EL ACANTILADO DE CRISTAL DE MONTSE TOMÉ
Rodéate de
buenas abogadas, de mejores compañeras, y de excelentes amigas. Sola no puedes,
pero con ellas, quizá, sí
IRENE
ZUGASTI
Montse Tomé durante su presentación y anuncio de la primera lista
como seleccionadora de fútbol femenino. / RFEF (Youtube)
En este manual del estertor machista que está siendo el caso Rubiales, en la Real Federación Española de Fútbol no se saltan ni una coma del guión. Desde aquellos días del “no voy a dimitir” hasta hoy, la política de comunicación institucional y de gestión a la interna y la externa de la RFEF nos ha mostrado todo un catálogo de formas y conceptos en los que convergen, de forma exquisitamente clara, lo mejor del mal patrón con lo mejor del buen machismo. Y eso incluye a Montse Tomé.
Esto no es una
defensa de Montse Tomé. Primero, porque desconozco su recorrido y su desempeño
profesional, más allá de saber que no era la favorita de las jugadoras para
sustituir a Jorge Vilda, y, en segundo lugar, porque esa sana manía que una
tiene de sospechar –casi– siempre de todos aquellos sueldos que superen las
seis cifras.
Pero el hecho es
que a Tomé le ha caído una buena encima, y, por lo que vemos, por un salario
bastante inferior al que Rubiales prometió a Vilda en aquella infausta rueda de
prensa, donde no se agarró los huevos, ni falta que le hizo, para asegurarle
medio millón de euros anuales a su amigo, así, a cholón, y delante de
tantísimas de personas.
Lo que le ha pasado
a Montse Tomé, me temo, se llama “acantilado de cristal”, que viene del inglés
“glass cliff” y que sí, es uno de esos conceptos acuñados por el feminismo
liberal de trajes de chaqueta y maletín, pero no es por ello menos cierto.
Resulta que hace unos años, en 2004 concretamente, en la Universidad de Exeter,
unas investigadoras quisieron contestar a un artículo de la sección de negocios
del periodico The Times en el que se afirmaba que aquellas compañías con
mujeres al mando tenían peores resultados en la bolsa de valores británica y
sus acciones tendían a caer. Así que se pusieron a estudiar el funcionamiento
de 1.000 empresas británicas del índice FTSE 100, el equivalente al Ibex 35 en
la bolsa de Londres, y llegaron a la conclusión de que esas empresas, cuando
preveían grandes crisis o pobres resultados, tendían a colocar a mujeres en los
cargos directivos para pasar el trago, y lo hacían, además, por períodos
bastante reducidos, en torno a unos cinco meses.
Para estas
académicas, el objetivo principal de esa estrategia, a la que llamaron glass
cliff, era no dañar la reputación de los liderazgos masculinos y si ellas
caían, pues habían caído. Mientras, entre bambalinas, se arreglaba lo que
hubiera que arreglar, se reestructuraba el asunto, y se plantaba el traje del
próximo gran líder al que promocionar cuando de nuevo soplaran vientos de cola.
Todo indica que
Tomé está al borde de ese precipicio. Nombrada para legitimar un liderazgo
femenino en una institución profundamente masculinizada como es la Federación,
se pretendía calmar los ánimos porque en Las Rozas, como en el PP y en el PSOE,
aún no han entendido que no se trata de poner al mando jefaturas femeninas,
sino feministas. A Tomé le ha tocado, de momento y nada más empezar, dar las
explicaciones que jamás se exigieron a un técnico en su estreno; hablar de
ella, de sus posicionamientos en esta polémica, y justificar por su boca los
últimos movimientos de la Federación para presionar a las jugadoras a ser
convocadas a una selección donde no quieren jugar si no se cambian las cosas.
Pero el acantilado
de Tomé es el de muchas otras, solo que sin tantos ceros: en política y en
micropolítica, en comunicación, en el trabajo o en la asamblea, y en casa
también, cuando al frente de los marrones dejas siempre a las mismas. Esta
dinámica ha hecho que muchas desarrollemos un sano recelo a las palmaditas en
la espalda, los halagos y las promesas mientras llueve ahí fuera, así como una
tendencia a evitar, siempre que se pueda, ser la “pick me girl”: otro concepto
interesante acuñado por pijas norteamericanas y que advierte a las mujeres de
esos discursos que empiezan con un clásico “tú no eres como las demás”, para
terminar quedándote sola.
No sabemos qué
ocurrirá con la entrenadora en los próximos meses y sería tremendamente injusto
poner todos los focos sobre ella, tal y como quieren los señores de la RFEF que
aplaudían hace menos de un mes las bravatas de Rubiales. Entre que todos me
parecen iguales y su denodado esfuerzo por camuflarse entre la espesura de sus
privilegios, logran su objetivo, que es seguir operando entre las sombras
mientras otras tienen que exponerse, casi a pecho descubierto y a plena luz del
día. En todo caso, y a quien
corresponda, ahí va un consejo que estoy aprendiendo de estas jugadoras:
rodéate de buenas abogadas, de mejores compañeras, y de excelentes amigas. Sola
no puedes, pero con ellas, quizá, sí.
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