. UCRANIA POZO NEGRO DE LA CORRUPCIÓN
EDUARDO
LUQUE
Hace 153 años
finalizaba la mayor carnicería de toda la historia en América Latina. La Guerra
de la Triple Alianza [Brasil, Argentina, Uruguay] concluyó con la derrota del
Paraguay más progresista de América y la pérdida de la mitad de su población.
Prácticamente todos los varones sufrieron las consecuencias de esta matanza. El
país se despobló puesto que sólo quedaron vivos adolescentes, ancianos,
tullidos y mujeres.
El régimen de Kiev está repitiendo ese escenario. Como se diría en argot, está “rebañando el barril”. El ex embajador de EEUU en Finlandia, Earle Mack, se ha permitido hacer unas predicciones: según él, Ucrania se acerca a una década de muerte y caos con más de 10 millones de personas que han abandonado el país y 5,5 millones de ucranianos que se han refugiado en Rusia. Ucrania, cuando acabe la guerra, será un Estado fallido o no existirá.
La imagen del
anciano de 71 años entrenando en los campamentos alemanes de la OTAN es una
imagen potente. Revela las enormes carencias del Ejército ucraniano en el
frente. Las estimaciones de las propias fuentes occidentales sitúan el número
de muertos en torno a los 400.000, mientras que heridos y amputados podrían
sobrepasar los tres millones.
Solo en la
fracasada contraofensiva han fallecido unos cuarenta mil ucranianos según
fuentes de Kiev, 66.000 según fuentes rusas. Es una matanza sin sentido donde
para preservar los caros “juguetes bélicos de Occidente” se envían hombres como
“carne de cañón” para abrir el paso a través de los densos campos de minas. El
dieciocho de julio pasado el propio comandante de las fuerzas terrestres del
ejército de Ucrania, general Alexander Sirsk, reconocía en una entrevista a
Europa Press que era “prácticamente imposible” lograr un éxito inmediato en la
tan cacareada contraofensiva ucraniana. A pesar de las evidencias, la masacre
continúa.
Aunque la ofensiva
carezca de viabilidad militar, poco importa, se ha seguir insistiendo. Están en
juego enormes flujos de dinero occidental que va ineludiblemente a los
bolsillos de las élites ucranianas y de los empresarios occidentales.
Ucrania, según los
estándares internacionales es el segundo estado más corrupto del mundo. Los
grandes grupos de poder precisan de un relato que justifique el desvío de
dinero público a sus arcas y que, además, convenza a la ciudadanía de la
necesidad de sacrificar y privatizar los sistemas sanitarios, de pensiones o la
educación por tal de enviar más y más armas a la hoguera ucraniana. Hay que derrotar
a Rusia.
A pesar de tanto
sufrimiento, nada satisface a los oligarcas ucranianos, ni a Washington, ni a
la UE. Es la guerra de Washington contra Rusia, librada en terreno de terceros.
La ofensiva, como ya hemos dicho, es un fracaso. El costo en vidas humanas es
inasumible. El ejército ucraniano de Zelenski está tomando medidas desesperadas
para rellenar los agujeros en sus filas. Paulatinamente, se recurre a tropas
peor entrenadas y motivadas. La movilización total que ahora se promueve
recuerda el llamamiento de Hitler a las juventudes hitlerianas (chiquillos de
catorce años que debían defender el búnker del Führer).
La nueva
movilización abarca todo lo que queda del espectro de edad, desde los 15 hasta
los 60 años. Ucrania no tiene más recursos humanos y es por ello que considera
aptos para el servicio hombres que deberían estar en el hospital, en la escuela
o en su casa. La violencia en el reclutamiento, la detención de los varones en
cualquier lugar y momento, es lo que todavía permite mantener el flujo de
soldados hacia el frente.
El gran negocio
La guerra en
Ucrania es un enorme robo donde todos, desde el propio Zelenski (que según la
prensa estadounidense ha comprado otra lujosísima villa en un lugar exclusivo
en el Mar Rojo) hasta los altos cargos del gobierno (algunos destituidos por
múltiples casos de corrupción) están amasando enormes fortunas. A la llamada de
este saqueo han acudido bancos y entidades financieras occidentales que han
encontrado un nuevo nicho para su enriquecimiento.
El periodista de
investigación John Hermer ha señalado un hecho sumamente extraño: el Fondo
Monetario Internacional ha prestado ciento quince mil millones de dólares al
gobierno de Zelensky, suspendiendo al mismo tiempo las auditorías y requisitos
de control habituales. Tampoco la UE o el Parlamento Europeo están controlando
los flujos financieros de ayuda a Kiev. Periódicamente el Fondo para la Paz
dependiente de la UE envía paquetes de ayuda financiera. Nadie ha dado cuenta
de en qué se gasta el dinero de la UE.
Al no existir
controles parte o la totalidad de dinero ha acabado en cuentas de paraísos
fiscales. El 31 de marzo de 2023 el FMI concedió otros 15.600 millones de
dólares en el marco de un nuevo acuerdo de servicio ampliado del fondo para
Ucrania al margen del apoyo total de 115.000 millones que fue aprobado con
anterioridad. La propia institución financiera afirma que no realizará las
inspecciones de supervisión “in situ” antes de finales del 2024 y sólo si “las
condiciones lo permiten…”
Los documentos del
Fondo Monetario Internacional respecto a la deuda ucraniana son un conjunto de
buenas intenciones. No se penalizará al ejecutivo de Kiev si las promesas no se
cumplieran. Funcionarios de este organismo como la primera subdirectora gerente
del Fondo Monetario, Gita Geopinath, admiten abiertamente que “los riesgos para
el acuerdo del SAF son excepcionalmente altos”.
