miércoles, 27 de septiembre de 2023

VAMOS A CONTAR MENTIRAS, TRA-RA-LÁ

 

VAMOS A CONTAR MENTIRAS, TRA-RA-LÁ

El uso de la mentira está tan tabulado que, en fin, se suceden en los medios los análisis políticos sobre el discurso de Feijóo. Quizás, el único posicionamiento ético al respecto ha sido la decisión de Sánchez de no participar en este acto

GUILLEM MARTÍNEZ

Alberto Nuñez Feijóo, durante su intervención inicial en la sesión de investidura del 26 de septiembre. / Congreso de los Diputados

1- La mentira es un ingrediente básico, no ya de la política, sino de la vida. La media de mentiras a las que una persona normal se remite a lo largo del día son siete. Por lo general, chorradas, cosas como “estoy bien”, “es que había tráfico”, “no me importa”, “no tengo prisa”, “te llamo sin falta”, “no sé qué tengo” o “yo no fui quien lo descuartizó”. Lo que indica que la mentira es nuestra amiga. Junto a la sal y la pimienta está ahí, para realizar reparaciones de urgencia, si bien cotidianas, en los sabores, de manera que no sean bruscos. Pero la mentira deja de ser una mascota cuando crece y engorda. Y cuando invierte su media. Cuando, por ejemplo, la media de verdades emitidas al día sean siete. Y esa fue la propuesta de Feijóo en el Congreso.

 

Feijóo ha mentido con tanta intensidad que, personalmente, me encuentro ante la tesitura ética de reproducir lo que ha apuntado

 

2- Feijóo protagonizó una campaña electoral sustentada en la mentira. Tanto que, en lo que es un exotismo esp, no ganó, sino que perdió unas elecciones por, todo apunta a ello, mentir. Posteriormente, a través del uso de algo más próximo a la mentira que a la verdad –no se pierdan el punto 4–, fue propuesto para formar gobierno, una opción contrastadamente imposible en el momento de recibir ese encargo. Hoy en el Congreso, Feijóo ha optado por un discurso sustentado en la mentira. Ha mentido con tanta intensidad y extensión que, personalmente, me encuentro ante la tesitura ética de reproducir, o no, lo que ha apuntado. Y he decidido finalmente no hacerlo, pues hacerlo no solo no les informa, sino que contribuye, y mucho, a su desinformación y a la mía. Simplemente les haré una sinopsis y la reproducción de una sola mentira emitida, sencillamente, por ser la menos creativa y original, y por su uso dilatado y periódico en casa sesión de investidura PP desde la I legislatura Aznar, aquella renovación de la mentira.

 

3- De manera efectiva, Feijóo apuntó la creación de un nuevo delito: “deslealtad constitucional”. Que, todo apunta a ello, puede ser de pensamiento y no de obra. Pasaría a ser pecado, por tanto, no un pajote ante la CE78, sino los dos segundos anteriores, cuando te la imaginas diciendo ¿vienes-mucho-por-aquí-marinero?. Quizás esto fue el hecho más diáfano de su discurso. Lo demás necesitó de la participación de aún mayor confusión. Feijóo ofreció al mundo seis pactos nacionales –ni cinco, ni siete; seis–, esa cicatriz de la Transición. Que no cesa. Si no ofreces un pacto nacional –esto es, una ceremonia en la que se simula no la solución, pero sí, la aprehensión de un problema, de manera forever– eres un mindundi. Por lo demás, de su boca surgió una de las mentiras en uso más dilatadas de la política esp, en funcionamiento, lo dicho, desde Aznar: posibilitar, vía ley, que los jueces elijan a los jueces. Esa delikatessen –que por aquí abajo supondría, visto el percal, una judicatura aún más reaccionaria y cateta– nunca se ha llevado a cabo. Ni siquiera en la II legislatura Aznar, cuando se podría haber hecho. La razón: ningún partido, ni siquiera el PP, cedería a los jueces –o a los sexadores de pollos– una atribución que ese partido puede detentar en solitario al acceder al poder. Como, por ejemplo, nombrar a los jueces reaccionarios y catetos que prefiera. Hace 10.000 años que no se renueva el CGPJ precisamente por eso. No se renovará, salvo sorpresa inopinada, hasta que el propio PP pueda renovarlo. Se trata ya de una crisis estructural abierta que, si el PP no soluciona con cierto arte –que rapidez, ya no–, le puede arrastrar más de lo previsto a un pozo sin fondo que se empieza a visualizar en la sociedad.

 

CGPJ no se renovará, salvo sorpresa inopinada, hasta que el propio PP pueda renovarlo

 

4- No se puede mentir tanto, en fin, si no es sobre mojado. Si no es sobre una tradición y una dinámica de la mentira. No se puede mentir tanto sin la nominación fake como candidato, por parte del rey, quien sabía que Feijóo no accedería al cargo, salvo que el PP recurriera al grado mayor de la mentira –el delito– y cooptara la decisión de algún diputado de otra formación. Tal vez, en la decisión del rey rondaba el cálculo de que su elección de candidato no supusiera ningún acceso a la Moncloa, sino que, simplemente, supusiera darle a Feijóo tiempo, y tiempo televisado, para preparar una repetición de elecciones. Hoy, al menos, y en todo caso, Feijóo ha expuesto un programa –un nuevo delito, seis pactos nacionales y cientos de mentiras– con el que asistir a una repetición de elecciones.

 

5- La derecha española no podría mentir tanto si no hubiera acomodo a su mentira. Si, como la derecha catalana, no dispusiera de un ecosistema tóxico de medios. No se podría mentir tanto, no se podrían tomar granos de uva de cuatro en cuatro si nadie más recurriera a la mentira con facilidad, sin consecuencias, si la mentira –“el PSOE se compromete a regularizar los alquileres”, “se ha derogado la reforma laboral de Rajoy”, “el feminismo es una sola persona”, “abandonaré este parlamento en 18 meses, cuando Catalunya se independice”– no fuera un componente habitual en todo el arco parlamentario, poco o nada penalizado socialmente.

 

6- El uso de la mentira está tan tabulado que, en fin, se suceden en los medios, mientras escribo esto, los análisis políticos sobre el discurso de Feijóo. Esto es, sobre mentiras. Con absoluta normalidad, a lo largo del día de hoy, se analizan improbabilidades, y se busca lógica y futuribles en ellas. Quizás, el único posicionamiento ético al respecto ha sido la decisión de Sánchez de no participar en este acto. Ha enviado en su lugar, a debatir con Feijóo, a un jabalí, término parlamentario del XIX para el orador que sacas a liarla, a machacar el trigal sin especial orden. Óscar Puente, exalcalde de Valladolid, si bien ganador de las últimas municipales en su ciudad, haciendo de jabalí, pudo hilvanar un discurso más cívico y fundamentado en la realidad y en posicionamientos morales que el del líder popular. Feijóo, ante la ausencia y desprecio de Sánchez, quedó corrido –ojo, aludo a otro término del XIX, cuando corrido equivalía a incómodo, en falso; lo contrario que en el siglo XXI, creo recordar–. Fue más fluido, en todo caso, su diálogo con Abascal. Un diálogo interesante, en tanto se mintió poco –ambos partían de mitos similares, lo que impedía repetirlos–, y en el que Abascal dejó implícito los parecidos razonables entre Vox y PP, y Feijóo sus diferencias. Entre el jiji y el jaja, se produjo, no obstante, un momento cágate-lorito, un improbable y sobrecogedor instante de sinceridad absoluta, cuando Abascal recordó a Feijóo que las dudas que tiene en aproximarse a Vox son “de la misma tesitura que las que tiene el PP europeo” para elegir asociarse a la nueva extrema derecha, y abandonar la asociación con la socialdemocracia. Citó entonces a Meloni: “El PP debe recuperar sus raíces”. Esto es Vox. Glups.

 

Con el escaqueo de Sánchez, Feijóo, que no tiene con quien hablar, no ha tenido con quien hablar

 

7- Por Sumar habló su nueva portavoz, Marta Lois, que se estrenó sacando fotos desde la tribuna, esa vía muerta experimentada en su día por C’sZzzzz. Como si se pudiera discutir con la mentira expuso, no obstante y de forma pedagógica, que Feijóo no será presi porque carece de mayoría social, al carecer de ello la extrema derecha, asociada al PP. Expuso un nuevo constitucionalismo izquierdista, esbozado, pero nunca experimentado antes con efectividad –veremos en esta emisión–, y explicó la amnistía como una solución para cientos de personas –no políticos profesionales; los políticos, por cierto, afectados por la amnistía, serían más de cien, y los civiles expuestos a condenas y/o multas ha pasado de ser cerca de 5.000 personas, a mil y pico, según Òmniun; lo que, en efecto, es mucho; no era necesario mentir, inflarlo–. Enrique Santiago –IU– y Aina Vidal –Comuns– incidieron en la cosa pedagógica de la amnistía, que dibujaron como una solución social, antes que una solución para políticos.

 

8- Es importante observar lo dicho por el procesismo, esa otra escuela de mentira intensa –se nos olvida en ocasiones, pero se va a hacer una amnistía para paliar los efectos de la mentira sobre una sociedad; lo que habla de la mentira vivida, de su peso–. De alguna manera, Junts se enfrenta estos días a cierta catarsis al respecto de la mentira –una treintena de representantes en un parlamento creado por el procesismo en Waterloo, que próximamente se chapará, han escrito un manifiesto, en el que ya se alude a engaño y a corrupción económica en el campo semántico Puigdemont–. Junts se enfrentará a más momentos como esos si sigue adelante con su línea curva, vacilante, pero cada vez más firme, hacia el pacto con Sánchez. ¿Qué han dicho los profesionales de ERC y Junts al respecto, por cierto? ERC/Rufíán ha hecho concesiones al léxico del procesismo, ese aparente radicalismo, a la vez que ha velado por distanciarse de esa –extrema– derecha llamada Junts, con la que estuvo absolutamente asociada. Junts/Nogueras ha hecho concesiones al léxico del procesismo, ese aparente radicalismo, a la vez que ha exhibido su momentáneo poder y, pudiendo venirse arriba, no lo ha hecho, sino que ha estado matizada. Parece que hay pacto. Veremos.

 

9- Importante: con el escaqueo de Sánchez, Feijóo, que no tiene con quien hablar, no ha tenido con quien hablar.

 

10- Importante: la traducción del cat y del gallego no funciona en televisión. Es un problema técnico, de superposición, fácil de mejorar. Sería mucho mejor apostar, no obstante, por la poética que TVE nunca utiliza con ninguna lengua en ningún formato informativo: los subtítulos. Los estudiantes de gallego, catalán y vasco lo agradecerían. Y los curiosos. Y los gallegos, catalanes y vascos. Subtitular es el futuro, si es que se desea futuro. Traducir es, en ese sentido, poco intenso. No refleja la apuesta, por lo que se puede sospechar que no la hay.

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