JAVIER CÁRDENAS Y LOS ENEMIGOS
DEL COMERCIO
JOSÉ ÁNGEL HIDALGO
FUNCIONARIO DE
PRISIONES, ESCRITOR Y PERIODISTA
La noticia de la
presunta estafa del divulgador musical Javier Cárdenas me ha cogido ensimismado
en la lectura de Antonio Escohotado, en concreto de su monumental Los enemigos
del comercio. El fraude a la postre infeliz de Cárdenas se me entrelazó en la
mente a la percepción psicodélica que de la propiedad privada y su enemigo
feroz, el marxismo, nos intenta demostrar hasta el exasperación del más pequeño
dato científico, un sabio algo pimpante, y según sus confesiones, muy
‘pimplante’, como es Antonio Escohotado, autor también de mi admirada Historia
general de las drogas: ambas circunstancias se estrecharon hasta darse un buen
coscorrón dentro de mi mollera, creando así un pequeño agujero negro,
paradójico y quizás a la postre (nunca se sabe) iluminador.
¿Cómo habrá sido
esto posible? La cuestión es que acaba de revelarse una pillería de Cárdenas,
asquerosa sí, aunque comercialmente bastante elaborada: para quedarse con los
dineros de la rifa de su casa, y un prestigio inmerecido de filántropo, había
montado una sociedad usando a una niña enferma, Mara, como gancho de sus
vilezas.
Los euros cayeron
al bolsillo del infamador musical (y aprendiz de brujo financiero)
quintuplicados al menos por el valor inicial del premio, estimado en algo más
de cien mil euros. Casi medio quilo de margen en beneficios: eso es tener
olfato, inteligencia empresarial, según los términos usados por el mismo Antonio
Escohotado, repetidos hasta la extenuación, en Los enemigos del comercio:
actitudes como la de Cárdenas son las que han hecho progresar a la Humanidad,
sacándola de la oscuridad del medievo, arrancándola del marasmo intelectual del
Sermón de la Montaña, y sobre todo, doblegando al cristianismo redivivo que
exuda por los cuatro costados en la obra de Marx: El capital sería pues una
versión reiterativa del espíritu de los evangelios de San Juan, aunque sin su
trascendencia por carecer siquiera de la gran estética literaria de éste, al
parecer quizás algo desasosegado de nuestro filósofo.
Para Escohotado, si
una sociedad permite que alguien progrese libremente usando solo las armas de
su inteligencia, que pueda escalar “simplemente por ser un experto en algo”,
como le repetía a su entrevistador, famoso militante de Vox y también
novelista, Sánchez Dragó, en su programa emitido en Telemadrid, esa actitud
social tan solo puede merecer nuestra aprobación histórica, nuestro apoyo
radical… y, ay, nuestra apuesta política. “Tú, Fernando, y yo, somos
empresarios, pues estamos sujetos al azar y a la competencia… solo que tu
empresa se llama Fernadosanchezdragó, y la mía Antonioescohotado…” le soltó sin
que se le estremeciese ninguno de sus todavía hermosos cabellos, sin percatarse
de que estaba hablando con alguien que vive, vivió y vivirá siempre, de la
subvención pública, de los dineros que son cobrados con impuestos a muchos que
sí les gusta el espíritu (bien entendido) del Sermón de la Montaña. “Acaso se
preocupan los pajaritos del mañana… acaso no cuentan con la divina
providencia.. ” se reía el ex marxista Antonio, junto a Fernando, otro que tal,
del sermón evangélico.
Siguiendo las
enseñanzas de Los enemigos del comercio, sujeto pues a las terribles leyes del
azar y de la competencia, esas que hacen grande al comerciante en
contraposición al eclesiástico y al guerrero (que no dan un palo al agua),
Javier Cárdenas pegó con su rifa un pelotazo usando los instrumentos legítimos
de su emprendedor espíritu, y el impuso de una saludable codicia, motores ambos
que han permitido el progreso del que hoy disfrutamos.
¿De qué le vamos a
culpar entonces? ¿Por qué me sorprende entonces esta asociación mental? ¿Acaso
no se han propuesto demostrarnos ambos, Cárdenas y Escohotado, cada uno en su
ámbito, que Hitler no era tan mala gente, que Alemania fue machacada una y otra
vez por la envidia que provocaba su progreso, que Hitler fue un socialista
convencido, más rojo aún que Pablo Iglesias ‘El Joven’? Ambos tienen escrito el
disparate.
Más de quince años
invertidos en perseguir con honestidad, esfuerzo y brillantez la pista
histórica del concepto de propiedad privada, para que luego el corolario sea
que un ágrafo como Santiago Abascal puede usar sin despeinarse tus conclusiones
en un mitin contra Podemos.
Ay, ojalá y pronto
el autor de Historia general de las drogas cumpla la promesa que un día nos
hizo de revelarnos la receta farmacológica que le permite mantenerse alegre y
lúcido aun cuando cambie radicalmente de postura e ideología… sin que se nos
haga mil pedazos la cadera ni nos reviente el cráneo en otros tantos, como es
natural.
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