SUAM 14
DUNIA
SANCHEZ
Yo Suam giro entorno a la cueva. A esa cueva donde niños , ancianos y desvalidos habitábamos. La noche ronda con una luna negra, cuya sombra hace pulsar el desánimo. Yo Suam me estrecho más y más entorno a la hoguera de aquella cueva, donde la humedad de su fondo nos desquita la mala gana de seguir viviendo. Todo esperamos, aquí en la cumbre donde solo el crepitar del fuego con la leña es bulla. La mujeres de las cumbres vienen y vienen con alimentos, con abrigos para ampararnos. Son mujeres vestidas de negro, donde la arrugas de sus frentes , de sus ojos, de la comisura de sus labios es señal de sabiduría , de ese conocimiento que carecemos en esta zona donde nos escondemos. Vienen como si de la nada hubieran nacido, como hijas de esta cumbre y a ciegas durante la madrugada. No , nos hablan. Calladas a las afueras de esta cueva dejan las cosas y se van, una tras de otra, otra tras de una. Cuanto más se van alejando va sonando un canto, un canto agudo de dolor, un canto mágico, aunque sea doloroso.
Yo Suam digo, ellas
son nuestras almas protectoras a esta gente desvencijada, derrotada, cansada
pero supervivientes de los descomunal de la aberración humana. Siento el goteo
de las filtraciones de esta gruta y se delata como un invierno o un otoño. No
sabemos bien, pero el frío cala en nuestros huesos. Uhm, esas mujeres
luchadoras, invencibles ante cualquier adversidad por muy cruel que sea. Las
admiro. Me gustaría saber más de ella. Yo Suam y la gaviota en este sillón que
tiene ojeras en la armonía de la música nos gustaría saber de ellas. Mujeres de
negro. Ancianas de la cumbre. Yo Suam miro a mis compañeros, ojos descarrilados
en atmósfera del agotamiento y de una tristeza infinita ¡No¡ Escucho un crio
como yo gritando ¡No’¡ ¡’No¡ Despavorido cuando la madrugada es gélida infernal
sale huyendo de la cueva, quiero ir tras él, tras su delirio del terror pero
alguien me detiene ¡Déjalo ir¡ ‘¡Déjalo¡ Sino caeremos todos. Y todos bajan la
mirada, se concentra en la hoguera entre esas imperfectas paredes y el resonar
de mis ojos inciden con una mujer. Una mujer de la cumbre borra en ese instante
mi intento de pararlo, me persuade hasta que la calma se incrusta en mi
vientre. Qué será de él . Yo Suam,
ahora, sentado en este sillón que tiene ojeras muerdo mis deseos de que la
existencia me confiese que fue de él. Nunca más me encontré con el.
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