JÜRGEN KLOPP, EL HEAVY METAL DEL FÚTBOL
RICARDO URIBARRI
Si la célebre
revista estadounidense Time dedicara un apartado al fútbol de su conocido
galardón “Persona del año”, el ganador de este 2019 no tendría discusión. Es el
hombre de moda en el fútbol mundial. Por sus éxitos con el Liverpool, con el
que ha conseguido este año la Liga de Campeones, pero también por su
personalidad y carisma. Cualquier club importante del mundo querría tenerle en
sus filas ahora mismo pero su matrimonio con el equipo de la ciudad de los
Beatles parece que va para largo, como demuestra que acabe de renovar su
contrato hasta 2024. Si lo cumple hasta el final sería el técnico que más
tiempo habría estado en el banquillo de Anfield desde que el mítico Bob Paisley
dijera adiós en 1983.
¿Ustedes se
imaginan a Zidane o a Valverde cantando y saltando junto a un grupo de
seguidores del Real Madrid o del Barcelona la madrugada siguiente a perder una
final de Champions? Pues eso es lo que hizo Klopp en Kiev a las seis de la
mañana del día después de caer derrotado el pasado año frente al Real Madrid. Y
eso que era la segunda vez que dejaba escapar la posibilidad de ganar esa copa
tras ser superado en 2013 por el Bayern cuando dirigía al Borussia Dortmund.
Dos derrotas a las que había que sumar la que sufrió en la final de la Europa
League contra el Sevilla en 2016 con el mismo Liverpool. Ese nuevo resultado
negativo en la ciudad ucraniana ante los merengues hacía que creciera la fama
de perdedor en las grandes citas que tenía para muchos. ¿Preocupado por ello?
Nada de eso. Así es Jürgen.
Esta temporada
lidera la Premier con 10 puntos de ventaja sobre el segundo y 14 respecto al
City tras ganar 16 de los 17 partidos disputados y empatar el otro
“Si trabajas, el
objetivo llegará un día u otro. Así es como entiendo yo la suerte. Las mayores
derrotas están ahí para que puedas volver sintiéndote más fuerte” ha señalado.
Dicho y hecho. Apenas un año después de aquella oportunidad perdida, volvió a
llevar al equipo el pasado año a su segunda final consecutiva tras una
increíble remontada frente al Barcelona en semifinales, y esta vez aprovechó la
ocasión de levantar el trofeo continental más importante. Una historia que
tiene pinta que se puede repetir esta campaña a nivel nacional. Aunque parezca
increíble en un club de su importancia, el Liverpool lleva desde 1990 sin ganar
la Liga. El año pasado estuvo a punto de conseguirlo pero no le bastó con sumar
97 puntos, la cifra más alta en la historia de un subcampeón en Inglaterra, y
perder sólo un partido. Se quedó a un punto del campeón, el Manchester City. La
persistencia puede tener por fin su premio. Esta temporada lidera la Premier
con 10 puntos de ventaja sobre el segundo y 14 respecto al City tras ganar 16
de los 17 partidos disputados y empatar el otro. Ha sumado 146 de los últimos
165 puntos en el torneo local. Contra esta máquina implacable se va a tener que
medir el Atleti en la eliminatoria de octavos en el próximo mes de febrero.
Cuando Klopp fue
presentado con el club “red” en 2015 se catalogó a sí mismo como “Normal One”
en contraposición a la expresión “The Special One” con la que se autodenominó
Mourinho en 2004. Jürgen se refería a que no podía hacer maravillas deportivas
en poco tiempo, pero ese apodo también vale para entender su forma de ser.
Igual se le ve tomando una cerveza en el pub de su barrio junto a sus vecinos,
que paseando a sus perros por la ladera del río Mersey. “No es que esté siempre
sonriendo, pero es que estar de mal humor me parece una pérdida de tiempo. Sufres,
es como tener una herida abierta", explica el técnico. Apasionado,
extrovertido, expresivo, divertido, humilde, comprometido, cercano… Todos esos
adjetivos definen su carácter, en el que tuvo mucho que ver la influencia de su
padre, Norbert, del que siempre comenta una anécdota que le marcó. “Jugué con
él un partido de tenis que ganó, como casi siempre, 6-0 y 6-0. Un día, furioso,
le grité: '¡¿Crees que esto es divertido para mí?!'. Él, a otro lado de la red,
me contestó aún más furioso: '¡Y tú crees que esto es divertido para mí?!”.
Nacido en Sttutgart
hace 52 años, Klopp vivió y creció en el pueblo de Glatten, en la zona de la
Selva Negra, teniendo dos hermanas mayores. Desde muy pequeño se aficionó al
fútbol, dando sus primeros pasos en el club de su localidad y pasando
posteriormente por distintos equipos, la mayoría de ellos de Frankfort. No fue
muy buen estudiante, lo que le impidió poder realizar la carrera de médico. El
director de su colegio le llegó a decir: “Espero que te funcione el fútbol, de
lo contrario las cosas no pintan muy bien para ti”. Finalmente se graduó en
1995 en Ciencias del Deporte a través de la Universidad Johann Wolfgang Goethe.
En esos años trabajó en distintas ocupaciones, desde camarero en un bar hasta
empleado en un videoclub, pasando por descargador de camiones.
