EL CAMINO INVERTIDO(NARRATIVA)9
DUNIA SANCHEZ
Un invierno que renace. Recuerdos que me recorren. Un campo de refugiado. Una marea que se vuelve violenta. La huida. La herida supurante de los años. Ahora en esta madrugada sin luna ya deriva por la oscuridad de los caminos ante lo más terrible de la humanidad, las batallas inacabadas. Batallas perdidas que nos vuelven vulnerables, frágiles, indefensos contra los traspiés de la madre tierra. Un clima que se vuelve huraño, agrío, insostenible, desequilibrado, traicionero para aquellos al encuentro de la esperanza. Una ola que acecha desquicia una embarcación y todos somos ahogados en las profundidades malignas de una marea turbia, agresiva, arrebatadora de vidas. Una tierra baldía donde se acumula gentes de todas las edades y el ataque de un frío mortal desquiciando el estancamiento en medio de la nada. Algunos llegarán, como yo, como el niño, como otros. Muchos perecerán donde serán engullidos en el anonimato, en lo desconocido, en el tenebrismo de sus tumbas. Cuando me encuentro con ello y me miro todo mi alrededor me doy cuenta de lo agraciada
que soy. Soy eco de un grito que ahora calla. Soy cumbre de pájaros que en sus
garras lleva la libertad. Pero, hay algo indeciso, algo que hace tambalearse
mis pilares cuando salgo y no alego mis palabras, mis palabras muertas a otras
gentes. Gentes ignorantes de mi verdad, de la verdad de aquellas vidas que se
han perdido. No, no tengo amigos, solo cabalga una ausencia en su lástima por
mí y ello es penoso, es un laberinto que cruzan eclipsado por el más doloroso
de la dejadez. Te dan la mano y esa mano se vuelve compasiva. No, no necesito
que sientan compasión por mí, por aquellos que han derivado en una lucha sin
fin. Y el invierno viene. Y los muertos serán atmósfera que impregnará esos
campos, esas mareas. Parece que ya comienza a amanecer. Me he pasado toda la
noche divagando como tantas otras, cuando el niño duerme. Me hallo
deshidratada, moribunda de la humillación a esa masa perdida en las
inmediaciones de los precipicios y lloro. Un llanto que se vuelve repetitivo,
fatigoso en el transcurrir de las madrugadas. Estamos en enero y hace frío bajo
este techo. Este techo de un planeta cansado, ojeroso respondiendo a su estado
con agresiva crudeza. Voy al encuentro del niño, lo despertaré y de nuevo para
el colegio. Así, de sencillo se irá acostumbrado a esta sociedad y se integrará
como uno más aunque calle...CONTINUARÁ
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