ULTRAMAR: EL VALOR DE LA PALABRA
POR VICENTE LLORCA
(23-marzo-2007 www.Canarias/.es)
Esta semana se
estrenó, dentro del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, La Caja, el
primer largometraje del canario Juan Carlos Falcón, inspirado en la novela Nos
dejaron el muerto de Víctor Ramírez, a quien le debemos muchas de las mejores
páginas de la literatura canaria contemporánea.
Hombre comprometido
con su tiempo, Víctor Ramírez ha retratado como pocos nuestro universo insular.
En su discurso de ingreso a la Academia Canaria de la Lengua, que tituló
Palabras libertarias para una conciencia canaria universalista, decía: «La
conciencia se forma casi exclusivamente con palabras. Únicamente en la palabra
radica la posibilidad de una transformación de nuestras conciencias».
Antes ya había
escrito: «En política las discrepancias son puro formalismo teatral y los
encontronazos son por codicia y soberbia, jamás por afanes justicieros».
Palabras y teatro.
¿Será que la vida, o decimos la política actual, es puro teatro, como cantaba
La Lupe?
Esta semana en
Coalición Canaria recuperaron el término «godo» para descalificar al candidato
socialista a la presidencia del Gobierno regional, Juan Fernando López Aguilar,
canario de nacimiento pero ensolerado políticamente en los madriles, y a un
gobierno, el central, que ha dejado al canario fuera de la gestión y uso del
supercomputador que estará operativo en unos meses en el Instituto Astrofísico
de Canarias (IAC) de La Palma.
Estos días,
también, el presidente del Cabildo de Gran Canaria y del PP canario, José
Manuel Soria, calificó como «trato colonial» su desalojo de la presidencia de
la Asociación Mixta de Compensación del Polígono Industrial de Arinaga, en
cumplimiento de una sentencia que da este cargo al representante de la Sociedad
de Explotación y Promoción del Suelo (Sepes), perteneciente al Ministerio de la
Vivienda.
De repente, vuelven
a sonar viejos palabros, de profundo calado apenas se les quiera dar un pizco
de trascendencia y que no son para bromas, que, además, fueron muy escuchados
en tiempos no tan lejanos pero sí mucho más convulsos en estas Islas.
Según esto, toca
decirles a los responsables públicos que tenga a bien tener muy presente el
valor de la palabras, porque a poco que no lo consideren o lo intenten
desvirtuar, a éstas las puede cargar el diablo. ¡Qué con ellas casi exclusivamente
se forma la conciencia!
Saber administrar
el lenguaje y, sobre todo, no usarlo con ligereza y doble sentido, ese tan
usual en el Parlamento de Canarias, como se ha demostrado esta semana donde se
ha regateado a la moratoria y se ha reescrito el caso eólico, es también un
deber de los políticos, que han de velar, sobre todo, por la sana y democrática
convivencia.
Sin embargo, tanto
les puede el ánimo de ocupar el escenario que no dudan en sublimar los
conflictos por la vía de la virulencia verbal, dando pábulo a la sentencia de
que la política ha dejado de ser el arte de gobernar para convertirse en el de
agraviar y denostar. Que no olviden que la política es más que chiste,
difamación e intriga; y por supuesto ha de ser mas que una permanente campaña electoral.
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