Como jugador llegó
hasta la Segunda división, desempeñando
toda su carrera profesional en el Mainz, en el que es todo un referente tras
militar 11 años, desde 1990 hasta 2001, varios de ellos bajo el mando de Wolgang
Frank, el entrenador que más le influyó para su carrera posterior. Jürgen, que
empezó actuando de delantero pero que con el paso de los años fue retrasando su
posición hasta acabar como lateral derecho, disputó 341 partidos y marcó 56
goles con el equipo. “Por desgracia, en mi carrera como futbolista no pude
plasmar en el campo aquello que plasmaba en mi mente. Tenía un talento de
Tercera división y una mente de Primera, así que me quede en Segunda”, afirma
como resumen a su trayectoria.
Al mismo tiempo que
desarrollaba su carrera se fue preparando su futuro en los banquillos,
acudiendo semanalmente en Colonia a la legendaria escuela de Erich Rutemöller,
asistente de la selección teutona durante 10 años, para sacarse el título de
entrenador. Al estilo de Luis Aragonés, Klopp prácticamente colgó las botas
para sentarse en el banquillo del Mainz. En sus dos primeras temporadas como
técnico viviría una situación que se ha repetido con el paso de los años:
quedarse a un paso del éxito, como era para el equipo el ascenso a la máxima
categoría. Finalmente lo lograría en 2004. Lo mantuvo tres años en la élite del
fútbol alemán, llegando a jugar una edición de la Copa de la UEFA. Su
popularidad creció cuando fue elegido por la televisión ZDF para comentar los partidos
de la Selección germana en el Mundial organizado en 2006 por Alemania. Un año
después sufrió el descenso de categoría y tras no conseguir retornar a la
Bundesliga en la campaña siguiente presentó su dimisión, siendo el técnico que
más tiempo había permanecido en el cargo en el club.
El Borussia
Dortmund apostó por él y le nombró entrenador en julio de 2008. Tras dos
primeros años en los que el equipo acabó en sexta y en quinta posición, la gran
explosión llegaría en la temporada 2010-11, logrando el título nueve años
después, un éxito que repetiría con récord de puntos en la competición en la
campaña siguiente, en la que además se apuntó la Copa alemana, logrando el
primer doblete de la entidad. En la 2012-13 no sumó ningún título nacional pero
llegó a la final de la Champions League, que perdió con el Bayern por 2-1. Tras
dos temporadas más en las que obtuvo dos Supercopas nacionales derrotando en
ambas al Bayern, en abril de 2015 el club comunicaba que esa sería la última
temporada de Jürgen, que dejó en herencia cinco títulos y una afición
absolutamente entregada a él.
Su idea era tomarse
un año sabático pero en octubre recibió el ofrecimiento del Liverpool, que
acababa de despedir a Brendan Rodgers y no pudo rechazar una oferta tan
tentadora. En su presentación declaró que esperaba cambiar el estado de ánimo
de seguidores y jugadores, pasando de “incrédulos a creyentes”. Una vez más, el
éxito se le escapó a las primeras de cambio, al perder las finales de la Copa
de la Liga y de la Europa League en su temporada de debut. Pero poco a poco,
fue implantando ese estilo tan característico suyo, en el que “la actitud es
más importante que el talento”, con mucha intensidad, movilidad continua de los
jugadores, transiciones rapidísimas, combinando el juego directo con el
posicional, y con una presión alta asfixiante (el gegenpressing) para recuperar
el balón, un juego que él define como heavy metal. “Me gusta cuando hay choques
y estruendo por todas partes, un sentido de todo o nada, pura adrenalina y nadie
capaz de respirar. El tiki-taka no es mi deporte”.
“Soy de izquierdas.
No tengo seguro privado y nunca votaré a quien prometa bajarles los impuestos a
los más ricos" señaló en una entrevista
Jürgen no tiene
problema en contestar a ninguna de las cuestiones que le pregunten, ya sea en
ruedas de prensa o en entrevistas. Lo mismo reconoce que se ha hecho un
trasplante de pelo, “¿ha quedado chulo ¿no?”, que desmiente que se fuera de
Dortmund por tener un lío amoroso con la mujer de un jugador. También habla de
política y de sus convicciones: “Soy de izquierdas, por supuesto. Más de
izquierdas que de centro. Creo en el Estado del bienestar. No tengo seguro
privado y nunca votaré a quien prometa bajarles los impuestos a los más ricos.
Si hay algo que nunca haré en mi vida es votar a la derecha”. Y critica el
brexit: “Vale, la Unión Europea no es perfecta, pero es la mejor idea que hemos
tenido. No ha habido un solo episodio en la historia en el que la división
conduzca al éxito, por lo que para mí el Brexit no tiene ningún sentido”.
Una de sus
características personales que también utiliza en su profesión es “el querer
ayudar siempre a los demás, me preocupo mucho por ellos y me siento responsable
prácticamente de todo”. Cristiano protestante y convencido de que “Jesús es el
personaje más importante de la historia”, tiene claro que “nuestra misión es
hacer que nuestro pequeño pedazo de tierra sea un poco más hermoso. La vida se
trata de dejar tras cada paso un lugar mejor, de darlo todo. De amar y ser amado”.
Casado en dos ocasiones y padre de dos hijos, uno de los cuales, Mark, también
ha sido futbolista, su actual mujer, Ulla Sandrock, es conocida como la J.K.
Rowling alemana por su actividad como escritora de libros infantiles.
“No es tan
importante lo que la gente piensa cuando llegas, sino lo que piensa cuando te
vas”, es una de las frases preferidas de este torbellino de 1,91 de estatura
que magnetiza a su paso. En Alemania aseguran que sólo ha dejado amigos en los
sitios por donde ha pasado. En Liverpool va camino de lo mismo.
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