ERREJÓN: SOLO EN CASA
DAVID TORRES
Al paso que lleva,
entre ausencias, deserciones y renuncias, el errejonismo se va centrando cada
vez más en su única preocupación: limpiarse las gafas. Empezaron, mediante
diversas argucias y bescansas, por intentar eliminar a Pablo Iglesias del
núcleo irradiador, pero las bases y los afiliados se empeñaban en seguir
viéndolo por el rabillo del ojo, igual que esas moscas molestas por las que el
paciente termina acudiendo al oculista hasta que el oculista le explica que no,
que no se trata de una mosca sino de Pablo Iglesias. Ya que la montaña con su
Mahoma se empeñaba en seguir ahí y no quitarse para que pudiera ponerse él,
Errejón decidió pirarse y fabricar otra montaña.
La montaña no le
salió muy bien del todo, primero porque la hizo con un cubo y una pala a
orillas del Manzanares, y segundo porque la aventura de Más Madrid intentaba
básicamente fastidiar a Podemos a nivel local. Un objetivo plenamente
conseguido al precio de acabar fastidiando de paso a muchos madrileños. Era
difícil que el PP consiguiera recobrar oxígeno después de varias décadas de
desmanes que dejaron la capital convertida en una cueva de ladrones, y no
digamos ya con los dos candidatos a los que encomendó la misión de recobrar la
alcaldía y afianzar la Comunidad. Sin embargo, entre el enésimo paracaidista
del PSOE, un entrenador de baloncesto, y el oportuno berrinche de Errejón, fue
cosa hecha.
Inmediatamente el
fracaso se le subió a la cabeza y decidió fracasar a lo grande, sin pensarlo
mucho, apostando por unas elecciones generales para las cuales el partido no
estaba preparado ni rodado. De la noche a la mañana, Más Madrid se transformó
en Más País, confiando en que sacarían al menos quince escaños para empezar a
repartir juego, pero la hostia que se llevaron fue espectacular, amortiguada
únicamente por la comparación con la catástrofe electoral de Ciudadanos. Ahora
veremos cómo enfocan las siguientes citas autonómicas y municipales en tres
territorios -País Vasco, Cataluña y Galicia- donde no tienen muchas
posibilidades de organizar campañas y presentar candidatos plausibles, más allá
de los títeres y marionetas que Errejón decida sacar de su caja de juguetes.
Errejón asegura que
hay que repartir el poder y que no tiene por qué existir la figura del
secretario general, un verdadero derroche de modestia en alguien que ha
construido un proyecto político a imagen y semejanza propia. También podría
decir, igual que aquel famoso profeta: "¿Humilde? ¿Que no soy humilde yo?
¡Soy el hombre más humilde del mundo!" Una vez que la semana pasada
Manuela Carmena dejó claro que se desvinculaba de Más País y que el envite
errejonista en Madrid fue un error mayúsculo, todo el protagonismo recae
exclusivamente sobre sus hombros. No se entendía muy bien la historia de amor
entre Errejón y Carmena, del mismo modo que no se entendía muy bien aquella
película de Hal Ashby, Harold y Maude, en la que una septuagenaria inicia una
relación con un adolescente obsesionado con el suicidio. Al final, en su ansia
irreprimible de estrellato, la película que va a resumir la carrera de Errejón
va a ser Solo en casa, aunque tiene toda la pinta de acabar no en el pellejo de
Macauly Kulkin sino en el de Joe Pesci. Estrellato es la palabra clave.
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