JOSÉ MARÍA AZNAR, ‘DRAMA QUEEN’
ANTÓN
LOSADA
Disiento de quienes consideran un error y un sindiós convocar un AMPNI –acto de movilización política no identificado– la víspera de tu sesión de investidura para protestar porque el investido vaya a resultar otro. Muy al contrario, Núñez Feijóo y el Partido Popular pueden estar sorprendiendo y acertando a la vez con otra estrategia política rompedora e innovadora al tocar a rebato para ese acto del 24S que no será una manifestación, pero es a pie de calle y es de partido aunque será abierto.
Ya lo hicieron al
proponer al sanchismo un pacto para derogarlo a plazos y por partes, o
negándose a hablar con Junts pero escuchándolos al mismo tiempo. Ahora apuntan
a un salto cualitativo en un terreno clave de la política contemporánea: la
búsqueda de estrategias efectivas de movilización del electorado.
Donde otros ven una
capitulación ante el aznarismo más severo y el ayusismo más agitprop, se
descubre, a poco que se observe con cuidado, la perspectiva de una hábil
estrategia de fidelización política. Si su obsesión por mantenerse en la
centralidad pactando únicamente con la extrema derecha no le impidiera ver el
bosque, el PP ya estaría en plena campaña de promoción entre las bases.
Las posibilidades
se antojan infinitas. Repartir una cartilla y cupones y si acudes al AMPNI de
Madrid y a la manifestación de Barcelona, te regalan un juego de sartenes o una
freidora de aire. Pedir a los votantes que manden a la sede de Génova imágenes
de sus redes sociales acreditando que, en su día, recogieron firmas contra el Estatut,
acudieron a Colón y acudirán ahora al AMPNI del 24S o a la demostración del 8O
para obtener así el derecho al carnet VIP de militante del PP, con fabulosos
descuentos en todo el catálogo FAES. O mi gancho favorito: quien demuestre
haber llevado además a familiares y amigos a Colón, al AMPNI y a la mani de
Barcelona, entrará en el sorteo de dos butacas en primera fila para asistir a
la próxima defenestración del siguiente líder popular que caiga. Cuantos más
amigos y familiares se acredite haber movilizado, más posibilidades de ganar
esos asientos de privilegio en el palco de la historia.
Cuando Feijóo iba a
ser presidente, no tenía nada que objetar y todo le parecía bien. Pero el
expresidente no llora, el expresidente factura. Que Aznar es un drama queen,
necesitado de que la unidad de España se halle en peligro mortal cada seis
meses para actualizar así su tarifa como conferenciante –con los socialistas
siempre dispuestos a relanzar su carrera–, constituye una de las certezas de
nuestra agitada vida pública. Que esa necesidad promocional se convierta en un
problema político y de supervivencia para Feijóo supone el verdadero drama de
la derecha española: el pasado no le deja ver el futuro.
Feijóo lleva
semanas reclamando que le reconozcamos como el verdadero ganador de las
elecciones y rechacemos falsos profetas, pero resulta que quien primero le
ignora como tal son los suyos. Tan poca fe le tienen y tan escaso respeto como
ganador le guardan que ya están convocando a protestar contra quien consideran
el verdadero triunfador: Pedro Sánchez. No esperan siquiera a matar
políticamente a Feijóo para empezar a ignorarlo. Aznar convoca a las masas como
si el candidato popular fuera invisible y Díaz Ayuso se apresura a anunciar su
comparecencia a la manifestación de Barcelona en su calidad de líder nacional
in pectore del partido. Ya sabe lo que tiene que hacer si no quiere que las
masas se presenten en las puertas de la sede popular reclamando su cabeza.
Diputado arriba,
diputada abajo, los resultados de las cuatro últimas elecciones generales
mantienen una constante invariable. Si la derecha o la izquierda españolas
quieren gobernar España, deberán pactar y entenderse con los nacionalistas. Eso
no va a cambiar en los próximos años porque esa es la realidad. No se trata de
que la gente se equivoque o vote desinformada. Eso es lo que quiere porque
entiende que eso es lo que somos.
El líder popular
reclamó tiempo para armar su investidura. Exigió que el foco de la atención
pública girase sobre él. Dos semanas después seguimos sin saber para qué lo
quería. Tanto protagonismo sólo le ha servido para agudizar sus propias
contradicciones y para que visualicemos con nitidez que carece de opciones y
apenas tiene con quien hablar. Que lo malo no es perder sino la cara que se te
queda ha vuelto a probarse una verdad universal.
Volver a la calle a
manifestarte contra la realidad devuelve a Feijóo y al PP al extremo del cual
no pueden salir porque nadie quiere ir tan lejos a buscarlos, aunque sólo sea
para hablar; ni los nacionalistas catalanes, ni los vascos, ni los gallegos,
únicamente la extrema derecha y porque ya estaba allí y el territorio les
pertenece.
Disiento de quienes
consideran un error y un sindiós convocar un AMPNI –acto de movilización
política no identificado– la víspera de tu sesión de investidura para protestar
porque el investido vaya a resultar otro. Muy al contrario, Núñez Feijóo y el
Partido Popular pueden estar sorprendiendo y acertando a la vez...
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