UN TRIBUNAL INCONSTITUCIONAL E INMORAL
El
TC se ha situado por encima de la ley e incluso de la propia Constitución, y se
ha convertido en un órgano que decide por criterios políticos y de interés
JESÚS LÓPEZ-MEDEL
Enrique
Arnaldo, durante la decimotercera
renovación del TC, en 2021.
Estamos viviendo el momento más involucionista de la historia española desde el intento de golpe militar de 1981. El Partido Popular, a través de sus magistrados en el Tribunal Constitucional, no ha tenido ningún reparo en violentar la Constitución para sus fines, erosionar la democracia y aplicar las teorías diseñadas por el nazismo sobre este órgano, como luego se explicará.
Deben recordarse antes algunos elementos históricos que ayudan a entender esto. En primer lugar, el hecho de que solo la mitad de los diputados de AP (Alianza Popular), el partido del cual surgiría el Partido Popular, votase a favor de la Constitución. Dirigentes históricos como Aznar o Rajoy provienen de aquella organización que no tenía fervor constitucional alguno. Del primero son conocidos algunos artículos periodísticos criticando el texto constitucional. Ahora, sin embargo, se quieren apropiar de él.
En segundo lugar,
la reacción del PP cada vez que ha perdido las elecciones. En reiteradas
ocasiones, y sin rubor alguno, calificaron de “ilegítimo” al gobierno presidido
por Zapatero, igual que hacen ahora con el actual, fruto de una coalición del
PSOE y Unidas Podemos. Demonizan el apellido de ambos presidentes, lo
pronuncian con odio, como escupiéndolos. El sentido patrimonial que tienen del
poder y de las instituciones es muy evidente. Lo están demostrando con el
órgano de gobierno de los jueces y con el Tribunal Constitucional.
Hay algo que
caracteriza al PP en su resistencia a perder cualquier forma de poder: no
tienen límite
Hay algo que
caracteriza a este partido en su resistencia a perder cualquier forma de poder:
no tienen límite, todo les vale y carecen de prejuicios jurídicos y morales.
Estamos asistiendo a algo inaudito, que jamás había acontecido, y que resulta
un desprecio a la democracia parlamentaria.
La impugnación por
el PP por vía de medidas cautelarísimas (sin intervención de otras partes
afectadas) para suspender una actividad parlamentaria casi de un día para otro
es algo más que excepcional, es alucinante. Cierto es que se utilizó ante el
Parlament de Cataluña, pero era para evitar que se aprobara una declaración de
independencia. Eso estaba basado en un artículo concreto de la Constitución
(155).
Sin embargo, en el asunto
actual estamos ante un proceso netamente legislativo. La interferencia en un
poder del Estado es una locura, como lo sería acudir por vía de amparo al TC
para impedir que la Administración dictase un acto administrativo. O que, en un
juicio cualquiera, antes de que el tribunal dicte sentencia, el TC
interfiriera, mediante un recurso de amparo, impidiéndole realizar su función
jurisdiccional. La intromisión es inaudita y disparatada. Pero aún mucho más si
se hace contra la institución que constituye el eje del sistema político, el
Parlamento. En ningún país europeo ha sucedido esto antes. El recurso de amparo
invocaba una supuesta vulneración de derechos fundamentales. Es importante
resaltar que, en la práctica, nuestro Tribunal Constitucional rechaza o
inadmite casi la totalidad de los recursos de amparo y lo hace después de
dejarlos dormir durante muchos meses. Es decir, lo hace prácticamente por
sistema.
Pero no, en este
caso ha hecho una excepción escandalosa, porque se trata de un partido político
al que quiere favorecer y lo ha hecho, además, con una inaudita celeridad. Yo
me pregunto qué pensarán los ciudadanos que en cualquier lugar de España llevan
meses esperando que se resuelva su recurso de amparo, para que luego les digan,
con una fórmula de copia y pega sin razonar, que no lo admiten a trámite.
Lógicamente pensarán que la justicia siempre protege a los poderosos y que es
un trato desigual.
Además, hay otro
elemento a tener en cuenta. La petición de medidas cautelarísimas, que el TC
nunca había concedido, debía servir para evitar que se pudiera votar una ley en
el Congreso. La justificación era que los diputados no podían introducir
enmiendas, dada la fórmula, muy desafortunada y chapucera, elegida por los
grupos proponentes. Pero fue el lunes 19 de diciembre cuando el TC dictó su
resolución y es evidente que, para ese momento, los parlamentarios que habían
acudido al tribunal no se encontraban en desamparo pues ya había pasado el
trámite del Congreso. La reforma estaba ya en el Senado, donde sí se había
habilitado un plazo para que los senadores pudiesen hacer uso de esa facultad
de enmendar. Así pues, ya había decaído el objeto del recurso.
Es indudable que
era una excusa, pues había otras medidas legislativas que se habían introducido
en esta fórmula incorrecta en técnica legislativa, pero el PP solo ha intentado
paralizar lo que más le preocupaba: un cambio en el poder. El objetivo era
impedir que, pese a tener su mandato más que caducado, se produjese una
legítima renovación de órganos constitucionales capitales porque el PP perdería
su mayoría en ellos.
