LA MADRE...
DUNIA SANCHEZ
¿Cuánto hace de su
marcha? Aquí estoy , en mi país. Un país vuelto miseria, penas, bombardeado por
la desidia, por luchas incontenibles en la razón, lanzado al abismo cuando en
la medianoche sobrevuelan sobre mi rincón y un resplandor estridente me hace
temblar. Temblor. Miedo. Pero de ella no sé nada, dice que se iba a un país
mejor, donde los sonidos aterradores de la guerra, de la venganza, del odio no
son muertes anónimas en las profundidades de lo malévolo. Ella me escribe, eso me dijo, la ignorancia
de que llegarán sus cartas ¿Cuándo? Cuando podré saber algo de ella ¿Habrá
alcanzado su destino? Todo es incierto y me envuelve en una bruma asfixiante
del saber, del saber dónde está. Mujer valiente le digo yo, a ella, a mi hija.
Me la imagino en su feroz batalla con las trampas de la existencia, del hombre
que con un fusil apunta sus sienes ¿Vivirá? Yo desde aquí, como madre de la
hija de la huída me concentro y pienso que si, qué su vida inquebrantable ante
toda las derrotas, ante todo el dolor, ante toda la angustia, ante toda la
injusticia ella vive. Sí, vive,
parcheada ante cada cicatriz, ante cada trauma pero vive. Sobreviviente de una
era que ojala se acabe, que se tiña de pacíficos sones a medida que nuestras
pisadas vuelven a ver la luz. Temblor. Miedo. Oigo gritos fuera de estos escombros
donde me escondo, donde habita alguna ilusión por seguir adelante y es horror
lo que siento. Espero su llamada en mis sueños ¡Ah , mis sueños¡ galopan en el
olvido. Ya no duermo, siempre al acecho de cuando me matarán a mí, a la gente
que vive aquí conmigo, acurrucados donde la sombra de un edificio en ruinas nos
oculta. Temblor. Miedo ¿Qué nos espera? Solo el aleteo siempre vigente en
nuestros ojos destrozados, temerosos. Pero ella ¿cuánto de su marcha? Habrá
llegado, rezo por ella porque ha de ser fuerte…muy fuerte para salvar cada
escollo, cada barricada, muralla a su alrededor. Sí, hija, continua. Algún día
nos veremos y giraremos en el baile de la alegría, de la paz. Me carcomo en mi
reconditez y doy un grito inesperado, quebrantador y los que están conmigo me
miran con ojos de cómplices, con ojos de llantos, con ojos de desdicha, con
ojos de amargura. Intento contenerme y te escondo muy adentro, donde el corazón
fluye hacia el recuerdo de tu imagen, de tus maneras. Soy tu madre y tengo que pensarte,
conversarte en las alejadas miradas. Aquí solo temblor, miedo. Aquí solo sangre, tumbas de no sé quién. Todo
es oscuridad, todo es tinieblas que abruma a los sentidos. Pero como tu decías
todo tiene que acabar , estaciones vendrán y me llevarás junto a ti. Ah, me
prometiste. Por ello estoy aquí,
reverberando la vida a tu llegada. Todo se vuelve trivial, absurdo.
Nunca vendrás, sino cuando todo acabe. Y cuando será eso hija ¿cuándo dejarán
de martillarnos con sus bombas, con sus fusiles . Temblor. Miedo. Te esperaré
como mujer de la guerra, como mujer herida en la dejadez del humano. Te
esperaré
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