A contracorriente
MINIMALISMO E IRRELEVANCIA POLÍTICA
Enrique
Arias Vega
Ya son 24 los municipios partidarios
de la independencia autonómica del antiguo Reino de León, en su convencimiento
de que así les va a ir mejor, se supone.
Asistimos, pues, a una especie de moda
de minimalismo político, gracias al cual territorios más pequeños que los
actuales aspiran a lograr mayor poder institucional. En el fondo es lo que
pretenden los soberanistas catalanes independizándose de España y, a diferentes
niveles, tanto el Partido Regionalista Cántabro como Teruel Existe, que ha
creado un minúsculo partido político propio.
Hasta ahora, ese troceamiento (o su
intentona) ha resultado rentable a sus auspiciadores: más inversiones
estatales, mayores competencias, más beneficios… con tal de que los menguantes
partidos de ámbito estatal pudiesen contar con sus votos, su beneplácito y su
favor para así seguir ellos disfrutando del machito, como hasta ahora.
El ser cabeza de ratón, en este país
en retroceso, se ha convertido, pues, en un negocio de gran magnitud y de enorme
provecho: se obtiene así una sobrerrepresentación electoral, se puede
chantajear a diestra y a siniestra y se consiguen mejoras estructurales en
detrimento de la España vaciada: todo un auténtico chollo.
No es de extrañar, entonces, el vertiginoso
aumento de partidos con representación institucional, la centrifugación de
competencias antes centralizadas y la petición de mayor representatividad por
parte de entes políticos cada vez más pequeños.
Existe, sin embargo, un “pero” en
este camino irreversible hacia el minimalismo y la dispersión: que habrá un
momento en el que si cada porción del conjunto goza de más beneficios que antes
de su fragmentación, la suma de todos ellos dará más de cien y, en la
imposibilidad de que eso salga adelante volveremos atrás o iremos hacia la
simple explosión del conjunto. O sea, que el final del camino minimalista
emprendido no puede ser otro que el de la irrelevancia política.
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