EL VIRUS DE LA EXTREMA DERECHA
DAVID TORRES
Resulta extraña,
por no decir otra cosa, la unanimidad de los medios al informar casi de pasada
sobre el atentado terrorista en Hanau, unanimidad en el sigilo que se
corresponde punto por punto con la escasa repercusión que esta masacre ha
obtenido en las redes sociales. Ni mensajes de apoyo ni recordatorios ni
banderitas alemanas, a pesar de los cientos de manifestantes que guardaron
vigilia en el lugar del atentado, en Berlín y en otras ciudades, conmemorando a
las víctimas de la matanza. Debe de ser que los medios andan muy atareados con
la aparición del coronavirus en Italia, donde se han cerrado colegios y se han
cancelado carnavales, como para perder minutos y páginas en dos tiroteos con
diez víctimas mortales entre los que, curiosamente, no se encuentra un solo
europeo.
No hace falta
remontarse muy atrás para recordar la avalancha informativa con la que
televisiones y periódicos ilustraron los diversos ametrallamientos mortales en
París o los apuñalamientos en Londres. No me hagan mucho caso, pero es muy
posible que la razón estribe en que una cosa es el terrorismo islamista, que
merece portadas, banderitas y miedo a toneladas, y otra muy distinta el
terrorismo neonazi, que es un virus conocido en el continente desde hace un
siglo y que no asusta a casi nadie, probablemente porque ya estamos
acostumbrados.
También en
Alemania, hace dos semanas, se procedió al arresto de un grupo de extrema
derecha que planeaba una ola de atentados contra mezquitas y centros islámicos
al estilo de la matanza de Christchurch, en Nueva Zelanda, que se llevó por
delante a 51 musulmanes en marzo del año pasado. Poco después, en junio de
2019, un neonazi asesinó al alcalde de Kassel, Walter Lübcke, por su política
favorable a la acogida de refugiados. Y en octubre fue detenido un negacionista
del Holocausto tras intentar atacar una sinagoga en Halle y ametrallar a una
mujer que paseaba por las inmediaciones.
Las estadísticas
aseguran que durante los cinco últimos años el terrorismo de ultraderecha ha
aumentado un 320% en Europa, Norteamérica y Oceanía. Ali Soufan, el mismo
agente del FBI que intentó alertar en vano sobre la inminencia del atentado en
las Torres Gemelas, lleva tiempo advirtiendo que la mayor amenaza a la que se
enfrenta occidente son las células terroristas de extrema derecha cuyo
epicentro se halla localizado en Rusia y en Ucrania. Hay una miríada de grupos
paramilitares, desde el Batallón Azvov a la Legión Imperial, en estrecho
contacto con organizaciones supremacistas de Estados Unidos, como el Rise Above
Movement y la Atomwaffen Division.
Sin embargo, es
mucho más cómodo pensar que Tobias R., el autor de la masacre de Hanau, no es
más que un pobre chalado que odiaba a los musulmanes y que decía tener poderes
telepáticos. Otro pobre chalado como Anders Breivik, que mató a 77 personas en
la isla de Utoya animado por sus ideas xenófobas. Cualquier día nos vamos a
despertar con unos rascacielos derrumbados o unos trenes reventados a bombazos
en nombre de Hitler, no de Alá, y a lo mejor nos espabilamos un poco. Mientras
tanto, sigamos con el coronavirus.
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