DERECHOS HUMANOS Y HUMANOIDES DE DERECHAS
ANÍBAL MALVAR
En una decisión
insólita, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de avalar la devolución
en caliente de migrantes que no han demandado asilo previamente, y la derecha
mediática española no ha tardado en ponerse cachonda y albriciosa para
celebrarlo. El Mundo, por ejemplo, no califica de "insólita" la
resolución, sino de "histórica", pues "contradice una primera
sentencia de los jueces de Estrasburgo que condenó a España por esta práctica,
entonces considerada incompatible con los estándares humanitarios
europeos".
Se colige de todo
esto que esos "estándares humanitarios europeos" son cambiantes y
mudables, lo que nos viene a hacer sospechar que la ultraderecha europea está
haciendo muy bien su trabajo. La Declaración Universal de Derechos Humanos ha caducado
en Europa, amigos. Si no le gustaban a usted nuestros principios, señor Trump,
tenemos otros.
Esta sentencia del
tribunal de Derechos Humanos más bien parece escrita por derechistas
humanoides, que suena parecido pero no viene a ser igual. Pongamos un ejemplo.
Si es usted un niño sirio al que acaban de bombardear la casa, matar a sus
padres y amenazarlo de muerte, no huya, que correr es peor. Diríjase
tranquilamente a la oficina de correos más cercana o menos bombardeada y curse
una solicitud, manténgase atento al móvil y al buzón y espere, que la vieja
Europa atenderá sus demandas con celeridad.
Digo que la
ultraderecha está ganando la batalla, incluso en las más exquisitas instancias
europeas, porque ha conseguido cambiarnos el foco para señalarnos que tenemos
un problema con la inmigración, olvidándonos de que son los migrantes los que
sí tienen un gran problema. Y nuestro deber humanitario es ayudarlos, con
tribunal o sin tribunal europeo. En 2018, último dato conocido, entraron por
España, con destino a toda Europa, menos de 60.000 migrantes. No parecen
demasiados. Con los millones de dinero público distraídos por Eduardo Zaplana o
Luis Bárcenas hacia paraísos fiscales, a esos 60.000 los ponía yo enseguida a
vivir como marajás y sin dar un palo al agua. Disculpad la simpleza e
infantilismo de mis razonamientos, pero me he dado cuenta de que Einstein tenía
razón. De que la cuarta guerra mundial solo se puede dirimir con palo y piedra.
Mientras todo esto
ocurre, pasan los años, los quinquenios y las décadas y la Unión Europea se nos
muestra incapaz de dar una respuesta coordinada al fenómeno migratorio, y al
final el único recurso que se avala es ofrecer a los migrantes una patada
policial de vuelta hacia el hambre y la muerte. Pues, ya puestos, ahorrémonos
también el alto tribunal. Preguntarle a Abascal o a Orban sale mucho más
barato.
Según el editorial
ya citado, mis palabras serían enmarcadas por El Mundo entre "las visiones
más ingenuas del contexto geoestratégico europeo". No sabéis lo orgulloso que me siento de mi
geoestratégica ingenuidad.
Ya lo dice La
Razón, encantada con el fallo: "Afectará a la legislación europea".
Se ha sentado un precedente jurídico. Y, con un gran corazón, añade el
periódico de Planeta: "Ahora toca hacer política de verdad, invertir en el
control de fronteras y establecer formas rápidas y eficaces para atender a los
refugiados políticos --lo que no es fácil cuando se trata de regímenes
totalitarios-- de la inmigración económica". O sea, que a los muertos de hambre
por la desertización de sus tierras causada por nuestro cambio climático, ni
agua. Como mucho, el agua del Tarajal, donde aun flotan los cadáveres de
nuestras conciencias extraviadas.
Dejo de escribir
aquí, aunque voy corto en palabras, pues se me están poniendo los dedos
perdidos de asco.
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