FEIJÓO EN EL DIVÁN INTENTA CURAR
SU MIEDO ESCÉNICO
SATO
DÍAZ
Jefe de Política de 'Público'
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la sesión plenaria
en la se aprueba el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso. / Eduardo
Parra (Europa Press)
La luz tenue, casi tinieblas, nos indica que estamos en un relato de ficción y las puntas de los zapatos negros de Alberto Núñez Feijóo señalan al techo. La cabeza, sobre un almohadón; la espalda, horizontal sobre el diván; la lengua, suelta. El líder del PP dice lo primero que se le pasa por la cabeza, asociación libre de ideas, sin juzgarlas, sin censurarlas previamente. Aznar, Galicia, investidura, Sánchez, lenguas cooficiales, Baltar, Silvia Intxaurrondo, Ayuso, maldito PNV, Borjita Sémper, Marcial Dorado...
El diván empezó a
usarse en sesiones psicoanalíticas como reminiscencia de la hipnosis. Sigmund
Freud dejó de utilizar el péndulo, pero seguía aconsejando a los pacientes
estirarse sobre el mueble con los ojos cerrados para una mayor concentración.
Mejor el diván que una conversación cara a cara entre paciente y especialista
con una árida mesa de por medio. Tumbado, Feijóo, proseguía ante la atenta
escucha del psicoanalista. Verano azul, Miguel Ángel Rodríguez, Federico, yo he
ganado las elecciones, encaje territorial de Catalunya, gobierno ilegítimo...
El líder del PP no
puede disimular los síntomas de agotamiento. Ha sido un mes larguísimo. El 22
de agosto el jefe del Estado le designaba como candidato para el debate de
investidura. Feijóo alardeaba de que, con unas semanas de margen, podía
conseguir los cuatro votos que le faltan para convertirse en presidente del
Gobierno. Ni cuatro, ni tres, ni dos, ni uno. Solo PP (136), Vox (33) CC (1) y
UPN (1) le apoyarán, salvo sorpresa o 'tamayazo' la próxima semana. Son 171
diputados a favor, de un total de 350. Desde el diván, el gallego no frena la
verborrea. Cuatro más, solo cuatro más, Emiliano, Emiliano, Emiliano,
Emiliano...
El analista pasea
por el habitáculo con las manos agarradas por la espalda. Al escuchar el nombre
del presidente de Castilla-La Mancha, se detiene, levanta una ceja y multiplica
su atención. Consciente de que no existen enfermedades, sino enfermos, como
repetía el doctor Gregorio Marañón, el analista se ha propuesto el reto de dar,
en esta sesión, con el motivo por el cual quien fue presidente de la Xunta de
Galicia durante tantos años ahora tiene miedo escénico. Quien tanto ha
comparecido en público ahora solo desea esconderse bajo una manta en el salón
de su hogar. Aznar, Ayuso, Aznar, Ayuso...
Un año y medio como
presidente del PP y al dirigente le han pasado factura estos meses físicamente.
Cuando llegó, Juan Manuel Moreno Bonilla ganaba por mayoría absoluta las
elecciones a la Junta de Andalucía usando un lenguaje moderado y confrontando
con Vox, cuya candidata en aquella campaña electoral fue Macarena Olona. Mucho
ha llovido desde entonces. Aquel era el camino, alardeaba Feijóo. Lenguaje
tranquilo, sin estridencias, para desarrollar después las políticas de la
derecha de toda la vida. Hoy, el PP de Feijóo comparte gobiernos con la
ultraderecha en cinco comunidades autónomas y en cerca de 150 ayuntamientos.
¿Por qué Santiago no ha votado a nuestros candidatos a la Mesa del Congreso?,
se cuestiona, en voz alta, desde el diván. ¿Por qué no me apoyan los del PNV?
Los resultados del
23J todavía son una pesadilla en la calle Génova. El 11 de julio, el equipo de
campaña del PP casi bailaba la conga en la estación de Atocha. La caravana de
campaña seguía su rumbo y la noche anterior Feijóo había conseguido acorralar a
Pedro Sánchez en el debate cara a cara en Atresmedia, se mostró hábil en el uso
de la mentira y la interrupción ante un socialista sorprendentemente lento en
las reacciones. La noche del 23 todavía perdura en la zona noble de la sede del
PP, no se lo esperaban.
¡Ayuso, Ayuso! El
nombre de la presidenta de la Comunidad de Madrid fue coreado por los
militantes reunidos bajo el balcón. Unos gritos que siguen retumbando por los
pasillos del interior del edificio de la calle Génova. Feijóo no obtuvo números
ni para gobernar ni para imponer un modelo diferente en el partido. Un PP menos
dependiente del ecosistema Madrid y con tonos más sosegados. Algunos medios de
Madrid, cuya financiación en buena medida viene de la Puerta del Sol, hacen
bien su trabajo.
Feijóo continúa
hablando, esbozando palabras que por separado no tienen ningún sentido, pero
que, escuchadas todas juntas, el psicoanalista puede llegar a comprender. Los
próximos días, el líder del PP se juega su liderazgo. La semana que viene es el
momento: su debate de investidura. En su discurso tendrá que mostrarse como
presidenciable, aunque no logre los votos suficientes. Todo el país estará
pendiente de sus palabras. Pero dos días antes de la tribuna del Congreso,
subirá al escenario de la plaza Felipe II de Madrid. Y ahí tendrá que
interpretar otro papel clave: tendrá que convencer a propios y ajenos de que es
el líder de la derecha española.
El nerviosismo se
apodera del gallego tumbado en el diván. Aznar, Ayuso, Aznar, Ayuso, Aznar...
La almohada, empapada de sudor. Aznar, Ayuso, Aznar, Ayuso... El analista
concluye: el paciente necesitará más sesiones para superar su miedo escénico.
No mejora.
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