EL TURISMO DE LA MACROMIERDA, PERDÓN
DE
LAS “MICROALGAS”
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario. La industria turística en Canarias es una
continuación del modelo de saqueo económico mediante el sistema de monocultivo
instaurado por el colonialismo, “monocultivo turístico” que, a efectos pedagógicos,
podemos dividir en tres fases, iniciándose la primera a finales del siglo XIX y
extendiéndose hasta la década de los 50 del siglo XX. A pesar de su importancia
económica, el impacto espacial de esta fase fue muy escaso, ya que se trataba
de un turismo de élite para el que se construyeron algunos hoteles y balnearios
de lujo. La segunda fase se produce a partir de los años 60 y corresponde al
primer “boom turístico” de las Islas. Comienza a extenderse el llamado “turismo
de masas” o “turismo de sol y playa”, que no deja de crecer hasta bien entrada
la crisis del petróleo que se inicia en 1973, con una nueva expansión. Por
último, a mediados de la década que se inicia en 1990 tiene lugar una tercera
fase que dura hasta la actualidad.
Somera historia cuantitativa de Canarias bajo el
régimen colonial
Caña
de azúcar
El
Archipiélago se ha utilizado como terreno experimental para plantación y
comercialización de nuevos cultivos. Las experiencias canarias, posteriormente,
eran trasladadas a Sudamérica. Este fue el caso de la caña de azúcar. Se trata
del monocultivo dominante en la primera etapa de la historia económica de
Canarias bajo el sometimiento colonial, coincidiendo su desarrollo con el
proceso más fuerte de la colonización (finales del siglo XV hasta mediados del
siglo XVI). La caña fue el primer monocultivo sobre el que se volcaron la
mayoría de las fuerzas productivas de las Islas, afectando su uso a una gran
parte del territorio. La competencia de otras naciones, como Marruecos y Cuba,
hicieron que entrara en crisis y dejara de ser rentable su cultivo.
El
vino
Tras
la crisis de la caña de azúcar se fue introduciendo el cultivo de la viña. El
vino tenía menos costes de producción, ya que no necesitaba combustibles y se
adaptaba muy bien a las condiciones edáficas del Archipiélago. El vino se
exportaba a Inglaterra y América manteniendo, como ocurría con la caña de
azúcar, un comercio muy importante con estos territorios. El trueque fue
esencial en los intercambios, primero azúcar por obras de arte flamencas –por
ejemplo en La Palma, poseedora de la tercera colección mundial-, mientras que
el vino se intercambió por productos manufacturados de Inglaterra, o por
metales preciosos de Sudamérica.
El
'impuesto de sangre'
El
comercio con las Indias durante los siglos XVII y XVIII estaba condicionado por
numerosas restricciones que se implantaban a las mercancías. La más abusiva fue
el denominado ‘impuesto de sangre’, un sistema de esclavitud y deportación de
canarios y canarias establecido en 1678 y que consistía en limitar la licencia
para comerciar con América con la salida obligatoria de 5 familias por cada 100
toneladas métricas embarcadas. Descendientes de aquellas familias son gran
parte de la población que vive hoy en Louisiana o Texas.
A
partir del siglo XVIII comienza a descender la exportación de vinos debido a
diferentes causas. En esta época se extiende el cultivo de la papa, un
tubérculo muy habitual en la dieta canaria y que fue traído desde Perú en el
siglo XVI . En los tiempos difíciles para la población, la papa salvó de la
hambruna a muchos canarios.
El
siglo terminó con el ciclo reformista de Carlos III que, con una serie de
‘Reglamentos’, pretendía liberalizar de nuevo el comercio en Canarias. Estas
normas, aunque ayudaron a la economía, no llegaron a resolver una situación que
ya había entrado en crisis crónica desde la invasión y posterior colonización
de Canarias.
