EL CIUDADANO MURDOCH Y LOS
PERIODISTAS ESPAÑOLES
PABLO
IGLESIAS
Los partidos como
brazos políticos de los medios; el párrafo es brillante. Y yo me pregunto ¿Por
qué es tan fácil decir esto de Murdoch y tan difícil decirlo de sus aprendices
propietarios de medios en España? La respuesta es obvia, el que paga manda
En un artículo con un título no demasiado original, Ciudadano Murdoch, que vendría a homenajear el clásico filme de Orson Welles, un columnista de El faro de Vigo, Xabier Fole, nos dice lo siguiente:
“Rupert Murdoch se
retira a los 92 años. Pero lo deja todo atado y bien atado. Ahora se echa a un
lado, ocupando un cargo honorario, de presidente emérito, para supervisar su
obra desde un despacho lejano. Los efectos de sus inventos, sin embargo, son
irreversibles. Primero en la prensa escrita: el tabloide moderno. Descubrió lo
que el público buscaba: las miserias de los otros, el sexo, la violencia, la
corrupción, el espectáculo, el odio. Y la política, sí, pero con otro estilo,
mezclada entre las páginas de sucesos y las crónicas de famoseo, las escuchas
ilegales y los paparazis. Ese mundo contado con mayúsculas y plagado de
negocios turbios, reporteros atormentados y mujeres desnudas. Luego llegó la
televisión con esas imágenes que valen por millones de palabras. Y millones (de
dólares) se hicieron con ella. Con el escándalo, el miedo y las mentiras, cuyo
precio, el pagado por estas últimas, siempre fue mucho menor que la suma
recaudada”.
De acuerdo con
todo, Xabier, menos en eso de que Murdoch “descubrió lo que el público
buscaba”. Suena un poco a argumento de traficante de drogas: Vendo fentanilo
que es lo que la gente quiere. No es verdad, los que venden mierda para
enriquecerse no son repartidores de sueños, son gentuza por mucho mercado que
encuentren.
El artículo de Fole
sigue: “Murdoch, en cierta medida, es uno de los creadores de nuestro mundo. La
sociedad de la desinformación. La telecracia no representativa. Su proyecto
nunca se basó en la ideología sino en el negocio de la ideología. El
amarillismo de Hearst y de Pulitzer sirve como precedente histórico. Pero no se
puede comparar con la dimensión transnacional de News Corporation. El grupo de
Murdoch vende un producto que se localiza dentro de otro producto: se presenta
como información y se consume como entretenimiento.”
Yo no podría
decirlo mejor: vivimos en telecracias no representativas hechas a la medida de
los negocios de tipos sin escrúpulos.
De acuerdo con
todo, Xabier, menos en eso de que Murdoch “descubrió lo que el público
buscaba”. Suena un poco a argumento de traficante de drogas: Vendo fentanilo
que es lo que la gente quiere
Continúa el
columnista de El Faro de Vigo: “Murdoch es un proveedor de material
sensacionalista. El mejor en lo suyo. Pero un imperio mediático ha de tener
presencia (y autoridad) en diversos ámbitos. No se puede traficar sólo con la
inmundicia. De ahí su otro gran descubrimiento: combinar el prestigio con la
morralla; la sofisticación con el fango. Asegurarse, así, una silla en cada
casa. En cada barrio. En cada oficina. En cada parlamento. Con “The Sun”, sí,
pero también con “The Times”; con el “New York Post”, sí, pero también con “The
Wall Street Journal.” Murdoch conoce muy bien lo irresistible que resulta,
todavía hoy, la falacia de autoridad. Aunque desprecies al “Post”, por
grotesco, prestarás atención a lo que dice su “Journal”, el reputado diario
económico.”
Efectivamente hay
que ofrecer diferentes tipos de mierda para diferentes tipos de público; en
España, La Razón de Marhuenda y La Sexta de Ferreras tienen el mismo dueño y
sus periodistas progresistas que reivindican el honor proletario de vivir de su
salario no tienen mejores argumentos que los de un sindicato de gangsters.
Sigamos: “Rupert
Murdoch es un objeto de estudio para los historiadores del poder y sus
resortes… Su hijo Lachlan, ahora jefe del conglomerado, envió un comunicado
elogiando el legado de su padre, pero en él no menciona la mayor de sus
contribuciones: hacer que la política se pusiera al servicio de los medios de
comunicación, introduciendo un caballo de Troya en eso que llamamos, ya con
cierta melancolía, periodismo…”
Los partidos como
brazos políticos de los medios; el párrafo es brillante. Y yo me pregunto ¿Por
qué es tan fácil decir esto de Murdoch y tan difícil decirlo de sus aprendices
propietarios de medios en España? La respuesta es obvia, el que paga manda.
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