LO QUE DIGA EL MÍSTER
Menuda lección
política nos están dando las del fútbol. Sólo por eso les debemos, creo yo, el
más sincero de los apoyos en los episodios venideros.
IRENE
ZUGASTI - CANAL RED
Las ruedas de prensa de los futbolistas profesionales siempre me han fascinado por su vacuidad, por su capacidad de no comunicar absolutamente nada y aún así abrir telediarios y por cómo se entrena a los jugadores, también, en vender humo a base de frases hechas y muy facilitas (sujeto/verbo/predicado) para que no las olviden.
Si hay polémicas, si hay ruido, si hay controversias, ya saben: cara de póker, balones fuera, y lo que diga el Míster. Habrá quien sospeche que quizá el abandono prematuro de la educación básica obligatoria para concentrarlos en centros de alto rendimiento les había privado de alguna que otra clase de literatura, dicho con elegancia, o parafraseando a Liam Gallagher, que el 90% eran absolutos idiotas. Menos, qué sé yo, Cantoná. Pero no, no lo creo: no se invierten millones en departamentos de Comunicación corporativa en vano.
Desconozco si ese
será el caso de Morata, que cuando leía aquel comunicado forzado de la
Selección Española con ese tono entre desgana y aburrimiento me recordaba a las
lecturas obligadas en voz alta que nos mandaban recitar en el colegio. La
verdad, le ví mucho más suelto en el videoclip de Taburete. Tampoco sé si ese
será el caso de Carvajal, que al ser preguntado -ya sin comunicado delante-
sobre el asunto Rubiales reveló su verdadero sentir y sacó la patita con un
argumentario neomachista impecable disfrazado de lo de siempre: equidistancia y
espaldarazo a su compadre Rubiales.
Pero otra de las
cosas que me ha enseñado el feminismo es que detrás de los estereotipos y los
prejuicios suele haber explicaciones mucho más complejas. Mantener un negocio,
-EL negocio- del fútbol moderno implica una importantísima cultura de la
obediencia, de la subordinación y de que todo, absolutamente todo, quede en
casa, o en los puticlubs de Salobreña, como muy bien hacía Rubiales; ello
implica jugadores que actúan como semidioses, sí, pero sumisos y dóciles
mientras queden Lamborghinis. No en vano, no hace tanto la AFE (Asociación de
Futbolistas de España) apadrinaba una guía de una prestigiosa consultora fiscal
donde daba consejos financieros a los futbolistas profesionales devenidos
multimillonarios para que no dilapidaran su fortuna en horteradas. Dicha guía,
de hecho, contenía dos advertencias fundamentales: tener cuidado con la Agencia
Tributaria, y tener cuidado, por supuesto, con las mujeres.
Supongo que esa
segunda alerta se refería a las cazafortunas, otro estereotipo peligroso que
esconde también mandatos sexuales mucho más complejos que el de ser la consorte
explosiva y muda de algún astro del balón; al fin y al cabo, tiene mérito tener
que sacar conversación todos los días en el desayuno a no sé, Messi, a
Cristiano, o a Sergio Ramos.
«Si hay polémicas,
si hay ruido, si hay controversias, ya saben: cara de póker, balones fuera, y
lo que diga el Míster.»
El hecho es que lo
que nadie vió venir, ni siquiera esa guía para ricos sin criterio, es que las
mujeres que había que temer estaban mucho más cerca de ellos de lo que podían
imaginarse. Eran sus compañeras, las otras, las tantas veces despreciadas,
silenciadas, segundonas, tan poco wags, bolleras confesas muchas, las que no
interesaban a las grandes marcas ni generaban, como dice Juan Ramón Rallo,
“valor añadido”.
Lleguen todo lo
lejos que lleguen con su huelga y sus batallas, las futbolistas profesionales
-así como un puñado de periodistas deportivas también muy valientes- ya ha
marcado una diferencia: claro que se pueden hacer las cosas de otra forma.
Claro que se pueden hacer mejor. Claro que se pueden cambiar las cosas desde
dentro, y hasta dinamitarlas, si hay coraje y buenas compañeras. Lo hicieron
hace un año, cuando se atrevieron a enfrentar los abusos de Vilda, -del míster-
para ser llamadas “amotinadas”, chantajistas e ingratas y quedarse solas en la
tarea. Lo hicieron cuando renunciaron a una carrera sin mácula, a patrocinios
millonarios, a pasear su gloria de la mano de Rubiales por los escenarios del
mundo, pese a intuir las consecuencias. Lo están haciendo denunciando sin
flaquear, usando las herramientas colectivas, las sindicales y asociativas,
ejerciendo una sororidad sincera que apoya y abraza a una compañera sean cuales
sean las consecuencias. Lo hacen cada vez que comunican sus decisiones, sus
opiniones, y lo hacen con frescura, con verdad, con voz propia. Escuchen a Vero
Boquete, y comparen.
Menuda lección
política nos están dando las del fútbol. Sólo por eso les debemos, creo yo, el
más sincero de los apoyos en los episodios venideros. Ahora que la SER hace
encendidos editoriales reivindicando el consentimiento, que mentar la “cultura
de la violación” ya no es un tabú o un exceso propio de una radical exaltada,
ahora que se multiplican los editoriales y las columnas como esta que yo
escribo, recordemos, recuerden: el feminismo, las mujeres organizadas, nos han
demostrado que hay otros caminos, otras formas de hacer, otros medios, y sobre
todo, otros fines más dignos. Claro que se puede, claro que vale la pena. Ojalá
no saliera tan caro no hacer siempre lo que diga el Míster.
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