La
Cochinilla y el fin del vino
En
el siglo XIX comienza la etapa liberal, surge el espíritu del librecambio y
aparece una primera y muy reducida oligarquía dedicada a las actividades
comerciales. Las Islas se aprovechan de una coyuntura conflictiva en el
continente europeo: Inglaterra entra en guerra con la Francia napoleónica, con
lo que el mercado mediterráneo se cierra y los vinos canarios vuelven a
exportarse a Inglaterra, alcanzando cotas importantes a partir 1812. Factores
como la excesiva oferta y el fin del conflicto armado terminan finalmente con
este comercio.
El
siglo XIX será recordado, en cuanto a monocultivos se refiere, como el siglo de
la cochinilla, un insecto que se cría en las tuneras –chumberas-, y del que se
extrae un tinte llamado carmín. En esta época las Islas se llenan con esta
especie vegetal traída de América. Como el resto de monocultivos, tras un
periodo de tiempo, finalizó su apogeo debido a diferentes causas, como la
aparición en el mercado de las anilinas -tintes sintéticos derivados del
amoniaco-.
El
plátano y el tomate
Avanzado
ya el siglo XIX, se aprueba el primer decreto ley que reconoce las peculiares
condiciones del Archipiélago: Ley de Puertos Francos (1852). Esta ley permitía
no aplicar aranceles a las importaciones, reducir los impuestos indirectos o
crear arbitrios locales. Se produce además un crecimiento demográfico y de la
actividad comercial.
El
naturalista y cónsul de Francia en Canarias, Sabino Berthelot, hizo traer de
Vietnam una variedad de plátano aunque fueron los ingleses, primera potencia mundial y colonial de la
época, los que propongan a los agricultores y empresarios locales el plátano -y
en menor medida el tomate-, como nuevos monocultivos. De hecho, Inglaterra ha
sido el principal inversor foráneo en las Islas, por encima incluso de España y
Baleares, sobre todo durante las dos primeras décadas del siglo XX, donde
representaba el 71% del total de las inversiones, frente al 4% de las que
provenían de España.
Con
el tiempo, desde la Administración Estatal, se empezaron a llevar a cabo
políticas proteccionistas para la venta exclusiva en España.
El
plátano vive en la actualidad una crisis debida a la dificultad para competir con
el producido en otras naciones -como es el caso de Brasil-, ya que el canario
tiene unos costes de producción mucho más elevados. Algunas opiniones entienden
que la producción canaria, dadas sus limitaciones de recursos y territorio, debe
especializarse en calidad, sin olvidar la diversificación.
El
Turismo, la industria más contaminante y dependiente
Peligrosa
e interesada economía dependiente. La presión del turismo sobre un territorio
frágil, como es el caso de los archipiélagos en general y de Canarias en
particular, tiene como principal consecuencia la degradación del medio ambiente
debido a las mastodónticas urbanizaciones con su nefasto impacto sobre el
territorio e incluso sobre el patrimonio arqueológico, en su mayor parte vergonzosamente
enterrado bajo las urbanizaciones (es emblemático el constructor que soterraba
rápido el patrimonio de los Mahos de Titerroygakat -ex Lanzarote- antes de que
le pararan las construcción en la costa del Rubicón, por ciento, el primer
asentamiento del colonialismo en Canarias, siendo la segunda consecuencia la
desaparición prácticamente de todo el sector primario, por ejemplo, si analizamos
los datos de la estructura sectorial del Productor Interior Bruto (PIB), o sea,
los bienes y servicios producidos en Canarias), en 1955 el sector terciario
suponía el 51,58% del PIB, siendo la actividad principal el comercio. La
construcción, aún no vinculada al turismo, suponía el 6,32%, el sector primario
el 27,70 y la industria el 14,74. Veinte años más tarde, en 1975, los servicios
aportaban el 67,65% del PIB y ya era el turismo la actividad principal,
actividad que tiene la particularidad de tirar de otros sub-sectores como la
hostelería, los transportes y las comunicaciones. Si a ello le añadimos la
construcción, ahora fuertemente vinculada al turismo, con una aportación al PIB
de 10,66%, la
dependencia de la economía canaria de esta actividad es peligrosamente elevada:
78,31%.
