EL INCREÍBLE PARTIDO MENGUANTE
JUAN CARLOS ESCUDIER
A algunos partidos
les ocurre lo que al protagonista de El increíble hombre menguante. Basta con
atravesar una niebla radiactiva o, como suele ser más habitual, con tomar malas
decisiones para que su cuerpo electoral encoja y se jibarice hasta casi
volatilizarse. La escena más memorable de la película es el combate entre el
minúsculo Scoott y una araña que, a su escala, es de porte ciclópeo. ¿Debería
haber luchado con la aguja o le hubiera ido mejor negociando una alianza con el
monstruo de ocho patas? Pues bien, en un absurdo giro del guión original, eso
último es lo que desde su altura liliputiense está haciendo Ciudadanos con el
PP.
Hay quien cree que
los errores son pasos inevitables que conducen a la revelación, pero lo
habitual es que solo sean disparos en el pie que alcanzan el masoquismo cuando
se reiteran. Salvo Colón, que puso rumbo a las Indias y descubrió América, no
se conocen en la historia pifias semejantes que compensen la estupidez inicial.
Lo normal, de hecho, es que repetir los despropósitos sea signo de tener menos
luces que el tren de la bruja y así es como ahora mismo están los chicos de la
averiada naranja mecánica: completamente a oscuras y elogiando a lo tonto su
ceguera.
No hay que ser una
eminencia analítica para atribuir el desplome electoral de Ciudadanos a su
enloquecida carrera hacia la derecha y sus incomprensibles alianzas. Como
tampoco hay que ser muy avispado para entender que no se pueden esperar
resultados diferentes haciendo exactamente lo mismo, sobre todo ahora que el
hombretón de ataño es un playmobil. Las arañas, incluso las que hacen tratos,
terminan por exprimir los jugos a sus víctimas porque está en su naturaleza y
en sus planes.
Este insensato
sostenella y no enmendalla se produce además en pleno proceso de transición
desde el hiperliderazgo de Albert Rivera, que dice Begoña Villacís que está
como unas castañuelas disfrutando de su paternidad, al debate existencial que
debería darse en su próximo congreso. ¿Es mejor ser bisagra o el pito del
sereno? ¿El centro liberal consiste en servir de báculo al PP y bailar tangos
muy apretados con Vox? ¿Abascal es un hombre estupendo, como afirma el nuevo
cabeza de lista de su coalición en Euskadi, y solo aunando esfuerzos con la
ultraderecha se puede confrontar mejor con el Gobierno ‘fasciocomunista? ¿La
mejor forma de alzarse entre rojos y azules es convertirse en un pitufo? He ahí
sus dilemas shakesperianos.
El ininteligible
-por dilatado- proceso precongresual de Ciudadanos está resultando más
manipulado que algunas de sus democráticas primarias. Resulta un tanto
escandaloso que su gestora, elegida a mayor gloria de Inés Arrimadas, tome
decisiones que comprometen el rumbo del partido, sin que pueda alegarse su
necesidad para asegurar la viabilidad futura o, a mayores, la propia
supervivencia. ¿Imponer coaliciones con el PP de las que únicamente se conocen
los puestos a repartir en vez del programa no es atar de pies y manos a los
compromisarios que deberían pronunciarse sobre el camino a seguir?
La escenificación
este lunes del duelo entre la corajuda Arrimadas y el crítico Igea ante las
cámaras ha sido lo más parecido a las perfomances de Rivera cuando en los
debates sacaba de su chistera baldosas en vez de conejos. ¿Qué tipo de
liderazgo puede esperarse de esta mujer que es capaz de preparar una encerrona
a su potencial contrincante para acusarle en público de querer repartirse en un
despacho los puestos de la Ejecutiva? ¿Esa es su manera de unir al partido?
No parece que la
consunción de Ciudadanos sea reversible. El enflaquecimiento continuará porque
lo que se ha perdido es músculo y, sobre todo, cerebro. Perecerá fundido con el
éter o aplanado por un pisotón, que es el triste final de muchos insectos.
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