LA BIBLIOTECA DE ARTISTAS CANARIOS ABANDONA EL SEXISMO
ANA SHARIFE
Conocida como ‘la
negra’ en el mundillo del arte por sus tapas radiantes y oscuras, la Biblioteca
de Artistas Canarios (BAC), que edita el Gobierno de Canarias, dedica cada uno
de sus lujosos volúmenes a una figura relevante del panorama artístico canario.
La colección lleva un total de 59 números publicados, de los que sólo seis
están dedicados a mujeres: Lola Massieu (núm. 28), Vicky Penfold (núm. 45),
María Belén Morales (núm. 48), Carmela García (núm. 53), Maribel Nazco (núm.
57) y Pino Ojeda (núm. 59).
Sin embargo, parece
que las últimas publicaciones alumbran un ligero equilibrio, como se puede
comprobar: José Abad (núm. 56), Maribel Nazco (núm. 57), Ernesto Valcárcel
(núm. 58), así como el número 60 será dedicado a Jane Millares (Las Palmas de
Gran Canaria, 1928), la única mujer partícipe del movimiento artístico
indigenista en las Islas, cuya obra es toda una reivindicación de género, ya
que en plena sociedad machista y puritana, defendió con perseverancia el
reconocimiento a la mujer y su importante papel en la sociedad.
‘La negra’ cumple
treinta años investigando y difundiendo el trabajo de los principales
protagonistas del arte en Canarias, desde que apareció aquel primer número
consagrado al imaginero José Luján Pérez, en 1989. Esta publicación enjuicia su legado de un
modo prismático, subrayando su posición en el arte y en la cultura canaria como
un referente, recogiendo entre sus más de doscientas páginas excelentes
fotografías y reproducciones de las obras, junto con un riguroso estudio crítico
que revisa el conjunto del legado del artista, una serie de apartados dedicados
a la biografía, bibliografía, antología de textos y abundante material gráfico,
lo que contribuye a saldar una importante deuda histórica que la investigación
del arte en Canarias mantiene con numerosos artistas.
Cada cuidado
monográfico sigue conservando la imagen icono que, a lo largo de todos estos
años, se ha convertido en un referente de las colecciones institucionales, bajo
la dirección del catedrático de la Universidad de La Laguna, Fernando Castro
Borrego. La BAC fue bien recibida por la familia de la cultura en las Islas
desde que nació. Vino al mundo editorial para equilibrar un vacío que existía
en la historia del arte canario, que estaba necesitada de establecer un canon,
como el que ya se había fijado en otra colección promovida por el Gobierno de
Canarias, como era la Biblioteca Básica, dedicada a la literatura y también
concebida en formato monográfico.
Si bien la BAC
nació para equilibrar un vacío que existía en la historia del arte canario,
desde el comienzo se echaron en falta publicaciones en ‘la negra’ que rindieran
homenaje a las artistas canarias silenciadas.
Si atendiéramos sólo a las mujeres (visibles) que deberían estar en la
BAC de manera incontestable, el listado resultaría abrumador. Yolanda
Grazziani, Pino Ojeda, Georgiana Houghton, Celine Reino, Marta Mariño, Mercedes
Mirazo, Sira Ascanio, Pino Falcón, Ana Luisa Benítez, Elvireta Escobio, y van
diez, entre muchas otras, algunas de las cuales formaron parte de la vanguardia
española de la posguerra.
Esta dolorosa
invisibilidad de las mujeres en el campo del arte responde a un discurso
androcéntrico que determina, en última instancia, que la historia del arte
presente un conocimiento sesgado de lo que ha sido la contribución femenina.
Muchas pinturas realizadas por mujeres fueron inicialmente atribuidas a varones
porque se presentaban al mundo firmadas por ellos, escondidas en iniciales, o
incluso masculinizando su nombre, pues también las vanguardias fueron con ellas
más conservadoras de lo que parece. En muchos casos, hablamos de mujeres que no
han sido reconocidas como tales ni valoradas por la posteridad
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