Causas
del declive turístico de Canarias. A partir de 1995 tiene lugar una nueva fase de
crecimiento económico asociado a un insostenible auge inmobiliario que en
Canarias viene matizado por particularidades como su régimen económico y
fiscal. Estos elementos incentivarían, aún más si cabe, un crecimiento del
sector de la construcción, que centró una parte considerable de sus acciones en
los ámbitos del litoral vinculados a las áreas turísticas de sol y playa,
caracterizando un tercer boom turístico-inmobiliario, que ha tenido su mayor
incidencia en las islas turísticamente consolidadas (Tenerife, Gran Canaria,
Fuerteventura y Lanzarote). Todo ello en un contexto en el que las islas
superaban, a finales de los años noventa, los diez millones de turistas
anuales, así como soportaban un importante crecimiento poblacional relacionado
con procesos migratorios. En medio de este proceso, el pseudo-gobierno
autonómico implementó una reformulación de la política turística, anteponiendo
el intervencionismo público sobre la regulación. Derivado de éste, se estableció
un modelo dual que dio lugar a una importante paradoja. Ésta se definió por la
contradicción entre la aplicación de directrices sobre la racionalización del
crecimiento de la oferta alojativa turística (moratoria) y la supuesta contención
del consumo de suelo, así como sobre la renovación y recualificación de las
áreas turísticas consolidadas, y la aplicación de medidas que han incentivado
la implantación de infraestructuras vinculadas a un también supuesto turismo de
mayor calidad, así como la permisividad en la expansión del uso residencial en
estos ámbitos (aunque la propia legislación autonómica cita su
incompatibilidad), lo que ha supuesto una continuidad del crecimiento de la
urbanización. En este sentido, la redirección de las políticas públicas en
materia turística en Canarias, lejos de contener el proceso urbanizador, llevó
a una redirección del mismo, originando un crecimiento que sólo se
ha visto frenado una vez alcanzada la crisis internacional de 2007, con la
consiguiente reducción de la rentabilidad de lo inmobiliario, iniciándose
un insostenible ciclo expansivo que culminó en el año 2017, con casi
16 millones de turistas que, afortunadamente, ha entrado en declive aunque aún
con cifras de 15.5 y 13.3 millones de turistas en
los años 2018 y 2019, respectivamente, declive que algunos atribuyen
a la recuperación de los países mal denominados competidores (Túnez, Marruecos,
Egipto y Turquía) en vez de a las verdaderas causas que no son otras que el rechazo
de nuestros visitantes debido a las horrorosas urbanizaciones, sin estética
alguna, en los eriales sureños del archipiélago y los incontrolados vertidos al
océano de aguas residuales sin tratar que los propios hoteles realizan con el
beneplácito e incluso la complicidad de quienes tienen la responsabilidad de
protegerlo, hoteleros y pseudo-políticos que, insultando la inteligencia de
nuestros visitantes, ni en sus peores pesadillas soñaron que los mismos
pudieran llegar a asquearse de venir a bañarse en sus charquitos de mierda a
los que, sin ponerse colorados ni nada, prefieren
denominar “microalgas”.
En conclusión, es urgente la
recuperación de nuestro abandonado sector primario, para lo que es
imprescindible recuperar nuestra arrebatada independencia, sin la cual no es
posible la tan cacareada soberanía alimentaria, ni siquiera energética, haciendo
caso omiso a “las 7 plagas de Egipto” que, según el régimen monárquico y
colonial, nos caerán si osamos soltarnos de sus garras, plagas entre las que
destacan especialmente dos, “de qué vamos a vivir” y el miedo al moro que,
curiosamente, ahora que vino intentando apropiarse de nuestras aguas todos
ellos, incluyendo los lacayos y esbirros al servicio del colonialismo, han mirado “pa’ la isleta”, ya saben,”que
vienen los carnavales”.
Ministerio
de Ciencias Sociales de la
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