En el propio
Congreso de los EEUU, por otra parte, hay muy pocas voces que apoyen una
auditoría de cuentas y que se cuestione realmente el destino del dinero de los
contribuyentes. Es una obviedad decir que muchos de los representantes
políticos deben sus campañas electorales a los grupos de poder interesados en
mantener viva la crisis ucraniana.
Las finanzas de la
guerra en Ucrania se asemejan a un esquema Ponzi (una estafa piramidal) donde
ni el Congreso de los EEUU, ni el Fondo Monetario Internacional ni la Unión
Europea son capaces de señalar quién ha recibido el dinero. Tampoco les
interesa. El sistema bancario ucraniano está en quiebra puesto que las tasas de
interés de los créditos occidentales son del 25%. Pero además, para mantener la
ficción económica y poder venderlos o privatizarlos, los activos del país son
garantizados con más dinero del propio FMI, creando una situación fallida de
“facto”.
En palabras del
periodista norteamericano, no es muy aventurado afirmar que los principales
responsables de la toma de decisiones sobre ese dinero (Joe Biden, Jake
Sullivan, Antony Blinken, Victoria «Fuck Europe» Nuland, Josep Borrell, Annalena
Baerbock, Olaf Schulz, los altos funcionarios del FMI y otros agentes clave del
imperio estadounidense) podrían estar entre los grandes beneficiarios de este
latrocinio.
Mientras se pueda
mantener este negocio a corto plazo, la guerra tiene visos de mantenerse hasta
el último ucraniano vivo.
Unas elecciones
difíciles
La imagen del
malvado autócrata es, evidentemente, la del presidente ruso Vladimir Putin. Su
Estado no alcanza, supuestamente, los mínimos estándares que exigiría la
“democracia occidental”. Los medios han hecho de ello uno de sus grandes
argumentos. Poco importa que el segundo partido en importancia en la Duma sea
el partido comunista ruso. En estos días se celebran elecciones locales y
provinciales en toda Rusia, incluidas las zonas ocupadas y Crimea, mientras que
Zelenski (al que se le acaba su mandato) manifiesta que no tiene intenciones de
convocar elecciones presidenciales y exige que se le pague la astronómica cifra
de 5.000 millones de dólares para organizarlas.
La guerra de desgaste
que ha impuesto EEUU contra Rusia necesita aún más carne. Biden mira por su
reelección. La carrera comienza en noviembre. Necesita alguna noticia positiva
del frente ucraniano. Sobre el escenario electoral se alzan, al igual que para
Trump, nubes de tormenta. Los turbios negocios de la familia (se acusa a su
hijo y al propio presidente de haber recibido más de 5 millones de dólares por
sus negocios ilícitos en Ucrania) serán una losa en la campaña.
Biden necesita
desgastar a Rusia tanto como pueda para presentar algún tipo de ticket ganador.
El Secretario de Estado Blinken, de visita en Kiev hace unos días, prometió mil
millones y más material bélico. Para congraciarse con el funcionario
norteamericano, miles de hombres fueron enviados a otra ofensiva fallida y
pagaron un altísimo precio por esa futura ayuda.
La caída en
desgracia del anterior ministro de Defensa ucraniano Reznikov por un caso de
corrupción, y su sustitución por otro personaje, Rustem Umerov, también
investigado por la Justicia por un tema similar, revela que Zelensky descarga
su responsabilidad en terceros. Washington no ha dado la orden aún para
sustituir al presidente, pero las voces comienzan a alzarse.
Las transnacionales
norteamericanas (Dupont, BlackRock….) que han comprado gran parte del
territorio ucraniano, ahora miran con ojos golosos a la propia Polonia.
Ucrania, evidentemente, no ha aprendido nada de la tragedia de la Triple
Alianza en el siglo XIX. Polonia tampoco parece haber aprendido nada de las
lecciones de la II Guerra Mundial.
En aquel tiempo,
como ahora, su oligarquía se creía capaz de vencer al ejército alemán. Los
medios de la época fantaseaban con derrotar a las divisiones Panzer y ocupar
Berlín. La historia nos enseña cuál fue el resultado, pero nuevamente creen
(hundida Alemania en una profunda recesión económica y política) que ha llegado
el momento de convertirse en la gran potencia militar europea. Fantasea con
crear un estado confederal que agruparía la actual Polonia, Ucrania y Lituania.
Claramente la oligarquía
polaca ha escogido los cañones en lugar de la mantequilla y está llevando al
país al precipicio. La retórica belicista de los dirigentes en el gobierno, del
partido Ley y Justicia (PiS), camina en esa dirección. En este momento Varsovia
afronta una profunda crisis económica, que no le impide invertir, restringiendo
los servicios sociales pero inflamando a la población de un belicismo extremo,
más del 3,5% del PIB en armamento. Para el viceprimer ministro Jaroslaw Kaczyns
esto no es suficiente puesto que espera gastar el 5% anual del PIB en los
próximos cinco años.
Los líderes del PiS
quieren convertir a su ejército y a Polonia en una superpotencia militar en 2
años. Para ello se han cerrado tratos para comprar cientos de tanques, aviones
y helicópteros, mientras espera crear un ejército que doble al actual y
convertirse en el más poderoso de Europa (y los grandes fondos de inversión lo
que esperan es que se estrellen). Nuevos conflictos se avecinan en el
horizonte.
elviejotopo.com
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