¿ESTÁN EN RIESGO NUESTRAS PENSIONES?
MANUEL RODRÍGUEZ
"Le voy a
meter la tijera a todo, salvo a pensiones, sanidad y educación". Con estas
declaraciones realizadas por Mariano Rajoy en una entrevista al inicio de la
campaña para las elecciones generales de noviembre de 2011, el Partido Popular
fijaba las líneas de trabajo y las materias sobre las que posteriormente
metería la tijera, la podadora y la hasta la sierra de talar.
En España, según
datos del propio INE, uno de cada tres hogares depende del cobro de una pensión
para atender sus gastos. Debemos recordar permanentemente que durante la crisis
las personas jubiladas fueron la red de seguridad que amortiguó los terribles
efectos que para las familias supuso la destrucción de cuatro millones de puestos
de trabajo.
Y no debemos
olvidar que el sistema público de pensiones, junto a la sanidad, la educación,
los servicios sociales y la protección a las personas desempleadas son las
columnas sobre las que se asienta el Estado del bienestar en nuestro país, ese
que la derecha cuestiona permanentemente.
La supuesta
“insostenibilidad” del sistema público de pensiones es el mantra interesado de
los bancos y aseguradoras que pretenden hacer caja con los ahorros de las
personas trabajadoras, a través de la suscripción de planes privados. Pero
pinchan en hueso. Los y las españolas tienen que dedicar entre el 50% y el 70%
de sus ingresos a sufragar los gatos de su vivienda habitual, lo que implica
que la tasa de ahorro de los hogares españoles se cerrara en 2018 con un escaso
4,9%, mínimo histórico.
No hay alternativa,
las pensiones públicas seguirán siendo la única referencia para la inmensa
mayoría de las trabajadoras y trabajadores. Por eso es imprescindible acometer
los principales retos que el sistema tiene por delante; el déficit, la próxima
jubilación del denominado baby boom y garantizar el mantenimiento del poder
adquisitivo de las pensiones actuales.
Hay propuestas,
CCOO las ha puesto encima de la mesa. Fundamentalmente la creación de empleo de
calidad para equilibrar las cuentas de la Seguridad Social, incidiendo tanto en
los gastos como en los ingresos, sobre las que no voy a insistir. Pero si aun
así los gastos fueran mayores que los ingresos, ¿estarían en riesgo las
pensiones públicas? Rotundamente, NO.
La presión fiscal
en España en relación al PIB se sitúa en el 35,2%, relativamente baja si la
comparamos con países como Francia (48,2%), Dinamarca (46,4%) o incluso si la
comparamos con la media de la Unión Europea (40,30%), lo que significa que nuestro
país tiene margen para mejorar sus ingresos.
Pero la ciudadanía
no debe caer en la trampa del relato neoconservador de que “el dinero está
mejor en los bolsillos de los ciudadanos”, como argumento para la rebaja de
impuestos y los regalos fiscales a las rentas más altas. No nos confundamos, si
queremos servicios y prestaciones públicas de calidad, a la altura de los
países más desarrollados de nuestro entorno, tenemos que pagarlos, y para eso
es imprescindible acometer una reforma del sistema fiscal basada en la equidad
y la justicia redistributiva, a través de impuestos que tengan en cuenta el
nivel de renta y riqueza de las personas, repartiendo de manera justa las
cargas. Y hay que combatir el fraude y la evasión fiscal.
Se trata, por
tanto, de ir exactamente en dirección contraria a la marcada por el Gobierno de
Mariano Rajoy en la reforma unilateral de las pensiones de 2013, basada en la
pérdida del poder adquisitivo de las pensiones actuales y en un notable recorte
de las futuras.
Los partidos políticos
deben sacar las pensiones del debate electoral y comprometerse, en el ámbito
del Pacto de Toledo, a garantizar el mantenimiento del poder adquisitivo de las
pensiones actuales y acometer medidas para mejorar la brecha en pensiones que
sufren las mujeres, cuya pensión media en septiembre se situó en 790,56 euros,
frente a los 1.210,29 euros de los hombres.
Debemos recordarles
a los partidos políticos que las pensiones públicas se conforman como un
sistema solidario intergeneracional, en el que los trabajadores en activo
financian con sus cotizaciones a los trabajadores pasivos. Por tanto, es deber
del Estado garantizar a los trabajadores en activo su pensión en el futuro, en
función de las cotizaciones realizadas a lo largo de su vida laboral.
Para todo ello,
como ya he comentado, es necesaria una financiación suficiente, básicamente a
través de las cotizaciones sociales, a las que en caso de ser necesario el
Estado, como recoge el propio Pacto de Toledo, deberá aportar los recursos
necesarios que la evolución de las pensiones vaya requiriendo. Exactamente lo
que se hace para financiar el resto de los servicios públicos, sanidad,
educación y servicios sociales, NI MÁS NI MENOS.
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