LOTERÍA DE NAVIDAD Y JUEGOS
IRRESPONSABLES
RAFAEL FENOY RICO
Vuelve a estar presente el regalo para familiares y amistades. Toca buscar el detalle oportuno y hay que darles vueltas a la imaginación y la memoria para acertar, no repetir… Y cuando parece que no hay nada que regalar, surge un imprevisto y hay que ir con prisas a conseguirlo. ¡En fin, tiempo navideño! De hecho, se regala bastante la lotería del 22 de diciembre, que por cierto está a la venta desde el verano. Esa que toca, según dicen, a algunas de las personas que juegan. Esa que reparte en premios más que ninguna otra, eso dicen, nada menos que el 70% de lo recaudado. ¿Mucho? ¿Poco? En 2021 las cuentas, previas al sorteo, eran las siguientes: se ponen a la venta nada más y nada menos que 172
millones de
decimos, ya que de cada uno de los 100 mil números se generan 172 series y cada
serie se fracciona en 10 décimos. De venderse todo el “papel” se obtendrían
3440 millones de euros, ¡en un solo sorteo!, ya que cada uno, de estos 172
millones de decimos, cuesta 20 euros. Si todas las personas obtuvieran premios,
contando con el dinero vuelto, se repartirían 2408 millones de euros que
equivale al 70% de lo recaudado. Con el resto se debe atender los gastos que el
negocio genera. Loterías del Estado debe hacer frente a la gestión de su
estructura, debe abonar a cada administración de lotería el 4% de cada décimo
vendido, (si son los otros sorteos bonoloto, primitiva…, el 5,5%), y una
comisión que varía del 2,5 a 1,25 % del valor del premio que se cobre. Brindar
con champaña cuando toca premio parece evidente por parte de quien compró y de
quien vendió. A las ganancias, de la lotería navideña, se van sumando las que
semana a semana se han ido generando, llegando los ingresos de la Sociedad
Estatal de Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) en 2021 a más de 9300 millones
de euros. Evidentemente la inmensa mayoría de quienes juegan pierden, porque
los premios se acumulan en muchísimas menos manos que las que soltaron el
dinero para adquirir los números “no agraciados”. Y es que los juegos, todos,
son un timo porque quien los promueve “juega con infinita ventaja”, ya que todo
juego con dineros está previamente calculado para que quien juega pierda.
Y es que los
juegos, todos, son un timo porque quien los promueve “juega con infinita
ventaja”, ya que todo juego con dineros está previamente calculado para que
quien juega pierda.
Mi padre relataba
un refrán, que le enseñó su madre, que decía: Quien juega por obligación pierde
por necesidad. Y, siendo verdad, tendría que ampliarse su significado ya que
toda ganancia supone que otras personas sufran pérdidas. Evidentemente la
filosofía del juego es coherente con la del propio sistema económico desde
donde se promueve, convirtiéndose en una forma más de acumulación de riqueza.
Hace falta que existan necesidades económicas para que se estimule el afán de
jugar con la vana ilusión de “ganar”, aunque las ganancias sean a costa de
quien necesariamente pierde. Y funciona igualmente la mágica “suerte” esperada
por quienes confían en promesas, el destino o sueños con los números ganadores.
También se proyecta la ilusión de un cierto valor social. Porque esta sociedad
de titularidad pública dependiente del Gobierno de España, dedica algunos pocos
millones a ayudar a entidades como Cruz Roja que, en 2016, recibió 15 millones
de euros o a la Asociación Española Contra el Cáncer que en ese año recibió
algo más de 3 millones de euros. Además de otras aportaciones, pequeñas en
relación al volumen ingresado, ¿No debería ser el Estado el que ayudase a estas
u otras ONG? También dedica recursos (no publicitados) para el Colegio de San
Ildefonso, del que salen las niñas y niños “cantores” en el sorteo navideño.
También, según recoge su web, impulsa “el deporte limpio o promocionando los
valores del deporte español”. Mediante acuerdos con diversas instituciones
deportivas. Por ejemplo, aportó 48 mil euros a los desayunos de la agencia
Europa Press. No queda aquí la cosa, ya que la SELAE publicita un decálogo de
consejos que encabeza este texto: “Recuerda que tienes que jugar con sentido
común y con responsabilidad, para asegurarte de que el juego sea siempre un
entretenimiento”: Que debe ser un entretenimiento; que puedes perder; que no
gastes más de lo que puedas permitirte; fíjate un presupuesto; nunca pidas
dinero prestado; no juegues para recuperar lo perdido; modera el tiempo que
dedicas; que no interfiera en tu profesión o en tus responsabilidades
cotidianas: que no afecte a tu vida familiar y, por último, si el jugar te
produce estrés deberías dejar de jugar. Todo ello bajo el concepto de Juego Responsable.
¡Eso sí, no pares de jugar! ¿Educación en Valores para evitar los juegos de
apuestas? La SELAE se dota de unos “principios”, entre los que se encuentra el
fomento de investigaciones “con el fin de contribuir a la comprensión por la
sociedad del impacto social del juego” y el fomento de “la integridad y la
colaboración en la lucha contra el juego ilegal”. De estudios o investigaciones
se conoce el anuario del juego en España de 2020, realizado por el Instituto de
Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III y el Consejo empresarial del
Juego, enmarcado en la debacle que para este sector supuso el COVID. De la
SELAE se conocen dos informes uno de 2013 y otro de 2019. Todos ellos dirigidos
a quienes hacen negocio con las pérdidas de quienes juegan. En matemáticas se
calcula la probabilidad de que toque y se denominada esperanza. Según Ismael de
la Cruz, consultor colaborador de prensa económica, en el sorteo navideño la
probabilidad de perder es del 86% y la probabilidad de que un número sea el
Gordo es de 1 entre 100.000. Recuperar el dinero jugado es del 9%. Y si se
consideran los cálculos en otros juegos, que dicen son de azar, esa esperanza
es ínfima. Añádase al panorama los casinos, maquinas, que en castizo se
califican de “tragaperras” o salones de juego. Con estas casi inexistentes
probabilidades de obtener premio, cuando es posible calcularla, ¿se puede
hablar de “juego responsable”? ¿Sería responsable por parte del Estado no
invitar a jugar? ¿Recibirán la infancia y la juventud una formación crítica
sobre los juegos?
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