CAMPEONAS DE FÚTBOL Y DE VIDA
Las jugadoras
de la selección nacional de fútbol son un ejemplo de solidaridad, inteligencia
emocional, amor al deporte y compromiso social y feminista
CONTEXTO
Las jugadoras
españolas y suecas sujetan una pancarta antes del partido de la Nations League,
en Gotemburgo, el 22 de septiembre. / RTVE
Un mes después de haber levantado la Copa del Mundo en Australia, las jugadoras de la selección nacional de fútbol siguen viéndose obligadas a ser más que futbolistas. Lo explicaron el 21 de septiembre en una conferencia de prensa impresionante las dos nuevas capitanas del equipo (que dejaron de serlo durante un año por el castigo de la RFEF a Las 15), Alexia Putellas e Irene Paredes. En apenas 20 minutos, las dos trazaron un resumen perfecto de lo sucedido con la Federación y el Consejo Superior de Deportes desde el incidente machista que arruinó la fiesta del título. Su comparecencia, sin leer un papel y después de haber pasado una semana “durmiendo cuatro horas”, debería ser estudiada en las escuelas de Comunicación como un modelo de precisión, dignidad, transparencia, inteligencia emocional, solidaridad y compromiso social y feminista.
El mensaje
fundamental fue este: no nos han dejado ser solo lo que queríamos ser,
futbolistas; lo hemos asumido, porque el fútbol femenino ha sufrido décadas de
discriminación y porque no podíamos ponernos de lado ante la gota que colmó el
vaso –la agresión de Rubiales a Jenni Hermoso y la reacción posterior de la
Federación y el CSD–. Si te pones de lado, ya te has posicionado (contra la
víctima), dijo Putellas. Queremos hacerlo, además, porque quizá puede servir de
guía para otras compañeras, para muchas mujeres que están pasando por esto
mismo en el trabajo o en sus vidas. Sí, es muy cansado, pero cuando vemos a las
niñas que vienen a los entrenos, que quieren ser futbolistas, recuperamos la
energía y recordamos que merece la pena.
Ante esa exhibición
de amor al deporte y a la justicia, de sacrificio e idealismo, solo queda
quitarse el sombrero, una vez más, y aplaudir con todo el orgullo a unas
jugadoras que en solo un mes han conseguido dar la máxima visibilidad a la
causa de las mujeres y la igualdad impulsada por las políticas públicas (de las
que ellas también son hijas).
La pelea de las
campeonas por conseguir un fútbol y una vida más justos desnuda a los medios
que siguen intentando denigrarlas
Sin ofender ni
menospreciar a nadie, el sustrato de las palabras de Putellas y Paredes y la
unidad mostrada por las campeonas del mundo (salvo un par de tristes
excepciones) desnuda y deja desarmada a una Federación corrupta hasta el
tuétano, aviesa y torpe a partes iguales, que solo ha reaccionado de verdad
cuando el Gobierno, a través del Consejo Superior de Deportes (lento,
dubitativo e ineficiente), se decidió finalmente a intervenir en el conflicto
reuniéndose cara a cara con las futbolistas en la concentración de Oliva.
La pelea de las
campeonas por conseguir un fútbol y una vida más justos, su verdad inapelable,
su templado y conmovedor ejemplo, desnuda también, ahora más que nunca, a los
medios y a los mal llamados periodistas que siguen, pese a todo, intentando
denigrarlas; a los avaros, cobardes e insolidarios compañeros de la selección
masculina; a los partidos políticos trogloditas, y a esa parte de la sociedad,
cada día por suerte más pequeña, que no ha entendido todavía que la potencia
del movimiento feminista, sobre todo si va acompañado de la fuerza sindical y
de la presión ciudadana, es el principal motor de transformación y de mejora
social –y tal vez el único que nos queda–.
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