Esos dos órganos
(TC y CGPJ) tienen en común el carácter negro de sus togas sacerdotales tras
las que se esconden vergüenzas, pero que ellos engalanan con chapas y más
chapas. Se sienten ensoberbecidos de poder y se sitúan por encima de todo y de
todos. Desde luego, de la institución que representa la soberanía nacional, las
Cortes, y por supuesto, de las normas que estas aprueban. Se las han saltado
por su manera de actuar. Se han pasado las leyes por el forro. La moral no,
porque algunos parecen carecer de ella.
TC y CGPJ tienen en
común el carácter negro de sus togas sacerdotales tras las que se esconden
vergüenzas
Esta dimensión
ética especialmente pisoteada es uno de los más aberrantes aspectos de esta
grave decisión. No tiene nombre el hecho de que votaran los dos magistrados con
mandato más que caducado a los que se iba a cesar en pocos días si el 22 de
diciembre se hubiera aprobado definitivamente la reforma. Las leyes aplicables
al funcionamiento del TC obligan a aquellos a abstenerse si tuviesen interés
directo en el asunto. ¿Qué mayor interés que el de quienes se veían afectados
por el cambio legislativo y debían abandonar el TC si se aprobaba la ley? Nunca
debieron haber participado en el asunto por decisión propia. Además, estaba la
recusación presentada por dos partidos, que los magistrados conservadores se
negaron a tramitar.
Esto evidencia la
absoluta falta de valor jurídico e igualmente la carencia de ética de los dos
magistrados que debían haberse retirado. El descrédito del Tribunal
Constitucional ha llegado a límites insospechados. Algunos veníamos alertando
de la degeneración ya en tiempos de la mayoría absolutísima del PP (en 2014
publiqué un artículo jurídico en la revista La Ley titulado “Crisis
institucional, crisis normativa, crisis democrática”). Pero lo que se ha
producido ahora es un paso gigante en la erosión del sistema democrático. Y
demuestra que no tienen límites y pueden hacer cualquier cosa para retener el
poder en las instituciones e impedir algo consustancial en democracia: la
temporalidad y la renovación.
Para intervenir en
un proceso, hay que tener independencia e imparcialidad, y es muy importante
que la apariencia de esto sea creíble y asumible por la ciudadanía. Una de las
votantes del desafuero ha sido la magistrada del PP Concepción Espejel. Quiero
recordar que cuando estaba en la Audiencia Nacional siempre se la apartaba de
juzgar todos los asuntos que afectaban al PP por decisión de los órganos superiores.
No era idónea para ello, pero ahora, como el TC no tiene superior jerárquico,
la jueza no tiene barreras. Vota y votará en todo lo que interese al PP.
Tampoco su colega, el ponente de este desgraciado asunto, Enrique Arnaldo, un
enredador nato, una persona de antecedentes morales tenebrosos. Cada vez está
más extendida la idea de que él mismo podría haber sido el muñidor de la idea y
reacción del PP, como Juan Palomo. Esos dos miembros del TC, peperos hasta la
médula, fueron torpemente aceptados por el PSOE. El negociador del Gobierno,
Félix Bolaños, diseñador también de esta chapuza reciente de las enmiendas, ha
hecho un papelón. La actuación invasiva e ilícita del TC no exime a los
responsables de esas dos torpezas graves.
Esos dos miembros
del TC, peperos hasta la médula, fueron torpemente aceptados por el PSOE
Tengo fundadas
sospechas de que los magistrados votaron sabiendo que aquello era jurídicamente
rechazable y erróneo. Pero les pueden más los intereses propios y, sobre todo,
los del partido al que sirven.
Son tres poderes
los que existen en nuestro sistema. No lo es el Tribunal Constitucional que,
con esa decisión, en connivencia con un Consejo General del Poder Judicial más
que caducado, podrido, ha invadido, de una manera estrepitosa, la
inviolabilidad del Parlamento, según proclama la Constitución.
Es la consagración
en la práctica de la peligrosísima teoría de Carl Schmitt, brillante jurista
pero sustentador ideológico del nazismo, que trata, entre otras cosas, de la
politización de la justicia constitucional, frente a la tesis del gran Hans
Kelsen que defendía lo contrario y cuyas ideas, afortunadamente, son las que
existen donde hay tribunales constitucionales, aunque ahora el español ha dado
un paso peligrosísimo.
La decisión que ha
tomado el TC constituye un inaudito precedente para que cualquiera, a través
del recurso de amparo, pueda paralizar un proceso legislativo e impida que el
parlamento apruebe leyes. ¿Van a volver
a utilizar esa vía para paralizar la elaboración de leyes estatales o
autonómicas, o solo era para evitar que les expulsaran a ellos mismos? Eso no
sucede en ningún país democrático y solo tiene un nombre: golpe de Estado. Aquí
lo ha perpetrado el Partido Popular a través de los magistrados que nombró.
Siguiendo la teoría
de Carl Schmitt, el tribunal español se ha situado por encima de la ley e
incluso de la propia Constitución, y se ha convertido en un órgano que decide
por criterios políticos y de interés. Su descrédito es enorme y su prestigio
quedará siempre manchado. Las Cortes no han sabido o no han querido hacer
frente a ello de manera suficiente; se han limitado a emitir dos comunicados,
cuando tenían que haber forzado personarse ante el TC con alegaciones, aunque
este las hubiera rechazado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario