miércoles, 27 de septiembre de 2023

LA GESTIÓN MIGRATORIA ES LA MUERTE DEL LORO

 

LA GESTIÓN MIGRATORIA ES LA 

MUERTE DEL LORO

LUCILA RODRÍGUEZ-ALARCÓN

Josep Borrell participa en la reunión informal de cooperación al desarrollo de ministros de la UE. -NACHO FRADE / Europa Press

Llevamos solo un par de semanas de curso escolar y ya se vislumbra cómo va a ser la temporada 23-24 en lo que a temas migratorios se refiere y, como todo el resto de lo que nos rodea, va a tener tintes distópicos. No tendría por qué ser así pero parece que los países actualmente receptores de flujos migratorios no podemos pensar, ya no a largo, sino a medio plazo y eso, sin duda, va a ser la esperada 'muerte del loro', que se mata clavándose su propio pico. 

Empezamos la temporada con catástrofes naturales justo en los países de paso al límite de las fronteras de Europa. Primero, un terrible terremoto que se llevó por delante varios pueblos y ciudades de Marruecos y en el que se reportaron en torno a 3.000 personas muertas. Durante los escasos días que duró la cobertura pudimos ver de todo: desde acciones bellísimas de solidaridad espontánea ciudadana –esa que tanto caracteriza a la sociedad de España– como campañas xenófobas incompresibles. El rey de Marruecos dejó de claro de nuevo que la salud de su país y de las personas que lo habitan le importan bastante poco, permitiéndose rechazar ayudas de otras naciones, cuando sus conciudadanos seguían buscando a familiares entre los escombros y él se encontraba fuera del territorio. En definitiva, un verdadero desastre que evidencia la situación tan extremadamente precaria e injusta en la que viven nuestras vecinas en un país con el que tenemos frontera física, con un gobierno autoritario y despiadado al que nuestro Ejecutivo y la Unión Europea (UE) han decidido apoyar para evitar el chantaje migratorio. ¿Qué puede salir mal?

Apenas tres días después del terremoto en Marruecos, cuando la gente todavía seguía buscando víctimas, el rey aún no había visitado la zona afectada y la ayuda internacional empezaba apenas a llegar al país, otro evento apocalíptico azotó a otra de las naciones africanas fronterizas del Mediterráneo: unas lluvias torrenciales se sumaron a unas infraestructuras deficientes y dos presas saltaron por los aires en Libia, llevándose por delante la ciudad libia de Derna y dejando una cifra indeterminada de muertos que supera las 11.000 personas y podría llegar hasta 20.000. Libia es un país sin gobierno, en manos de paramilitares desde hace años que está siendo utilizado convenientemente por el gobierno de la UE para evitar el flujo de inmigrantes procedentes de África. Se sabe que hay cárceles donde se esclaviza y se asesina a las personas que están en tránsito, pero en lugar de penalizar de algún modo a quienes desarrollan estas prácticas, la UE gasta miles de millones de euros para asegurar que nadie pase, porque "ojos que no ven...".

Entre tanto, siguen llegando inmigrantes a Europa por todas las rutas. Las más populares en nuestras noticias son las de acceso por España, es decir Canarias y la costa sur de la península, que andan bastante controladas desde la masacre de Melilla en la que se estima que murieron varias decenas de personas en la valla, que tuvo lugar coincidiendo con la cumbre de la OTAN de Madrid y tras el histórico cambio de postura sobre el conflicto del Sáhara asumido por el gobierno de Pedro Sánchez. En Italia llevan un verano lleno de noticias de llegadas, con Lampedusa de nuevo colmando titulares como un espacio de recepción de barracas y esa parte del mar como terreno mortal para aquellas personas que intentan cruzar. Los datos del Consejo Europeo no dejan lugar a dudas: está siendo uno de los años más mortíferos de la historia de los cruces, con al menos 2.720 muertos en apenas 160.000 llegadas. Es demoledor ver cómo hemos ido aceptando la muerte como parte del proceso migratorio. En el año 2015 llegaron a Italia más de un millón de personas y se registraron 4.054 muertes. Al año siguiente murieron por lo menos 5.143 personas pero solo llegaron a las costas 373.000. Es decir, proporcionalmente, cada vez llega menos gente y mueren más personas en el mar. Y, sobre todo, no pensemos que en el caso de España estamos mucho mejor, simplemente es que las muertes se producen en países terceros a los que nuestro gobierno paga para que así sea. Pero resulta mucho más llevadero así, sin duda, no en balde somos los inventores del sistema de control migratorio europeo. 



Entre medias, los países de la UE funcionan por arranques emocionales y van cambiando sus enfoques de control migratorio en función de la actualidad del momento. Alemania se está estrenando en el cierre de fronteras, amenazando a Italia y a Polonia con tomar medidas de larga duración. Polonia está empezando a sentir fuertemente el peso del éxodo ucraniano que no ha podido compartir con el resto de la Unión, porque somos solidarias pero no tanto. Borrell ya avisó en unas recientes declaraciones públicas que la gestión migratoria puede ser el gran talón de Aquiles que haga saltar en pedazos la UE. 

Mientras todo esto sucede, los países de la Unión se enfrentan a un decrecimiento de su población que va acompañado de un envejecimiento histórico. Este es un hecho que nadie cuestiona pero, curiosamente, parece que nadie interioriza lo que esto significa. Cada vez menos gente y cada vez más mayores significa que solo las personas con capacidades económicas elevadas podrán tener una vejez digna. El resto tendremos que trabajar hasta que nos muramos, salvo que tengamos hijos que nos quieran apoyar. No tiene ningún sentido nada. En 2022 había medio millón menos de personas en Europa, pero el problema son las 200.000 personas que han entrado de forma irregular por nuestras costas, no las que han muerto intentando llegar, no las que no quieren venir porque no tenemos nada que ofrecer –sí, esto está empezando a pasar también, pero ya hablaremos de ello en otra ocasión–.

Pues todo esto y más nos espera esta temporada en Con M de Migraciones, esta sección de nuevas narrativas migratorias que acompaña el esfuerzo periodístico sobre migraciones del equipo del diario Público. Amén.

 

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