CARETAS FUERA
ANA PARDO DE VERA
Sede del Tribunal Constitucional. -Europa
Press
Todo empezó, recuerden, en noviembre de 2018, cuando se filtró el mensaje del portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, enviado a un chat de parlamentarios de su partido donde confirmaba que la elección del presidente de Poder Judicial y del Supremo, Manuel Marchena, perejil de todas las salsas de la controversia, iba a permitir al Partido Popular de Pablo Casado, entonces en la oposición, controlar por la puerta de atrás la sala de lo Penal (un lugar especialmente inquietante para los casos de corrupción del PP), el Alto Tribunal y el Poder Judicial en pleno. Marchena era el presidente de la sala segunda del Supremo ... y ahí se quedó porque la publicación del mensaje de Cosidó acabó con sus aspiraciones y las de sus promotores.
Hoy estamos en las
mismas, sin renovación y con un bloqueo del Consejo General del Poder Judicial
por parte del PP y de sus magistrados afines, que llevan cuatro años
incumpliendo la Constitución porque no les da la gana de aceptar la mayoría
soberana que dio el Gobierno a PSOE y Unidas Podemos. Pero viendo el PP y su
consorte Vox que Pedro Sánchez va adelante con sus leyes, entre ellas, desbloquear
el Constitucional y el Poder Judicial, han decidido subir un escalón del
despropósito y tratar de parar una votación vía Tribunal Constitucional porque
no les gusta el procedimiento parlamentario. A mí tampoco; es precipitado y
hasta chapucero, pero ni se me pasa por la cabeza que, por ello, alguien
intentara arremeter contra una votación en la sede de la soberanía popular, que
es lo más sagrado que tenemos los y las demócratas.
No es que el PP no
hubiera intentado antes bloquear una renovación del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) cuando gobernó el PSOE, que sí lo hizo durante casi dos años
con Zapatero, pero nunca se había llegado a cruzar la sagrada línea roja, la
del intento de veto al voto en el Parlamento. Y es aquí donde se produce un punto
de inflexión y los presuntos demócratas se han arrancado las caretas,
mostrándose como lo que son, jueces autoritarios (la palabra conservador/a me
merece todo el respeto democrático) que se incluyen en la estrategia
antidemocrática del PP y Vox, los cuales -y da lo mismo si es con Casado,
Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal- han decidido no reconocer la
legitimidad del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos. Y da igual
si éstos pactan con ERC, Bildu o el sursum corda; lo hicieron con el Gobierno
de José Luis Rodríguez Zapatero, inventando una conspiranoia inhumana con los
atentados del 4 de marzo de 2004 en Madrid y sus víctimas, y lo están haciendo
con Pedro Sánchez y Yolanda Díaz intentando, literalmente, que no gobiernen,
nada más y nada menos que aquello para lo que fueron votados.
Ya no hay disimulo.
Ni guante blanco. Ya no hay finezza ni vergüenza. La (ultra)derecha política y
judicial se han dejado de medias tintas y han actuado exactamente como se
espera de ellas cuando se sienten acorraladas: avasallando, atacando y
arrasando la herramienta más preciada que tenemos los ciudadanos/as,
representados por los parlamentarios en las Cortes: nuestro voto.
La rápida
actuación, sobre todo, de Unidas Podemos, pidiendo la recusación de los dos
magistrados del Constitucional cuyo mandato ha caducado, entre ellos, el
presidente Pedro González-Trevijano, ha impedido que el intento de
"amordazar al Parlamento", en palabras del presidente Sánchez, se
consumara. Mientras, el PP sigue erre que erre: el presidente del Gobierno
intenta reformar el Código Penal mediante dos enmiendas a una ley que nada
tiene que ver. Y es cierto, pero esto ya ocurrió antes -y lo hizo el PP en el
Gobierno-, se recurre al Tribunal Constitucional y no pasa nada. Pero se vota
primero, y ésa es la peligrosa novedad: pedir cautelarísimas para frenar una
votación. Es más, una votación en el Congreso, sede de la soberanía popular, la
tuya y la mía; sede del corazón de la democracia.
Con el intento de
bloqueo del voto parlamentario (el tuyo y el mío, insisto), jueces
reaccionarios y PP (Vox hace tiempo que va a cara y pecho descubiertos) se
arrancaron las máscaras a la vez y enviaron un mensaje clarísimo: "Miren,
ya está bien, que ustedes no pueden seguir intentando renovar las mayorías de
la cúpula judicial, porque ésta nos pertenece y -parafraseando a Dolores de
Cospedal- 'o nosotros, o el caos'. Convoquen elecciones y dejen paso".
La revuelta
judicial y del PP-Vox ha conseguido frenarse a tiempo, y no llegaron ni la
sangre al río ni las togas al Parlamento: el jueves se pudieron votar las dos
reformas del Gobierno al Código Penal. El pleno del Constitucional, no
obstante, ha sido convocado para el próximo lunes y la votación de las reformas
del Código Penal estará el jueves en el Senado. Todo sigue siendo posible,
pues, con una (ultra)derecha política y judicial echada al monte, en una
actitud inédita en los 40 años de democracia, así que eviten arrellanarse en el
sofá, que a lo mejor hay que ir hasta el Senado para asegurar que nuestro voto
se respeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario