un toque de confianza que recuerda el cariñoso apelativo de “el
Coletas” con que tantos de sus críticos se refieren a Pablo Iglesias o el
“Moneypenny” con que bautizaron a Monedero. El hábito no hace al monje, excepto
en el Congreso de los Diputados, donde docenas de trajes, corbatas y cascos de
gomina han disimulado durante décadas el hedor de la corrupción y la peste a
chorizo de cantimpalo.
Para continuar con
el tono festivo, Iglesias publicó en su cuenta de twitter la célebre coña donde
se ve a Heidi (sin rastas) vaciando la silla de ruedas de Clara por un
acantilado, sólo que en lugar de Clara esta vez iba Echenique. “Disfruta de tu
purga” le decía, “que te va a durar poco”. Lo de la “purga”viene por el
sonsonete sarcástico con que la prensa del Ibex endulza las novedades
referentes a Podemos, una familiaridad con la que también difunden las trolas
manufacturadas desde las cloacas. Quizá porque saben que es broma. En cambio,
se ponen muy serios a la hora de escribir sobre el latrocinio generalizado de
la trama Gürtel o el desguace de la sanidad pública. También anuncian con rigor
y gravedad las sustituciones de cargos en los partidos bien vestidos y bien
peinados, lo mismo que los entrenadores de fútbol las rotaciones de banquillo,
excepto cuando se les va la mano como aquel día en que defenestraron a Pedro
Sánchez en editoriales por adelantado.
Aparte de las
rastas y sus estudios de técnico superior en Química Ambiental, Alberto
Rodríguez posee una oratoria exquisita y una educación digna de un caballero a
la antigua usanza, como demostró el día en que se despidió desde la tribuna del
Congreso del diputado del PP, Alfonso Candón: “Es usted una buena persona y le
pone calidad humana a este sitio. Creo que le vamos a echar de menos”. Fue una
verdadera lástima que cuando Celia Villalobos, “la Niña del Candy Crush”, temía
que las rastas de Rodríguez no estuvieran limpias y le contagiaran piojos, no
temiera contagiarse a la vez de su buena educación, su saber estar y una
higiene moral que va mucho más lejos que el sastre.
“El Rastas”, “el
Coletas”, “Moneypenny” son signos del nerviosismo que embarga al personal
cuando sienten que se les acaba el chollo. Cambiar los nombres y apellidos de
políticos electos por motes de pandilleros resulta así una operación semántica
en la que se juzga a las personas por la apariencia, pero ya hemos visto
demasiados ladrones con traje como para olvidar que Al Capone iba hecho un
figurín de tres mil dólares. Sería muy fácil, amén de injusto, recordar ahora
que a Aznar lo podían haber llamado “Curro Jiménez”, a Casado “el Estudiante”,
a Rajoy “el Algarrobo” y a la casi totalidad del PP, la “Banda del Sobre”.
Ellos ya tenían sus motes puestos cuando les hacía falta: “don Vito”, “el
Bigotes”, “el Curita”. A Rato, sin embargo, le basta con el apellido.
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