LA TUMBA MEDITERRÁNEA
POR SERGIO FERRARI
En todo el mundo se levantan muros cada vez más altos. Uno de ellos, natural pero militarizado, el del Mediterráneo, está entre los más mortíferos. Europa, en crisis profunda, reprime en sus fronteras.
En solo siete años, desde 2014 hasta fines de 2021, se calcula que 29.000 inmigrantes indocumentados murieron en su intento de entrar en el acorazado europeo. Cifras que podrían ser mucho más altas, ya que centenares (incluso miles) de todas las edades perecen en embarcaciones improvisadas sin que nadie los contabilice. Y muchos otros tampoco aparecen en los cálculos oficiales debido a que sus muertes se relacionan con deportaciones obligadas, en general forzadas y, muy a menudo violentas.
La Organización Internacional
para las Migraciones, OIM (https://www.iom.int/es), logró documentar 5.684
muertes en las rutas migratorias hacia Europa y dentro del continente en el
último año.
Documentar la barbarie con
dignidad
Julia Black, una de las autoras
de un informe elaborado por el Proyecto Migrantes Desaparecidos
(https://missingmigrants.iom.int/es) de dicha organización, publicado la última
semana de octubre, señala que «esta continuidad de muertes constituye otro
sombrío recordatorio de que se necesitan, desesperadamente, más vías legales y
seguras para la migración».
Según dicho informe, en ese mismo
período se registraron 2.836 muertes y desapariciones en la ruta del
Mediterráneo Central, un aumento significativo en comparación con los 2.262
casos entre 2019 y 2020. Son particularmente alarmantes las 1.532 muertes en la
ruta desde África Occidental hacia las Islas Canarias (España): el número más
alto desde 2014, cuando la OIM inició el registro.
Los investigadores que elaboraron
el informe señalan que, muy probablemente, los datos sobreestas rutas
mediterráneas son incompletos debido a las complicaciones para verificar los
denominados «naufragios invisibles», es decir, de embarcaciones que se pierden
en el mar sin que nadie se entere y, en consecuencia, sin ninguna búsqueda ni
rescate.
El Proyecto Migrantes
Desaparecidos documenta casos de personas –incluso refugiados y solicitantes de
asilo–, que han fallecido en zonas de frontera o en su trayecto hacia un
destino fuera de sus respectivos países de origen. Este proyecto se puso en
marcha para dar respuesta a conteos discrepantes sobre el número de fallecidos
(o desaparecidos) en las más variadas rutas migratorias de todo el mundo, y
particularmente, después del naufragio ocurrido en octubre de 2013, cuando 368
personas perecieron cerca de la isla italiana de Lampedusa.
El Proyecto es, actualmente,
autoridad indiscutida en su género ya que cuenta con la única base de datos de
libre acceso sobre personas fallecidas a nivel internacional en trayectos
migratorios. Además, publica reportes, resúmenes e infografías que analizan en
cada región geográfica los riesgos en las rutas de migración irregular,
cuestiones vinculadas a la identificación de migrantes desaparecidos,
información sobre los mecanismos de asistencia para las familias de los
migrantes desaparecidos y la metodología para la recopilación de datos. Se
propone convertirse en un punto de referencia y consulta en aquellos casos en
que se busca a migrantes de los que no se tiene ninguna información
actualizada.
Desde 2014, casi 50.000 personas
han muerto durante viajes migratorios inseguros. Como señala su sitio web, “los
datos recopilados por el Proyecto son testimonio de uno de los fracasos
políticos más estrepitosos de los tiempos actuales. La OIM reclama que inmediatamente
se provean rutas para la migración seguras, humanas y legales”. Los
responsables del Proyecto sostienen que, de contarse con mejores datos, sería
posible formular políticas que pongan fin a esta tragedia.
Más allá del Mediterráneo
Además de la ya dramática ruta
del Mediterráneo, otras regiones del continente europeo también vieron crecer
el número de inmigrantes fallecidos durante 2021 en relación a años anteriores
Tal como ocurre con la frontera
terrestre entre Turquía y Grecia (126 muertes documentadas) y la de los
Balcanes Occidentales (69); el cruce del Canal de la Mancha (53) y la frontera
entre Bielorrusia y la Unión Europea (UE) (23). A ello se añade la muerte de
ucranianos que huyen de la guerra en su país (17).
Pero eso no es todo, pues
diversos testimonios de supervivientes transmitidos a la Organización
Internacional para las Migraciones indican que al menos 252 personas han muerto
durante supuestas expulsiones forzadas por las autoridades europeas. Tanto en
el Mediterráneo Central (97 muertes desde 2021) como en el Oriental (70); en la
frontera terrestre entre Turquía y Grecia (58); en el Mediterráneo Occidental
(23) y en la frontera entre Bielorrusia y Polonia (4). La OIM reconoce que
estos casos son casi imposibles de verificar en su totalidad debido a la falta
de transparencia, la imposibilidad de acceder a la información y la naturaleza
altamente politizada de tales eventos
Algo no menos alarmante, según el
Proyecto, es el hecho de que “el índice de identificación de las personas
fallecidas en las rutas migratorias hacia Europa y dentro de ella es más bajo
que en otras regiones del mundo”. Más de 17.000 personas fallecidas en esas
rutas entre 2014 y 2021 figuran en los registros sin ninguna información sobre
su país de origen, lo cual explica la desesperación de innumerables familias
que buscan, sin resultado, a parientes desaparecidos en esos trayectos
migratorios hacia Europa.
La magnitud de este problema, así
como su impacto en las familias y las comunidades que lidian con pérdidas
significa que no hay solución de fondo a esta problemática sin una activa
participación de los Estados, reflexiona Julia Black.
Drama mundial
Pero esta tragedia no se limita a
las rutas migratorias hacia Europa. En efecto, según el Portal de Datos sobre
Inmigración
(https://www.migrationdataportal.org/es/themes/muertes-y-desapariciones-de-migrantes),
durante 2014 y hasta junio de este año se han registrado más de 4.000 muertes
anuales en rutas migratorias en todo el mundo.
Al igual que el estudio de la
OIM, el Portal subraya que todos estos números representan solamente una
estimación mínima y precisa que desde 1996 hasta la fecha, se han registrado
más de 75.000 muertes de migrantes a nivel mundial.
En busca del chivo emisario
El debate global se intensifica:
aun cuando en su gran mayoría actores de la sociedad civil apoyan la
recomendación de la OIM de asegurar urgentemente las rutas migratorias –y otros
las critican por tibias y condescendientes– las fuerzas políticas de derecha y
ultraderecha no se cansan de diabolizar a los inmigrantes indocumentados.
Ejemplo de esta demonización es
la reacción en Francia ante el brutal asesinato de Lola, una adolescente de 12
años, a mediados de octubre. Las autoridades le atribuyeron el crimen a una
joven de origen argelino de 24 años con problemas mentales y una visa
vencida. En agosto le habían notificado
que debía abandonar el país.
Montándose en este caso, la
Agrupación Nacional (ex Frente Nacional de Le Pen) promovió debates
parlamentarios con el único fin de desacreditar a los inmigrantes ilegales,
responsabilizándoles de todos los males que atraviesa el país.
“Francia se quedó helada de dolor
y horror ante la noticia del calvario de la pequeña Lola. Una vez más, la
sospechosa de este acto de barbarie no debería haber estado en Francia. ¿Qué
esperan para actuar para que se detenga de una vez esta inmigración ilegal
descontrolada?”, se preguntaba el 18 de octubre Marine Le Pen, principal
dirigente de esa agrupación, en un tuit dirigido al gobierno.
Las fuerzas xenofóbicas europeas,
cada vez más consolidadas y con más espacios de poder en muchos países, hacen
del discurso anti migratorio uno de sus ejes rectores de la lucha política y de
su retórica ideológica.
Con un trasfondo tan preocupante
como la agudización de la crisis económica interna, este discurso reaccionario
identifica al “otro-diferente” como el chivo expiatorio. Aún más: logra
convocar electoralmente a sectores sociales populares, los cuales, debido a la
gran crisis, coinciden en identificar a ese “otro” como competidor potencial de
sus puestos de trabajo y sus subsidios sociales.
El Mediterráneo, inmensa tumba
continental de la migración ilegal hacia Europa, cuenta con sus propios
funebreros. Son muchos, cada vez más, y destilan xenofobia.
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