CORCUERA REIVINDICA SU CASPA
DAVID BOLLERO
El exministro del Interior, José Luis Corcuera, a la
salida de la reunión de la 'vieja guardia' del PSOE en 2017 (Foto de Archivo).
/ EFE
El que un día fuera ministro del Interior (1988-1993) con el gobierno de Felipe González, José Luis Corcuera, sigue los pasos de sus antiguos jefes y sale a la palestra para alinearse con la derecha. No lo hace de cualquier modo, sino acudiendo al mitin del PP que tuvo lugar el pasado domingo en Madrid. La prensa conservadora no ha tardado en aprovechar la oportunidad y presentarlo como una voz autorizada para cargar contra la izquierda, a pesar resultar irrelevante para ésta.
Corcuera
sostiene que lo "normal" es "defender la
Constitución y no a quien quiera cambiarla", evidenciando su
intransigencia y anclaje a una España que ya no existe. La Carta Magna está
obsoleta; es un hecho que no sólo evidencia Catalunya, sino el resto de
Comunidades Autonómicas, ya sea reclamando su identidad o su financiación. Sin
embargo, Corcuera es de los que piensan que defender la Constitución es
mantenerla en una cámara acorazada inexpugnable y que quienes
pretenden adaptarla a la nueva realidad son unos felones.
El
exministro intenta retorcer la realidad afirmando que "yo no estuve en un
mitin, yo estuve en una concentración y estaré en tantas como se hagan",
pero lo cierto es que el propio Feijóo ha desmentido que sea una concentración
o manifestación, sacando pecho por la muchedumbre reunida en su mitin. Así
pues, cuanto antes se sacuda Corcuera sus complejos y acepte su
condición, menos ridículo hará; al menos, parecerá coherente.
"Nunca
me habían felicitado por la calle de una forma tan exagerada. No sabía que
había tanta gente de derechas. Me
siento hasta cohibido", afirmaba en 2016 a El Correo. Además de confirmar
que el tipo lleva años sin representar al PSOE –desde 2017 ya ni es militante-
y mucho menos a la izquierda, la hemeroteca sugiere su necesidad de
reconocimiento popular, cueste lo que cueste. De hecho, anda ahora el personaje coqueteando con la plataforma Nexo, esa que mueven los
desahuciados de Ciudadanos (Edmundo Bal, Francisco Igea...) con
el lema "ni de izquierdas ni de derechas", del mismo modo que cuando
aún estaba operativa la formación naranja decían que en la Guerra Civil no hubo
"ni buenos ni
En
realidad, no sorprende que Corcuera haya encontrado acomodo en la derecha y su
brazo mediático: además de reforzar su ego –aunque para ella es un recurso de
usar y tirar-, comparte muchos valores comunes, comenzando por el desprecio por
la Constitución, aunque prediquen lo opuesto. Por eso, ya en su época como
ministro del Interior, tuvo que llegar el Tribunal Constitucional y
ponerle los puntos sobre las íes con su Ley Corcuera (Ley de
Seguridad Ciudadana), ya saben, la ley de la patada en la puerta porque
permitía a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad entrar en un domicilio saltándose
toda autorización judicial. Sin duda, habrá hecho buenas migas con Jorge
Fernández Díaz, que con su Ley Mordaza es
un digno sucesor.
Que
aquella ley que violaba libertades civiles fuera aprobada con Felipe
González como presidente del gobierno nos indica que ya en los 90 el sevillano
se iba sacudiendo los valores esenciales de la izquierda. El
González de hoy ya asomaba la patita entonces, como también hacía Corcuera.
El
exministro comparte también con la derecha ese resquemor a la prensa libre, a
los profesionales que cumplen con su cometido, como demostró en sus choques con
compañeros como Xabier Fortes o Marta Nebot. Por eso tampoco
sorprende que, especialmente la prensa más conservadora acuda cíclicamente a su
rescate del olvido para cederle unos minutos de gloria, siempre y cuando cargue
contra la izquierda.
Ni
Corcuera, ni Felipe González, ni Alfonso Guerra,
ni Nicolás Redondo Terreros ni Joaquín Leguina (fan de Ayuso)
son ya voces autorizadas para hablar del PSOE o de la izquierda, por mucho que
la derecha quiera utilizarlos y ellos se dejen utilizar para mantenerse en el
candelero. Son personajes de otra España que no han evolucionado. No es una cuestión de edad, sino de pensamiento, como muy bien
apreciaba recientemente el maestro Enric Juliana al compararlos con Nicolás
Sartorius.
Ojalá aprovecharan esa supuesta
autoridad para salir al paso de los atentados que cometen PP y Vox contra la
justicia social, cuando pretenden impedir conquistas como un Salario Mínimo
Interprofesional (SMI) digno. No lo hacen, nunca lo han hecho y han primado su
odio visceral a Pedro Sánchez, no tanto por sus ideas sino porque les venció a
ellos en primera persona. Todos ellos llevaron en volandas a Susana Díaz y
avalaron conceder el Gobierno a Mariano Rajoy cuando Sánchez dimitió y entregó
su acta de diputado entonando el 'No es No'.
El
hecho de que tras aquella lección de integridad, Sánchez ganara limpia y ampliamente
las primarias socialistas a la candidata del aparato es algo que nunca han
perdonado. Corcuera se dio de baja del partido al día siguiente de
la victoria de Sánchez en un gesto de su calaña
democrática. Y desde entonces, apartaron la política y abrazaron el rencor, la
revancha con el actual presidente en funciones, convirtiéndose en jarrones
chinos exhibidos en un salón que desborda caspa y que, en lugar de rosas, lucen
crisantemos.
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